Capitulo VII

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El sonido del silbato de la enorme máquina de acero, les indicaba que estaba por llegar a la estación de New York. Candy cerró los ojos y el rostro de cierto actor Shakespireano de impresionante ojos azules con destellos verdes vino a su mente. El puro recuerdo de su amado, provocó que la chica rubia soltara un suspiro y sonriera tontamente.

—¿Eres feliz pequeña? —preguntó un sonriente Albert sacándola de sus pensamientos ensoñadores.

—Completamente —respondió la joven con una amplia sonrisa.

—Realmente eres mucho mas linda cuando ríes que cuando lloras —dijo el joven patriarca al ver la deslumbrante sonrisa de su hija adoptiva.

Escuchar aquellas palabras provocaron que Candy tuviera un dejavú de la vez que conoció a cierto chico que portaba una vestimenta Escocesa y tocaba una hermosa melodía con un artefacto que ella comparó con caracoles pero que en realidad era una gaita.

Con ojos muy abiertos, Candy observó a Albert detenidamente. Cubrió su boca al reconocer finalmente aquella sonrisa sincera. Albert, además de ser su amigo y padre adoptivo, era también aquel chico a quien ella durante su niñez llamó "El Principe de la Colina".

—Albert, ¿eras tú?

—¿Que cosa?.

—El chico que vi en la colina de Pony hace muchos años y tu son la misma persona.

—Ah eso! —Albert comenzó a reír al recordar que Candy lo comparó con un astronauta y que llamó caracol a su gaita.

—¿Por que no me lo habías mencionado?

—Porque no me lo habías preguntado —respondió el rubio encogiéndose de hombros.

Ambos comenzaron a reír.

A la distancia, Emilia Elroy observaba como ambos rubios charlaban, por un momento abrazó la idea que aquella jovencita bien podría ser la hija que su hermano William y su cuñada Priscila habían procreado siendo ya de edad avanzada. El anuncio del médico de su estado fue una enorme sorpresa para todos, ya que sucedió justo unos meses después del nacimiento de Anthony. El galeno les advirtió que el embarazo era de alto riesgo y que por lo tanto, Priscila debía permanecer en cama la mayor parte del tiempo. Por esa razón se mudaron a Lakewood, que mejor lugar que aquella impresionante Mansion en las afueras de la ciudad de Chicago. Planificaron todo con sumo cuidado, permanecerían ahí la mayor parte del embarazo de Priscila, el médico viajaría desde Chicago para hacer el chequeo prenatal y dos meses antes del nacimiento de la criatura, regresarían a Chicago para que cuando el tiempo llegara, Priscila recibiera la atención médica necesaria.

Pero nada los preparó para que el parto se adelantara. En aquellas circunstancias se vieron obligados a actuar con rapidez y enviaron por la partera de aquel pequeño pueblo. Una mujer bastante entrada en años que muy apenas podia caminar, pero que hizo todo cuanto estuvo en sus manos por ayudar tanto a la madre como a la pequeña criatura, pero desafortunadamente las cosas se complicaron y tanto la criatura como su cuñada estaban en peligro de perder la vida.

Priscilla, pidió que salvaran a su bebé y de nada valió su sacrificio pues la criatura al ser prematura y al no contar con la atención necesaria, dejó de respirar minutos después, dejando a su hermano en la total desolación y en medio de su dolor al saber que de nada había servido el sacrificio de su amada esposa quien yacía en su brazos con la respiración débil, en un momento de rabia, le pidió a la anciana que se llevara el pequeño cuerpo lánguido de la bebé. Con las pocas fuerzas que aun le quedaban Priscilla pidió que la acercaran a ella y tras depositar un beso en su frente perdió la consciencia.

Ante el tumulto de acontecimientos, ella se debatía entre hacerse cargo del pequeño cuerpecito sin vida o auxiliar a su hermano que lloraba con tanto dolor mientras abrazaba el cuerpo de su esposa. Con todo el dolor de su corazón, optó por permanecer con su hermano que la necesitaba en esos momentos. Le pagó a la matrona por sus servicios y le entregó otra cantidad de dinero para que se hiciera cargo del cuerpo sin vida de la bebé, le entregó además una pequeña cesta que contenía algunas prendas que su cuñada había tejido para ella, entre ellos objetos con iniciales del nombre que había escogido si la criatura era niño o niña, y le pidió que la sepultara junto al pequeño cuerpecito.

Todo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora