Capítulo XII

1K 92 3
                                    

Capitulo XII

Un tremendo estruendo despertó a Sansa, cuando los primeros rayos de sol apenas despuntaban por el este.

Se levantó rápidamente de la cama, asustada.

-¡Mi señora! ¡Mi señora!.- oyó los gritos de Sir Gerald Cassel llamándola. El sobrino nieto mayor de Rodrick Cassel, hijo de su sobrino Jory, se había convertido, a pesar de su juventud, en la futura mano de la Reina, y tenía ya, en la actualidad, el control del castillo en nombre de Sansa. Con el mismo temperamento que su tío, su honestidad, eficiencia y compromiso habían quedado suficientemente demostradas durante el ataque del Señor de la Noche, y durante el tiempo que llevo la reconstrucción de la fortaleza. Consiguió el beneplácito del Consejo y el de Sansa, en la reunión que se efectuó para ello, sin apenas discrepancia. Su prima Beth, hija de Rodrick y tía de Gerald, orgullosa de su sobrino y más joven que él, se había quedado como señora de la Casa Cassel.

El bullicio de mucha otra gente alborotada, se sumó a los gritos que llegaban desde el portón de entrada a la fortaleza.

Se puso una bata de gruesa lana y con el pelo suelto salió de su cámara. Nada más abrir la puerta, Sir Gerald, apareció ante ella. Su rostro consternado le hizo temer lo peor.

- ¡El techo de una de las torres vigía se ha hundido por el peso de la nieve! .- le explicó mientras le indicaba que la siguiese.

- ¡Por todos Dioses!.- exclamó ella preocupada. Ambos marcharon hacia allí-. ¿Cuántos?

Gerald se giró, mientras corrían hacía el portón de entrada a la fortaleza...

- Tres... Los hombres se estaban organizando para sacarlos, pero han quedado muy dañado el acceso desde el patio. Están intentándolo desde la muralla descubierta.

Llegaron hasta el lugar a tiempo de ver como uno de los soldados, era transportado por otros hombres en una improvisada camilla. Estaba inconsciente y tenía una profunda herida en la cabeza.

La nieve seguía cayendo cuando llegaron a la muralla. Una veintena de hombres ayudaba a quitar los escombros que tapiaban parcialmente la entrada a la torre izquierda del portón, mientras otros hacían lo mismo con la entrada del patio de armas.

Sansa vio a través de una de saeteras a alguien que se movía dentro de la torre. Enseguida lo reconoció. Era Sandor.

- Sandor...- no pudo evitar decir su nombre con su suspiro, mientras en su rostro se reflejaba la angustia.

Gerald la miró sorprendido, pero enseguida volcó toda su atención a la entrada la de torre, donde los gritos que se acaban de producir, indicaban que acababan de sacar a otro hombre.

Llevándolo por los hombros, los arrastraron malherido, pero consciente, hasta la Torre del Maestre. Sansa los siguió con la mirada, hasta que los vio perderse en las sombras del pórtico que daba entrada la torre. La nieve que caía la estaba mojando por completo pero apenas la sentía.

- Mi señora...-la llamó Sir Gerald otra vez-.. Clegane acaba de salir de la torre.

Sansa se giró deprisa.

La gente que se apiñaba en la muralla, hizo un pasillo para dejarlo pasar, entre lamentos. Llevaba al último soldado en brazos. Enseguida vieron que estaba muerto. Su frente se había hundido de una forma que era, de todas, incompatible con la vida.

Sansa le indicó que se parase a su lado.

Puso su mano en brazo de Sandor y le susurro un tenue gracias.

- Llevadlo para que lo preparen. Lo incineramos esta noche... con honores.- le dijo a su futura mano.

Sandor asintió y no había hecho más que dar un par de pasos, cuando toda la torre se vino abajo.

Heridas (Sansa y Sandor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora