Londres.

331 49 9
                                    

Londres.

Su avión privado aterrizó con la hora prevista para volver al trabajo justo cuando mi mente volvía a la tierra después de haber estado perdida durante todo el fin de semana.
Cuando he abierto los ojos un precioso vestido de Prada azul marino de raya diplomática con botones dorados a un lado me esperaba colgado de la silla junto a unos Louis Vuitton con esmaltado de brillantina dorada y un precioso bolso.
Era todo un derrochador, pero a mí me encantaba que me consintiera. No lloriqueaba ni me sentía mal porque gastara su dinero en mí. Todo lo contrario, sabía que podía permitírselo y yo estaba encantada de recibir todo lo que quisiera darme.
Habíamos desayunado en el avión después de dormir todo el viaje y ahora íbamos juntos al trabajo. Era la primera vez que lo hacíamos y yo me sentía muy rara.
Hacía varios minutos que había desconectado de su conversación al teléfono con un francés. Al parecer había un problema con una de las compañías que usamos para hacer inversiones. Una empresa de transportes. El gobierno ha cerrado la entrada y salida por esa ruta y no había manera de que pudieran entrar a Praga para hacer las entregas de no sé qué.
Le miro y prácticamente me quedo ensimismada. Lleva un traje tres piezas del mismo azul marino que mi vestido, camisa blanca y una corbata del mismo azul con detalles dorados.
Sonrío encantada con esos pequeños detalles.
Miro por la ventanilla mientas atravesamos Picadilly y veo la marabunta atareada hacia sus trabajos. Andando rápidamente para no perder el metro, el bus o conseguir rápidamente un taxi.
El cielo vuelve a estar encapotado de nubes grises de lluvia. Muy diferente al celeste claro del cielo del Cairo, pero siempre me ha parecido un clima sosegador.
Christian cuelga el teléfono y vuelve a enfrascarse en otra llamada. Esta vez en español.
Me giro hacia él y le miro de nuevo. Tan guapo, sexy, poderoso e irresistible como él solo, y a la vez tan frío, tan oscuro y peligroso. Ignoraba la oscuridad que ensombrecía su luz cegadora. Sabía que había algo oscuro en él, pero algo dentro de mí no quería saberlo. Sentía su pasión cuando me hacía el amor, sus caricias marcaban a fuego lento mi piel. Dormía cada noche envuelta en su calor, sintiendo su respiración muy cerca, y todas mis dudas sobre él se me iban con una repentina ráfaga de viento. Algún día sabría que hay detrás de esa fachada tan perfecta. Algún día estaría preparada para saber qué oscuridad había en sus noches tormentosas. Pero por ahora solo quiero estar tranquila. Concentrada en mi trabajo y en mi bebé.
Sonrío y pongo la mano en mi vientre disimuladamente.
¿Estoy preparada para ser madre?
Estoy en mi mejor momento.
Su endurecida mirada se derrite cuando me mira y baja la mirada a mi vientre.

-Mantenme informado, Gonzalo. Tengo que dejarte -dice en un perfecto español y cuelga -. ¿Estás bien, cariño? -Guarda el móvil en el bolsillo interno de la americana y extiende la mano posándola sobre la mía.

-Sí. Estoy muy bien.
Ladea la cara mirándome el vientre.

-Ven aquí -dice en voz baja.
Me subo en su regazo estirando las piernas por el asiento y le abrazo. Christian me rodea la cintura y pone la mano en mi vientre.
-Puede que tengamos que viajar a España, Ana. -Levanta la cabeza y me mira-. Tendrás que ver a una doctora especialista para saber si es seguro que viajes en avión.
Me río.

-¿Y exactamente qué quieres que le diga? "Doctora, puede que esté embarazada de dos días, ¿puedo viajar en avión?"
Bufa enfurruñado y vuelve a mirar mi vientre.

-Podemos decirle que estamos intentando tener un bebé. Aunque mi bebé ya está aquí dentro. -Abre la mano abarcando mi vientre y lo acaricia. Suspiro.

-Oye -acuno su mejilla y le levanto la cara-, soy tan responsable como tú de esto, pero... no creo que sea el mejor m....

-No llames "esto" a nuestro bebé, Anastasia -dice cortando enfadado mis palabras y pronuncia mi nombre completo enfurecido-. No creemos en el amor, pero sí en el respeto, en la confianza, en la protección. Dijiste que eso era más importante para ti que el amor y yo puedo dártelo. Puedo darte eso y mucho más -dice con vehemente pasión y yo le creo. O estoy desesperada por creerle, no sé.
Me inclino y le beso los labios. Cierro los ojos y hundo la lengua en su suave boca con sabor a café.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora