Instinto de madre lobuna.

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El día pasó con un suspiro.
Me había encerrado en mi despacho y me había dedicado a trabajar sin descanso.
Luke me había traído un sándwich y un zumo cortesía de Christian que tiré a la basura delante de sus ojos.
No quería saber nada de él. Nada.
Quería olvidarme de todo. Volver a empezar mi vida cuanto antes.
No sabía que me deparaba el mañana, pero enfrentaría cualquier cosas sin miedo como había hecho siempre.
A las cuatro empiezo a recoger mi mesa. El sueño y el cansancio están haciendo mucha mella en mí.
¿Es posible que ya empiece a notar los síntomas del embarazo? ¿O Christian me ha contagiado sus ganas?
Me pongo el abrigo y cojo mi bolso para salir del edificio.
Luke me espera justo al salir de mi oficina.

-Señora, el señor quiere que la lleve al ático -suspiro. Ladeo la cara cuando oigo unas risas. La escandalosa risa de Elena mientras sale de su oficina con Christian.
Los ignoro y recorro el pasillo hasta el ascensor.

-Llévame a mi casa, Luke -le digo y él se vuelve para mirarme.

-Señora, tengo órdenes de...

-Solo quiero recoger algunas cosas, Luke. Luego iremos al ático -le digo con una sonrisa dulce y él asiente obediente.
El ascensor baja y él escribe algo en su móvil.
Así serán de nuevo las cosas: ¿se irá por las noches a que lo vean con otras?
Me llevo la mano al vientre y suspiro.
¿Así se supone que será mi vida?

Mi barrio no ha cambiado nada.
Sigue siendo igual de peligroso, igual de maloliente. Y mi hogar, sigue siendo la misma caja vieja que dejé no hace muchos días pero que para mí han sido siglos.
Abro la puerta y el olor a humedad me asalta el olfato y doy una arcada.

-¿Señora, se encuentra bien?
Asiento varias veces e intento respirar lentamente.

-Sí, Luke, gracias. Llevo días sin aparecer por aquí y ventilar -le digo entrando en casa.
Abro las ventanas y un aire helado llena el salón.
Recorro el pasillo hasta mi habitación y los recuerdos de un hombre borracho arrastrándose por él me asaltan la mente. Acaricio suavemente alguno de los arañazos que marcan la pared de pladur de color verde manzana hasta mi habitación.
Respiro hondo al ver la cama y cierro los ojos con fuerza.

"-Relaje, perra. Vas a disfrutarlo."

Me estremezco de repulsión pero mantengo la calma y voy hacia mi armario. Nada que ver con el vestidor que me ha regalado Christian.
Pero yo no me apego a nada por mucho que me guste, ni a ropa, ni a comodidades, ni siquiera al dinero. Mucho menos a él.
Me pongo ropa cómoda: unos leggins de color negro, una camiseta de tirantes blanca y un jersey de lana ancho y de cuello alto.
Vuelvo a la cocina donde Luke me echa una mirada seria desde el salón al ver mi ropa.
Abro la nevera y tiro todo lo que hay. Casi todo en mal estado.

-Señora, deje eso, yo lo haré. Y deberíamos irnos.
Niego con una sonrisa.

-No es nada, Luke. Yo puedo hacerlo sola -le digo ignorando su toque de queda y él suspira haciéndose a un lado.
Lleno una bolsa de basura de la nevera y tiro también fruta que había dejado fuera.

-Bajaré a tirarla, Luke.
Rápidamente me pide la bolsa de la mano.

-Yo lo haré, señora. Usted termine con lo que queda.
Asiento amable y tomo asiento en el sofá abatida cuando sale por la puerta.
Cierro todas las ventanas y echo las persianas.
Cuando vuelvo al salón todo está oscuro y deprimente. El que ha sido mi hogar desde que nací y en el tanto sufrí, esta noche se me hace insoportable de respirar siquiera el aire cargado de sufrimiento y dolor.
Luke toca la puerta con fuerza sin hacerse esperar. Me arrastro hasta la entrada de casa sin ánimos ni fuerzas y cuando abro me encuentro de pleno con Christian.
Suspiro e intento cerrar la puerta pero él la detiene y da un paso hacia mí y me abraza. Yo me mantengo quieta, con los brazos bajados.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora