No importaba nada, tenía que llegar con el médico cuanto antes. Luego de la muerte de Dennis no volví a sentir la desesperación que viví cuando Kat se derrumbó sobre el piso. Corrí tan rápido como pude a la posta sanitaria del área de cuarentena con Kat en los brazos. Allí atendía el doctor Bernal, él fue quien me revisó cuando llegué a la zona de refugiados. Se trata de un hombre amable, pero siempre anda angustiado por las malas condiciones sanitarias de las bases rebeldes. Vive con el temor de que el Mesiah se salga completamente de control y pase en América lo que sucedió en Europa.
Examinó cuidadosamente a Kat, yo esperaba ansioso el diagnóstico del doctor, con las manos temblorosas. No quería sentirme angustiado, quería que no me importara para nada la salud de esa niña, pero no podía evitar sentirme acongojado, y me enojaba conmigo mismo.
—Entra, Jean, ya la revisé —me dijo el doctor—. No es nada grave. Solo son principios de anemia, ha debido estar trabajando muy duro últimamente —me sentí culpable casi de inmediato, el médico lo notó—. Esta es la chica que te encontraste, ¿cierto?
—Afirmativo —respondí sin ganas de entrar en mayores detalles.
—¿Y no te has contactado con su familia aún?
Cerré los ojos, tratando de no perderme en la meditación.
—Es huérfana.
El médico puso su mano en la barbilla.
—Entiendo, aquí tienes la receta, dile a la boticaria que te dé estos medicamentos, yo se los pagaré luego. La niña debe descansar, ha sido muy maltratada y necesita algunos cuidados; pero, lo más importante Jean, necesita cariño, ¿comprendes?
—No espere que haga algo para lo que no fui entrenado.
—Esto no se trata de entrenamiento. Nadie se entrena para aprender a querer, o para dejarse querer. Tú solo haz lo que tu instinto te diga —asentí en silencio.
Recogí los medicamentos de la farmacia y luego me llevé a Kat en brazos hasta mi cuarto. La recosté sobre la cama y empecé a preparar algo de comer, ella seguía dormida. Por primera vez en mucho tiempo sentí que tenía algo que hacer, tuve la certeza que mi vida no era solo matar y aguardar a la muerte; tenía alguien a quién cuidar.
Al cabo de una hora Kat despertó, poco a poco. Me senté a su lado y esperé a que abriera los ojos. Tenía la sopa servida, lista para dársela.
—¿Jean? —fue lo primero que dijo al verme.
—Come —le dije y luego llené la cuchara con la sopa tibia—, el doctor dijo que debías alimentarte. Comerás y luego te daré tu medicina —Kat me miró confundida.
—¿Jean, realmente eres tú? —me preguntó, infinitamente asombrada, casi como si no me reconociera.
—Cierra la boca y come, es una orden.
Sonrió y tomó la sopa de la cuchara
Comió en silencio, yo mismo la alimenté. No protestó ni cuando le di la medicina, a pesar que se veía como un asqueroso jarabe. La abrigué un poco y me recosté a su lado, tratando de dormir. Pasaron unos minutos en la oscuridad y su vocecita empezó a retumbar en mis oídos.
—¿Qué eras antes de encontrarnos, Jean? —me preguntó.
—Te dije que durmieras.
—No puedo.
—Pues dormirás, aunque no puedas.
Se levantó y caminó lentamente hacia el interruptor de la luz. Luego buscó su bolsa y sacó ese libro que me mostró antes. Se acercó y me lo entregó.
—Quiero darte esto —dijo.
—No puedo recibirlo —respondí, tratando de devolvérselo, pero ella me sostuvo de las manos, empujándolas suavemente hacia mi pecho.
—Es importante para mí que lo leas.
La miré unos instantes y dejé el libro sobre la pequeña mesa que tengo al lado de la cama.
—Ahora apaga esa luz y duerme —le ordené, recostándome de un costado para no verla. Ella obedeció mi orden de apagar la luz, pero no la de dormir.
—Jean.
—Y ahora qué.
—Creo que estoy comenzando a enamorarme de ti.
—¡Duérmete carajo!
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Praetorian - Días Sin Luz
Science FictionJeremy Fletcher es un Cadete de la Academia Espacial Vega quien es asignado en el año 2134 al célebre acorazado Anomalocaris y enviado a una misión de reconocimiento a un lejano sistema estelar, colonizado por los humanos. Durante el viaje recibe de...