Desolación.

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Una niña pequeña corre feliz. Ríe y salta por un extenso prado verde donde el viento mueve las ramas de un árbol haciendo caer las hojas secas sobre ella. Sobre su pelo cobrizo, recogido en dos coletitas que bambolean con sus saltitos. Se agacha, recoge un puñado de hojas y las tira hacia arriba.

Se ríe despreocupada y sin medidas con ese abandono inocente que te da la infancia, cuando nada te preocupa, cuando nada te duele, cuando nada te roba el sueño.Mi corazón se detiene cuando me mira con esos ojitos grises llenos de vida, esa sonrisa feliz y esa piel pálida llena de luminosidad.

- ¡Mami! -Corre hacia mí -. Mami. Mami -y de pronto una ráfaga negra se la lleva por delante.

- ¡Noooooooo!

Abro los ojos de golpe y la luz de la ventana me ciega y vuelvo a cerrar los ojos. A mis oídos llegan distorsionados el sonido de una música muy suave y relajante. Abro lentamente los ojos y veo frente a mí un televisor de plasma sintonizando un capítulo de Friends sin sonido. La habitación es muy bonita, pintada de un azul cielo, pocos muebles pero muy bonitos de color nogal; un aparador bajo la tele lleno de ramos de flores. A cada lado de mi cama dos mesitas altas también con flores. A la izquierda un sofá verde con dos cojines beis y una mesita baja enfrente donde hay un periódico, un portátil y otro centro de flores. Ladeo la cabeza y miro por la ventana. Lo que veo de edificio es gris y parte del letrero en lo alto del edificio. Lond... Deduzco que será el London Clinic. Claro. Christian no podría traerme a otro lugar más pijo. Tardo en darme cuenta que la música viene de unos audífonos y levanto la mano para quitármelo pero el dolor me frena en seco. Tengo el hombro vendado y parte del brazo. Intento moverme para verme pero un atroz dolor me recorre el cuerpo.
Suspiro cuando pasa.
¿Qué ha pasado?
La puerta se abre y Christian entra con cara seria, un periódico bajo el brazo y un vaso de café de Starbucks. Se detiene en seco cuando me mira. Tiene bolsas de cansancio bajo los ojos, la barba más larga que de costumbre, lleva el pelo húmedo y va sencillamente vestido con unos vaqueros, camiseta blanca y una sudadera azul marino. Es tan guapo que parece irreal. Incluso con los signos del cansancio en la expresión. Pero me mira abatido, serio y triste. Se acerca a mi cama y me quita los cascos de los oídos con cuidado y me acaricia la mejilla con su mano suave.

-Hola, pajarillo. -Se inclina y me besa castamente los labios. Christian pone una mano en mi vientre sobre la mía y la acaricia con suavidad-. Lo siento.
Hago una mueca de dolor. Ladeo la cara y miro por la ventanilla.
He perdido mi bebé.
Mi uno por ciento de bebé ya no está dentro de mí.
Los ojos se me llenan de lágrimas que detengo en seco.
Cierro los ojos y respiro hondo.
No voy a llorar más.

- ¿Qué ha pasado? -Me rajo la garganta seca al hablar.

-Toma agua -dice poniéndose de pie al momento y me sirve un poco de un dispensador y me da de beber.
Sus ojos me miran muy preocupados, llenos de miedo y rabia.
Paladeo el frescor del agua que me ofrece sin dejar de mirarle.

-Cuéntame que ha pasado -le digo y él suspira.
Hago una mueca de dolor al moverme y a Christian le cambia la cara.

-Llamaré primero a la doctora, Ana. Llevas cuatro días en coma.
Le agarro la mano.

-Primero me cuentas que ha pasado -le digo con frialdad y él se queda quieto mirándome-. Todo -le advierto.
Me mira durante unos segundos lleno de dudas pero termina asintiendo.
Se sienta en mi cama y sostiene mi mano con ternura.

-¿Recuerdas el hombre que conociste en la gala a la asistimos en El Cairo? Linc. -Asiento-. Ese hombre se hizo con mucho poder en Rusia e hizo que mi familia y yo tuviéramos que salir huyendo de allí. Mi padre tenía una empresa petrolera. En Rusia no se daba un paso sin que mi él lo supiera. Movía mucha droga por el país y blanqueaba el dinero a gente muy importante. Linc era socio de mi padre en aquel entonces. Pero era más ambicioso y quería que su poder se extendiera aún más. Mi padre se negó a ello. Mi hermano y yo habíamos nacido y no quería correr más riegos de los necesarios. Hasta que un día, Linc decidió que ya no necesitaba a mi padre para nada. Le acusó ante el FBI destapando desfalcos y trasferencias de dinero a paraísos fiscales. Cuando registraron mi casa había cocaína enterrada en el jardín. Linc se la había jugado muy bien a mi padre. Las leyes de Rusia son más estrictas que las americanas, Ana. Lo único que nos quedaba allí era muerte y deshonra.
>>Mi padre tenía influencias en el gobierno y consiguió tiempo para que pudiéramos escapar. Hizo un trato con el gobierno inglés a cambio de que nos dieran asilo y protección.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora