Capítulo VIII

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Capitulo VIII

Sandor salió del camarote y subió a cubierta, incapaz de conciliar el sueño. Llevaba demasiado tiempo tumbado, durmiendo, intentado no morir, y ahora necesitaba volver a sentirse vivo

En cubierta, se encontró con apenas unos pocos tripulantes, que se ocupan de mantener el barco en rumbo, y comprobaban el estado de las velas. No le prestaron atención.

Se acercó a la borda y vio como el crudo invierno se cernía sobre él. Los ejércitos del Norte volvían a casa por tierra en un viaje largo y desagradable, saliendo al encuentro del frio intenso, la nieve y el hielo... Sandor acodado en el estribor del barco casi sintió envidia de ellos. No le gustaba el mar... y menos ese mar. La niebla helada que lo envolvía le daba la textura del metal que los herreros fundían, y eso aún le gustaba menos... era como lava gris...

Pero a pesar de todo ello, la sola presencia de Sansa cerca, ya era causa más que suficiente para soportarlo.

No podía dejarla sola... Arya le había hecho prometer que la cuidaría... Había ido a verle para traerle la ropa y algo con lo asearse, y de paso, le intentaba convencer para que fuese a Invernalia.

En las horas que habían pasado desde que se había despertado, y la fiebre había desaparecido, en ningún momento, les había dicho que iba a hacer. Se limitaba a maldecir...

Cerró los ojos. Iba a echar de menos a esa maldita cría, pero era evidente que sabía cuidarse sola... Sansa tendría que enfrentarse con mil adversidades... y le crecerían enemigos, al mismo ritmo que la nieve se amontonaría en los campos del Norte. Él podría ser su sombra... pero... pero quería más...pensó apretando los labios con fuerza. Por eso era tan importante, que contestase a la pregunta que le había hecho antes de que Arya les interrumpiese.

Oyó unos pasos detrás de él. No se giró. No hacía falta.

- Has venido...- le dijo Sansa acercándose al lugar donde estaba-... No las tenía todas conmigo... Arya me contó vuestra despedida...

- Esa niña no sabe tener la boca cerrada...- le comentó él, con su voz más ronca.

- Es mi hermana... conmigo no tiene secretos. La manada se protege, es parte de lo que somos... .- le dijo mirándolo fijamente.

Sandor dejó de mirar al mar y la miró a ella. Su piel nívea resplandecía en la oscuridad de la noche y sus ojos brillaban más que las estrellas. Mirarla le provocaba un dolor, y un placer, difícil de soportar.

- He recuperado los recuerdos de mi enfrentamiento con mi hermano...- le empezó a decir-... Aunque el muy cabrón estuvo a punto de matarme... Cuando ya me tenía a su merced y me estaba estrangulando, le llegue a clavar una estaca en el ojo, y aun así, seguía con vida. Iba a abalanzarme sobre él, sin importarme si moría en el intento, cuando de repente, la pared del torreón se vino abajo y él cayó. Fui hasta el borde y vi como las llamas lo devoraban...

Sansa permaneció en silencio mientras él hablada. Se había retirado a su camarote nada más cenar con el capitán, pero sus pasos le habían llevado sin darse cuenta a la puerta del estrecho camarote donde había exigido que instalasen a Sandor en caso de que apareciese, con bastante disgusto, por cierto, de alguno de los miembros de su consejo que la acompañaban. Reconocía que se merecían una explicación, pero no era el momento todavía de darla.

- Ahora sé lo que sentiste cuando mataste a Ramsay...- siguió diciendo Sandor, respirando hondo-... Tenías razón. El final te deja vacío por dentro.. Tu deseo de venganza ha terminado, pero todo sigue igual. Mi cara sigue siendo la que era y mi vida se ha quedado... vacía... No siquiera sé si podré volver a empuñar una espada...

Heridas (Sansa y Sandor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora