Amargo despertar.

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Se cierne sobre mí llenándome de besos el cuello, los pechos...
Le acaricio el brazo izquierdo lleno de tatuajes y el torso duro como una roca.
-Eres preciosa -dice sin aliento.

Abro los ojos a una dulce mañana de otoño. Los rayos de sol entran cálidos y naranjados por las finas aberturas de las cortinas. Me estiro en la cama y siento los músculos doloridos.

Entra y sale de mí lentamente. Siento que me estoy consumiendo por sus besos cadenciosos y el inminente orgasmo que se está formando en mi epicentro. Nos hace girar sobre la cama sin romper nuestro enlace y se levanta hasta quedar sentado conmigo encima. Empiezo a moverme despacio sobre él. La sensación es indescriptible, no tengo palabras para describirlo. Me abraza muy fuerte contra él sin dejar de atormentarme con su boca. Yo hago lo mismo. Le abrazo tan fuerte como mis pocas fuerzas me permiten.
- ¿Estás lista, preciosa? -susurra contra mis labios cegándome con esa mirada de posesión que me está volviendo completamente loca.

-Sí -jadeo.

-Juntos. -Me sujeta las caderas con ambas manos y me aprieta contra su erección haciéndome saltar por los aires cuando le siento tan, tan profundo -. Dios...Ana...

Un pellizco se instala en mi vientre cuando recuerdo lo de anoche.
Fue tan...dulce y tierno a veces y tan brutal otras.

- ¿Te he hecho daño? -susurra arropándome con la sábana y envolviéndome con su brazo.

-No.
Entrelaza sus dedos con los míos y me besa la mejilla.

-Duerme, pajarillo.
Sonrío y cierro los ojos.

Christian no está mi lado. No se oye nada en el baño ni en el salón.

- ¿Christian? -le llamo pero nadie me contesta. Sé que durmió conmigo. Le noté varias veces durante la noche cuando me desperté por el calor de su cuerpo enredado al mío.
Me incorporo en la cama y veo en la mesa baja que hay en el salón una carpeta roja y en el sofá tres bolsas muy elegantes de color dorado y hueso.
Frunzo el ceño pero la curiosidad me puede y salto de la cama para ir a ver.
En una de las bolsas hay un precioso traje de falda de tubo y americana negra de Prada. Y una camisa de seda blanca. En otra de ellas; lencería de encaje de color blanco de Victoria Secrets y medias negras. En la otra bolsa, una caja de zapatos guarda unos preciosos tacones de Manolo Blahnik de estampado de serpiente en tonos grises y un bolso a juego.
¡Por todos los santos!
Me giro hacia la mesa y abro el dossier.
Dentro hay una nota y algunos papeles.
Suspiro.
Frente a mí veo una cafetera de cápsulas y agradezco a todo por ello.
Necesito café para hacer frente a esto.
Me siento unos minutos después en el sofá con una taza del café Latte más
bueno del mundo y empiezo a leer.

Ana, he tenido que marcharme. Tenía una reunión importante muy temprano.
Gracias por pasar la noche conmigo. Has estado realmente magnífica.
Te he dejado la ropa que necesitas para ir directamente al trabajo. Seguro que estarás preciosa con ella. También me gustaría que leyeras atentamente y firmaras los documentos que hay a continuación.
Christian.

Un escalofrío me recorre la espalda cuando leo el encabezado del documento.
"CONTRATO CONFIDENCIAL."
Respiro hondo hundiendo la decepción en el fondo de mi ser y lo leo atentamente.
Aprieto los puños cuando descubro en una cláusula muy bien detallada que por haber pasado la noche con él y firmar el acuerdo me embolso cinco mil dólares.
Maldito tío creído.
Dios sabe lo bien que me vendrían los cinco mil pavos, pero mi cuerpo no está en alquiler.
Tacho con mucha saña la cantidad perteneciente y pongo un cero bien gordo.
Reprimo las ganas de dibujarle alguna grosería y firmo los documentos.
Me visto con mi ropa de anoche y dejo su ropa y sus documentos sobre la mesa. Ni siquiera miro atrás al salir por la puerta. Me topo con una mujer que trae un carrito lleno de comida.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora