Capítulo VI

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A la mañana siguiente y aun con la vestimenta de chico, Candy se dirigió junto a Terry a la oficina del reverendo para agradecerle todo lo que había hecho por ellos durante esos meses y por no haberlos echado a patadas cuando supo la verdad.

Candy escribió en un trozo de papel, los datos de Albert, así como los Eleonor, para que como último favor, el reverendo les notificaran que todo estaba bien y necesitaban que fueran por ellos.

—Ustedes dos son la prueba eminentemente que cuando el amor es verdadero, es capaz de vencer todos los obstáculos —decía el reverendo Paul Bonne —pueden permanecer en monasterio hasta que vengan por ustedes, pero como comprenderán no puedo permitir que estén juntos —les dijo al verlos tomados de la mano —y tu hija —se dirigió a Candy —como te lo dije ayer, es admirable lo que hiciste en nombre del amor, pero por el momento debes seguir actuando como lo has hecho hasta hoy y continuar con tus obligaciones dentro del monasterio. Igual tu Terrence —se dirigió al joven castaño —se que mueres por estar cerca de Candy, pero debes guarda tu distancia lo menos que queremos en este momento es escandalizar al resto de los seminaristas ¿verdad?.

Ambos jóvenes asintieron.

—Muchas gracias por no juzgarnos y permitirnos permanecer aquí hasta que vengan por nosotros —Terry tomó su mano e hizo una reverencia.

—Esperaré la invitación de vuestra union.

—Y nosotros esperamos pueda estar presente, sería un honor que fuera usted quien oficie nuestra unión —dijo Terry con una sonrisa al ver el sonrojo en las mejillas de Candy. Sabía que iba muy aprisa, pero no iba a perder el tiempo en tonterías y arriesgarse que algo mas pasará y amenazara con separarlos nuevamente.

El resto del día fue tranquilo, pero ambos se obligaron a evitarse ya que después de la manera como se habían besado la noche anterior seria imposible que no lo repitieran y lo menos que querían era defraudar el voto de confianza que el reverendo Bonne les había dado.

A la mañana siguiente, Albert en compañía del Duque de Grantchester llegaron por ellos. Al ver a su padre salir del auto, Terry se puso rígido, ya que aún cuando Candy lo puso al tanto de todo lo que el Duque había hecho, él lo veía con desconfianza. Aún no podía creer que su padre estuviera haciendo todo aquello por él.

—Hola Terrence.

—Su excelencia —Terry hizo una reverencia.

El duque suspiró. Era evidente que su hijo aún se encontraba resentido con él.

—Me alegra que la señorita Ardley te haya hecho entrar en razón.

Terry enarcó una ceja escéptico

—¿En verdad te alegra?

—Por su puesto —respondió el Duque —Quiero conocer los nietos que ustedes dos me darán.

Terry ladeó el rostro ante la sorpresa que le causaron las palabras tan directas de su padre. Candy en cambio se sonrojó hasta la médula.

Albert fingió un ataque de tos y habló para salvar a Candy de aquella situación.

—Hola Terry

De manera sorprendente, el rostro de Terry pasó de la desconfianza a una genuina alegría.

—Albert amigo, que gusto verte —ambos se abrazaron —no tienes idea la sorpresa que me llevé cuando Candy me dijo que tu eras el famoso Tío abuelo —Terry entrecerró los ojos —como deseas que te llame ¿Albert, señor Ardley, suegro, cuñado o prefieres Tio abuelo? —se burló.

Albert comenzó a reír

—Es agradable ver que conservas tu humor negro —golpeó su hombro —para ti al igual que para mis amigos sigo siendo Albert, el amigo —sonrió mientras estrechaba a Candy en sus brazos y la saludaba —Creo que es mejor que ingresemos al auto y vayamos a casa de la señora Baker, los demás aguardan por nosotros.

Todo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora