Capitulo 4 (parte 4)

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El que se había ganado el mando.

Dave fue el que sufrió más que ninguno. Algo le ocurría; se tornó cada vez más hosco e irritable, y cuando se hacía el alto nocturno, preparaba de inmediato su cubil y allí había que darle su ración. Una vez libre del arnés, no volvía a levantarse hasta la mañana siguiente. A veces, en marcha ya, cuando se sacudía por una parada brusca del trineo, o cuando se esforzaba para emprender la marcha, gemía dolorido. El conductor lo examinó, sin poder encontrarle nada. Todos los conductores se interesaron en su caso. Lo comentaban a la hora de las comidas, y al fumar su pipa antes de acostarse; y una noche realizaron una consulta. Se lo llevó de su cubil al fuego y lo palparon por todas partes hasta que gimió dolorosamente varias veces. Algo en su interior andaba mal, pero no pudieron localizar ningún hueso roto ni averiguar de qué se trataba.
Para cuando llegaron a Cassiar Bar, estaba tan débil que cayó repetidas veces en el camino. El mestizo hizo alto y lo retiró del equipo, asegurando a Sol-leks en su sitio. Su intención era hacer descansar a Dave, dejándolo correr en libertad detrás del trineo.

Enfermo como estaba, Dave se resintió porque lo sacaron de los arneses, gruñendo y ladrando mientras se aflojaban las bridas, y gimiendo apesadumbrado cuando vio a Sol-leks en la posición que fuera suya durante tanto tiempo. Era el suyo el orgullo del sendero, y enfermo de muerte, no podía soportar que otro perro hiciera su trabajo.
Cuando partió el trineo, Dave corrió por la nieve a lo largo del camino, atacando a Sol-leks a dentelladas, embistiéndolo y tratando de arrojarlo sobre la nieve blanda al otro lado del sendero, esforzándose por saltar entre las riendas y colocarse entre Sol-leks y el trineo, y todo el tiempo gemía y se lamentaba presa de horribles dolores. El mestizo trató de alejarlo con el látigo; pero Dave no prestó atención a los golpes, y el hombre no tuvo lugar para castigarle con mayor fuerza. Dave rehusó correr por el camino detrás del trineo, donde le sería fácil hacerlo, sino que continuó saltando por la nieve blanda, donde era muy dificultosa la marcha, hasta que quedó exhausto. Entonces cayó aullando lúgubremente cuando el largo tren de trineos pasó a su lado.
Con el resto de sus fuerzas, se las arregló para seguir avanzando a rastras hasta que el tren hizo otra parada, y entonces se acercó a su trineo y se detuvo al lado de Sol-leks. Su conductor se demoró un poco para pedirle fuego para su pipa al que iba detrás de él. Luego se volvió y dio la orden de partida a sus perros. Estos emprendieron la marcha con extraordinaria facilidad, volvieron las cabezas con expresión inquieta, y se detuvieron sorprendidos. El conductor también demostró sorpresa; el trineo no se había movido.
Llamó a sus camaradas para que observaran lo ocurrido. Dave había cortado las riendas que aseguraban a Sol-leks, y se hallaba parado frente al trineo en su sitio de costumbre.
Imploró con la mirada para que lo dejaran allí y el conductor demostró su perplejidad. Sus camaradas comentaron el hecho de que un perro sintiera pena al ser alejado del trabajo que lo estaba matando, y recordaron ejemplos de perros que, demasiados viejos para la tarea, o heridos, habían muerto porque los retiraron del equipo. También consideraron que sería misericordioso (ya que Dave debía morir de cualquier manera) que muriese en su puesto, satisfecho y contento. De modo que le colocaron el arnés, y orgullosamente unió su

esfuerzo al de los demás, aunque en repetidas ocasiones gimió involuntariamente por el dolor que le corroía las entrañas. Varias veces cayó y fue arrastrado por sus compañeros, y en cierta oportunidad el trineo le pasó por encima, de manera que siguió la marcha cojeando dificultosamente.
Pero se mantuvo de pie hasta llegar el momento de acampar, y su conductor le preparó una cama cerca del fuego. Al llegar la mañana estaba demasiado débil para viajar. A la hora de enganchar, trató de arrastrarse hasta el trineo. Con esfuerzos convulsivos logró levantarse., se tambaleó un poco y cayó. Luego se fue adelantando lentamente hacia el equipo. Avanzaba las patas delanteras y arrastraba el cuerpo detrás de ellas en un movimiento lento y doloroso, para volver a repetir la operación y avanzar unas pocas pulgadas más. Al fin le abandonaron as fuerzas, y sus compañeros le vieron por última vez echado en la nieve y mirándolos con expresión ansiosa. Pero siguieron oyendo sus fúnebres aullidos hasta que pasaron un pequeño bosque a la orilla del río y lo perdieron de vista.
Allí se detuvo el tren. El mestizo escocés regresó lentamente hasta el sitio donde acamparan. Los hombres callaron un momento. Sonó el estampido de un disparo de revólver y el mestizo regresó apresuradamente. Restallaron los látigos, los cascabeles tintinearon alegremente y los trineos se deslizaron por el sendero; pero Buck sabía, como todos los otros perros, lo que había ocurrido detrás de los árboles de la orilla del río.

@$^*\! ❤️

La llamada de lo salvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora