Capítulo Tres

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No recordaba que el instituto fuese tan duro para mí. En realidad, hasta ahora todos pasaban de mí, pero ahora me miran y me señalan como si fuese un bicho raro o algo peor. No quiero ni pensar en ello.

Al entrar al comedor, todos se me quedan mirando de nuevo. Las personas que están sentadas en las mesas por grupos comienzan a hablar entre ellos, soltando alguna que otra risita. Mientras cojo una bandeja de plástico de color azul y me echo un sándwich, una magdalena y un zumo de frutas, escucho un grito que me hiela la sangre detrás de mí:

-¡Aaaaaah! ¡Aléjate de mí!

Sorbo mi nariz y me muerdo el labio inferior para no echarme a llorar al mismo tiempo que le doy a la mujer del mostrador el dinero de la comida. Ella solo me dedica una mirada fría y me devuelve el cambio. Después, me doy media vuelta y camino hacia la única mesa vacía de todo el comedor, que está reservada exclusivamente para mí desde que llegué a este instituto, con cuidado de no tropezarme con alguna pierna puesta a posta en mi camino para hacerme tropezar. A salvo, me siento en el banco y desenvuelvo mi sándwich para empezar a comer.

Ignorando lo que sucede a mi alrededor, la máscara del joven de la chaqueta anaranjada se cuela en mis pensamientos. El recuerdo del chico se me había quedado gravado en la mente y no había ninguna forma de quitármelo hiciera lo que hiciese.

¿Tal vez las pastillas no me estaban haciendo efecto? ¿Ese chico era también una alucinación? Puede que con una pastilla no sea suficiente y necesite más. No creo que pase nada por tomarme dos o tres, el médico dijo que no había nada de malo.

Otro grito hace que me trague un trozo de pan de golpe y sin masticar. Empiezo a toser y cojo el zumo de frutas rápidamente para darle un largo sorbo. Mientras tanto, toda la cafetería se parte de risa conmigo, como si fuese una especie de mono de feria. No soy capaz de terminarme el almuerzo. Lo echo todo a la basura y camino hacia la salida del comedor, tropezando esta vez por la pierna de un chico.

-¡Mira por dónde vas, pedazo de friki!- se mofó.

Me he golpeado con el suelo y me he hecho polvo las rodillas. la nariz me empieza a sangrar y siento que me está dando un ataque de pánico. Todo se vuelve borroso unos instantes y las voces de los demás se escuchan lejanas. Me levanto como puedo, tropezando un par de veces más antes de conseguir incorporarme. Cuando estoy de pie, salgo corriendo del comedor chocando contra la puerta y empujando para que se abra. Corro por el pasillo y giro en una esquina en el baño de las chicas. Me dejo caer sobre el retrete de un cubículo y rompo a llorar sin importarme que haya alguien que me pueda estar oyendo.

-¡Hola, Gwen!- Janice me saluda sentada en el sofá con una sonrisa, que se le desvanece cuando me ve entrar por el umbral de la puerta del salón -¿Qué tal te ha ido el día, cariño?

Bajo la cabeza y niego lentamente, tragando saliva y forzándome a mí misma para no ponerme a llorar delante de ella. Me descuelgo la mochila de los hombros y la dejo en el suelo.

-¿Qué quieres comer?

-No tengo hambre- respondo, casi en un susurro.

-¿Gwen? ¿Qué ha pasado? ¿Te han hecho algo en el instituto?

Se me escapa un sollozo. Esa es la señal para Janice, así que se levanta y se sienta a mi lado, me arropa con sus brazos y me atrae a ella.

-¿Quieres que vayamos a hablar con el director?

-¿Y qué le vais a decir?- suelto, alzando la voz más de lo que quiero -¡Todo el mundo está contra mí en el instituto, Janice! Los profesores me miran raro, los alumnos se ríen de mí, ¡hasta el conserje sabe quién soy!

Janice me observa apenada, sin saber qué hacer.

-Podemos cambiarte de instituto si quieres.

-Estoy a punto de terminar el instituto y ya he sufrido tres cambios, no quiero tener que pasar por eso otra vez.

Me había cambiado ya tres veces de instituto por los problemas que había tenido en ellos. Había montado una escena en clase como esta vez, en otra ocasión me abalancé sobre na chica que quería pedirme prestados unos apuntes y, la última vez, se enteraron de mis problemas y empezaron a meterse conmigo o a acosarme.

Comienzo a jugar con las mangas de mi chaqueta, inquieta. Janice está atenta a cada movimiento que yo haga. Su mano se estira lentamente y me acaricia el cabello con delicadeza para tranquilizarme, pero no consigue nada, soy incapaz de relajarme.

-Tengo... tengo qudeberes-deberes- murmuro, como excusa para poder subri a mi habitación y encerrarme allí para largarme a llorar. Ella mueve la cabeza de un lado a otro, negando.

-Puedes hacerlos más tarde. Ahora puedes contarme todo lo que te ha pasado.

Pero es que no quiero. Solo recordarlo, solo pensar que mañana tengo que volver a pasar por lo mismo otra vez, me provoca una presión en el pecho y unas náuseas que casi no puedo controlar. Temblores y ganas de salir corriendo para no volver jamás.

-Billy estará a punto de llegar, puedes hablar con él si quieres- me sugiere Janice, con una voz dulce y maternal -, podemos hacer algo para ayudarte, Gwen. Es importante que nos tengas en cuenta.

Solo asiento lentamente mientras acabo por dar mi brazo a torcer. Me siento en la mesa del comedor y Janice me coloca un plato abundante de carne y arroz. No tengo nada de hambre, pero me lo acabo comiendo todo. Después, hago los deberes y espero junto a Janice a que Billy vuelva a casa. Cuando atraviesa la puerta de entrada, es ella quien le cuenta la situación mucho antes de que él pueda prepararse la cena, y yo acabo por contarle lo que me pasó en clase y en el comedor.

-Mañana llamaré al director- sentencia él, de mal humor.

-Por favor, no lo hagas- le suplico, con un hilo de voz. Ha sido complicado contarlo sin llorar.

-No, claro que sí- me responde él, alzando el tono de voz -. Saben tu situación. Después de expulsarte, encima te vienen con esto, ¡es inconcebible!

trago duro y niego con la cabeza, dándome por vencida.

-Vete a la cama, Gwen- me pide Janice, dándome toquecitos en la espalda para que vaya hacia las escaleras.

-Pero...

-Tranquila, nosotros nos ocupamos de esto, ¿vale?

-Pero, es que no quiero que...

-Gwen, por favor- Janice me toma por los hombros y me atrae a ella para abrazarme con fuerza -. Después de todo por lo que has pasado, no podemos consentir que sigas sufriendo de esta forma.

Correspondo el abrazo en silencio y cierro los ojos al sentir su calidez. Después, ella me acompaña hasta la habitación, donde la venta a esta abierta. Janice se alarma y se acerca corriendo para cerrarla. Mientras pone el seguro para que se mantenga así toda la noche, mis ojos se fijan en la entrada del bosque del final de la calle, donde está ese chico de la máscara. Esta vez, fuera del recinto protegido.

-Janice...- balbuceo, señalando justo a la verja de alambre. Ella me observa preocupada.

-¿Qué sucede, mi amor?

-Hay un chico ahí... mira- ella se da la vuelta. Entonces, vuelve a mirarme, aún más preocupada.

-Cariño, ahí fuera no hay nada.

Se me hiela la sangre. Los ojos se me abren a más no poder y la boca se que queda abierta. Janice se me acerca con cautela y me da un beso en la frente. Mi piel se vuelve pálida como la nieve y se ha cortado la respiración.

-No te preocupes, seguro que solo estás muy cansada- dice, intentando tranquilizarme. No funciona -. Duerme, ¿vale?

Apaga la luz y sale de la habitación, pero yo no consigo dormir.

Schizophrenic[Masky]© Book 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora