Regalos.

401 51 4
                                    

Despido a mi abogada en la puerta del edificio dándome muy buenas expectativas ante lo que tengo por delante tanto si voy a juicio como si no.
Ando hacia la cafetería que hay a una manzana del Zafire donde hacen mi café moka favorito.
Mi teléfono suena dentro de mi bolso pero lo ignoro.
Sé perfectamente que es él.
Solo pensar en él y... Respiro hondo entrecortadamente y miro al cielo evitando que mis lágrimas salgan.
No piensen en él.
No pienses en él.
Mi móvil vuelve a sonar. Y otra vez.

-Señorita Steele -dice Sawyer detrás de mí-, póngase al teléfono, por favor -pone su teléfono por encima de mi hombro. Lo rechazo y ando más deprisa.
Oigo como le dice algo que no quiero oír y sigo adelante.
-Señorita...
Me vuelvo de golpe hacia él que se detiene el acto y me mira apenado al ver mis ojos seguramente rojos.

-No me sigas más -siseo.

-Pero...

-O te vas o llamo a la policía, Sawyer, y de verdad que no quiero hacerlo por respeto a ti.
Suspira mirándome con compasión y asiente. No sé por qué, pero mis ojos se llenan aún más de lágrimas.
Me doy la vuelta y sigo andando. Miro al suelo dejando que dos lágrimas caigan por sí solas despejando mis ojos y vuelvo a seguir mirando al frente, cabreada, no, furiosa. Ando mirando a la nada, mirando a nadie mientras recorro las concurridas calles de Londres sin saber dónde ir.
Y entonces lo veo.
¿Ahora tengo visiones? Maldita sea, no es una visión.
Viene hacia aquí como una bala, ni siquiera se molesta en ocultar su enfado delante de la gente. Bueno, él siempre parece enfadado. Siempre, menos cuando está dentro de mí.
Maldita sea, olvida eso.
Mis pasos se van ralentizando mientras le veo sortear a la gente y de pronto le tengo frente a mí.
En tacones no me saca mucho, pero aún así tengo que mirarle desde abajo. Sostiene mi codo con firmeza y mira el coche.

-Vamos -sisea. Yo no me muevo.

-No.
Gruñe fulminándome con la mirada.

-No me jodas, Ana.
Me suelto de un tirón haciéndole mirar a todos lados.

-No me jodas tú a mí. O te largas o te monto un pollo en medio de la calle.
Achina los ojos con una mirada aterradora y vuelve a cogerme el codo.

- ¿Me estás amenazando? -Se ríe sin pizca de gracia -. ¿O te subes al coche por tu propio pie o te subo yo a la fuerza? ¿Tú eliges? -Intento soltarme sin éxito.

-Me estás haciendo daño, animal.
Se encoge de un hombro indiferente.

-Haré lo que tenga que hacer para llevarte conmigo. Sube al puto coche. -La frialdad de sus palabras es acojonante.

-Vete a la mierda -escupo cada palabra con rabia. Se agacha agarrándome de las rodillas y me carga a su hombro.
- ¡Suéltame, imbécil! -Me ignora y sigue andando -. ¡Eres un energúmeno! ¡Suéltame! -pataleo y le doy golpes con los puños en las piernas pero nada tiene éxito. De pronto caigo sobre el cuero de los asientos de su coche.
Hiperventilo mientras me acomodo la ropa y el pelo.
La otra puerta se abre y se sube cerrando de un portazo. Me siento bien de golpe con un cabreo de cojones al mirarle.

-Ana, si te digo que... -Le cruzo la cara de un guantazo que lo deja callado, en silencio y con la cara ladeada-. Te dije que... -Se la vuelvo a cruzar presa de la rabia, de la decepción y unas ganas tremendas de besarle. Sí, quiero besarle hasta que me duelan los labios. Pero también quiero matarle por lo que me ha hecho -. ¿Has acabado? -Me atraviesa la cabeza con esa mirada llena de coraje. Me lanzo contra él para golpearle de nuevo pero me apresa en el suelo de su enorme coche sujetándome las manos sobre la cabeza y el cuerpo con la presión del suyo.

- ¡Suéltame! ¡No quiero verte, ni hablar contigo! -forcejeo para soltarme pero él aprieta más.

-No hasta que te calmes y me escuches.
Intento levantar la rodilla para darle una patada en los huevos pero esquiva el golpe moviendo las caderas-. ¡No hagas eso, joder! -dice perplejo.
Intento hacerlo con la otra pero se mueve rápidamente y se encaja entre mis piernas.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora