Capitulo II

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Sandor salió a trompicones del gran salón. Podía oír como el ruido de la celebración se iba alejando a su espalda.

Llegó al patio y se sentó en un viejo banco de madera ennegrecido por el paso del tiempo. Se sirvió otra copa de vino y lo bebió de un solo trago.

Cerró los ojos mientras notaba como el líquido caliente se deslizaba por su garganta. Los volvió a abrir con un suspiró y contempló lo que le rodeaba.

Vio lo que quedada de la muralla que llevaba al bosque de los arcianos. Poco más que unas pocas piedras. El otro dragón, el que el rey de la noche había matado y revivido, se había encargado de destrozarlo todo.

Se cogió la mano izquierda y la observó. Hacía un frio intenso, pero él no lo sentía. Solo sentía el contacto de la mano de ella sobre la suya, y la intensa y deliciosa sensación de ser acariciado.

Cuando le preguntó que le podría hacer feliz, él solo pensó en dos cosas: una, matar a su hermano... y la otra...ella.

Recordó el momento en que la volvió a ver, nada más llegar a Invernalia, y que durante unos segundos, todo desapareció a su alrededor. Lo único que existía era su rostro. Sus ojos claros, su pelo rojo y su piel blanca como la nieve.

Nunca había dejado de pensar en ella. Mientras estuvo con Arya, siempre supo que la cuidaba, a su manera, pensando en que era Sansa quien había querido ir con él... Más tarde, Arya cobró entidad en sí misma para él, y los recuerdos de "pajarillo" fueron sepultados por su intento de redención, pero en cuanto la vio, destacando por encima de todos, sintió, que volvían como un huracán que arrasaba con todo.

Esa noche se emborrachó. Tal y como hizo el día que les dijeron, a Arya y a él, que la habían casado con el gnomo... No pudo soportar la idea de que ese otro monstruo enano la hiciese suya... Se emborrachó de tal manera que fue Arya quien le salvó la vida, momentáneamente, por supuesto. Como no podría ser de otra manera, luego lo abandonó para que muriese solo y desesperado. Pero no murió. Su día no llegó, porque tenía una cita con su destino que ni la muerte podría quitarle.

Hacía años que no se permitía sufrir por la ausencia de alguien a quien querer... pero las niñas Stark había hecho que eso fuese imposible... A su brutal manera se preocupaba por Arya...y sabía que había empezado a sentir algo por Sansa desde el día que Joffrey la dejó media desnuda en el salón del trono de la Fortaleza Roja. Viéndola tan indefensa e inocente, a merced de un loco, no pudo soportarlo y la cubrió con su capa... Intentó protegerla tanto como pudo, pero, aun sabiendo que se estaba enamorado de ella, no podía evitar odiarla, porque ella no soportaba mirarlo.

Aquel día, mientras todo se llenaba de fuego en Desembarco del Rey, podía haberla tomado a la fuerza... Haberla hecho suya, y ser el animal que ella imaginaba que era, pero fue incapaz, porque no quería hacerle daño... Era su pajarillo...

El dolor de no poder tenerla nunca a su lado era tan terrible, que solo una noche de borrachera podría calmarlo, e iba camino de ello, otra vez... El contacto de su mano en la suya fue la gota que lo desbordó todo.

Odió más todavía a su hermano, por haberle hecho lo que le hizo... por convertirlo en un monstruo toda su vida... y la odió, más si cabe, a ella, por aparecer en su vida. Si jamás la hubiese conocido no podría sufrir por no tenerla... si jamás se hubiese enamorado, no podría sufrir por ser lo que era... Él era un monstruo, sucio y brutal que jamás sería amado... por nadie.

Escupió en el suelo y soltó una ronca carcajada... ¿quién quería ser amado?... Su destino no era ese... Su destino era matar al que convirtió su vida en un infierno.

Levantó la vista y la fijó en una ventana que daba al oeste. Era la habitación de ella. Todavía había luz. La pudo imaginar metiéndose en su cómoda cama sin saber lo que él estaba sintiendo en ese momento. Cerró los ojos y su imaginación lo vio a él en esa cama con ella, abrazándola y siendo feliz... ¿feliz?...

"¡Sandor, maldito cabrón, tu nunca podrás ser así de feliz!".- pensó, reprendiéndose por haber sido tan débil de llegar a anhelar algo imposible.

Cogió la jarra, y bebió todo el vino que contenía directamente de ella. Parte del tibio caldo cayó por su barba y mojó su cota, pero no le importó.

Se levantó cuando vio que la luz del cuarto de Sansa se apagaba. Suspiró con fuerza, y tambaleándose enfiló el camino que le llevaba al pequeño cuarto que compartía con Gendry. Con suerte, conseguiría, tumbarse en su catre después de vomitar, y con suerte también, no soñar con ella.

Muchas gracias por leerlo y espero vuestros comentarios.

Heridas (Sansa y Sandor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora