Capítulo IV

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Sandor ha llegado a Desembarco del Rey y ha encontrado a su hermano. El enfrentamiento entre ellos es encarnizado. Los dos se odian sin límite y saben que es matar o morir... o morir y morir.

Gregor le clavó los dedos en los ojos, mientras lo levantaba del suelo. Sandor a la desesperada, sintiendo que su cabeza estaba a punto de estallar, le quitó la daga del cuello y se la incrustó en uno de los ojos.

- Muere! -le gritó.

Su hermano le soltó, y Sandor cayó al suelo de la torre. Gregor fue andando hacia atrás. Sin reflejar ningún sentimiento, agarró la daga con las manos e intentó sacársela. Sandor ya no tenía ninguna duda de que su hermano era inmortal. Nadie era capaz de sobrevivir a algo así... pero él había ido hasta allí, para cumplir la venganza que había dado sentido a su vida... y tenía claro que iba a morir en el intento.

Se levantó y gritó con todas sus fuerzas mientras se abalanzada contra su hermano... pero en ese momento, el suelo de la torre cedió y La Montaña desapareció de su vista.

Sandor se dejó caer al suelo, para evitar ser arrastrado por el derrumbe, quedando a pocos centímetros del abismo... Miró hacia abajo, y vio como el infierno se tragaba a Gregor...

- ¡Es lo que te mereces maldito cabrón!.- le gritó y acto seguido un grito de rabia escapó de su garganta.

Cerró los ojos y se tumbó en el suelo de piedra con los brazos en cruz.

Por el lugar, donde estuvo en su momento la cubierta de la torre, pudo ver el cielo azul difuminado por una capa de denso humo negro que ascendía desde la ciudad.

Estaba seguro de que en cualquier momento, lo que quedaba de la torre cedería, y él también caería a las llamas. Se sentía preparado para ello, de todas formar iba a morir igual. Las heridas que le había infligido su hermano en la lucha, estaba seguro de que eran mortales...

...pero la torre aguantó...y él no murió.

Cuando dejó de oír a lo lejos los rugidos del dragón, abrió los ojos. Apenas podía ver por uno de ellos. Intentó incorporarse, pero todos los músculos y huesos de su cuerpo gritaron a la vez. Volvió a dejarse caer, y una niebla densa se apoderó de su mente.

En la inconsciencia que le provocó el dolor, soñó. Soñó con un niño que jugaba al lado de una chimenea, que sonreía con inocencia mientras imaginaba una aventura nueva detrás de otra... y soñó con que su hermano mayor se acercaba hasta él y se unía a sus juegos... Soñó con la vida de ese niño que crecía, y se convertía en un joven que llegaba a Desembarco del Rey para ser nombrado caballero, ante la mirada orgullosa de su hermano y de sus padres... y luego soñó con una novia de pelo rojo que venía hacia él... y cuando estaba a punto de besarla... se despertó.

Cogió aire con todas sus fuerzas y empezó a toser, notando como su pecho ardía. Todo eso era una asquerosa mentira... nada había ocurrido así... pero aun siendo lo que era, Sansa lo había besado justo antes de irse de Invernalia...todavía sentía sus labios en los suyos.

Y no solo su pensamiento fue hacía Sansa... La imagen de Arya saliendo de la Fortaleza le hizo pensar en si habría sido capaz de salvarse...

La jodida Madre de dragones había quemado la Fortaleza Roja y no había demostrado ninguna clemencia... ¿Quién se iba a enfrentar a ella ahora?... pensar eso le hizo temer por lo que pudiera pasarle a Sansa.

En ese momento, un ruido profundo se oyó desde el interior de la torre. ¡Se iba caer!

Se impuso al dolor, se dio la vuelta y empezó a arrastrarse hasta el muro interno de la torre, que milagrosamente, seguía de pie. Se levantó agarrándose a los bloques de piedras que se empezaban a soltar, y se dio cuenta que apenas podía andar.

A pesar de ello, pegado al muro y sin apenas visibilidad por culpa de las cenizas, el humo y la sangre que le caía por su rostro, empezó a bajar las escaleras.

Cada escalón fue un sufrimiento. Supo con certeza que algo se había roto en su pecho porque, cada vez que respiraba, un dolor afilado hacía, que ese hecho tan elemental, se convirtiese en un martirio.

Para cuando llegó a la sala porticada donde se había despedido de Arya, estaba seguro de que tarde o temprano se desmayaría, pero siguió andando a pesar del dolor que le taladraba la cabeza y le partía el pecho, y llegó fuera.

Empezó a andar por el manto de ceniza que cubría el suelo, dejando a su paso, las huellas de sus botas y las gotas de sangre que caían de su cuerpo. Salió del camino que llevaba a Fortaleza, y llegó a una calle.

Sandor Clegane había sido testigo y participe de muchas atrocidades y creía que nada podría sobrecogerle... pero estaba equivocado.

El olor de la carne quemada lo golpeó con fuerza. A su alrededor los cuerpos de los habitantes de la ciudad se apiñaban... todos ellos abrasados, cubiertos de ceniza... Miró a su alrededor sin poder creérselo. Daenerys lo había arrasado todo... no solo la Fortaleza, sino toda la ciudad...

Recorrió con la mirada la calle y sus ojos se pararon en una niña... Tendría prácticamente los mismos años que tenía Arya cuando empezó su viaje con ella. Estaba totalmente quemada, pero podía ver el contorno de sus pequeñas manos aferrando un juguete ennegrecido.

Cayó de rodillas, preso de fuertes temblores. Un sudor frio lo recorrió de arriba a abajo mientras se dejaba caer en el suelo.

Sus ojos se fueron cerrando poco a poco, pero aún tuvo tiempo de ver, y a la muerte, que en forma de caballo blanco, venía a buscarlo.

Continuara...

Heridas (Sansa y Sandor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora