Capítulo VIII

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Al llegar a la Mansion Ardley, cada uno ingresó a su habitación. Candy abrió su pequeña maleta, aquella que siempre la acompañaba, pero en esta ocasión cumplía una función muy diferente. La tarde que se despidió de sus madres, la señorita Pony, le entregó algunos objetos que llevaba con ella, la noche que la encontraron bajo la fuerte nevada.

Con una sonrisa en sus labios, Candy observó cada una de aquellas prendas, trazó con su dedo las letras bordadas en las esquinas de algunas de ellas, cerró los ojos, aún cuando no tenía la certeza, ella intuía que todo aquello había sido tejido por las manos de su madre. Imaginó lo mucho que debió trabajar para comprar los hilos y tejer aquellas hermosas cosas. El bordado era exquisito y las telas eran muy finas. Su madre sin duda debió ser una mujer diestra en aquellos menesteres. Sonrió al ver la pequeña muñeca de trapo, la cual estaba descosida de uno de sus costados. Era extraño, la pequeña abertura parecía haber sido hecha a propósito —Se encogió de hombros —iría mas tarde al salon de costura, buscaría aguja e hilo y la cosería.

Luego de acomodar todas sus pertenencias, bajó al comedor para reunirse con los demás.

La cena familiar se llevó a acabo en total silencio, y cuando finalizaron, Albert y Elroy se dirigieron al despacho.

—Tia Elroy, quiero agradecerle todo lo que ha hecho por Candy durante este tiempo y lo que estoy seguro seguirá haciendo.

—No hay nada que agradecer William, Candice me ha dado una gran lección de vida y me ha demostrado que es digna de portar el apellido Ardley.

—No sabe cuan complacido estoy de escucharle decir eso.

—Mañana iré con Candice a la modista, necesitamos un vestido a la altura y el tiempo apremia.

Albert suspiró, aquella noticia no sería del agrado de Candy, pero debía admitir que su Tia Elroy tenía razón, solo contaban con dos semanas para organizar todo.

—Tienes la lista de invitados?

—No —respondió el rubio —de echo habíamos pensado en algo familiar.

—De ninguna manera —Elroy negó con la cabeza —se trata del compromiso de la heredera de la familia Ardley y por lo tanto la fiesta debe ser un evento por todo lo alto.

—Pero Tia para eso se necesita tiempo.

—Déjalo en mis manos, me encargaré de todo, comenzaré hoy mismo con la lista de invitados.

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En la Mansión Baker, Richard Grantchester llegaba junto a Peter, para poner al tanto a Eleonor sobre lo sucedido esa mañana.

—¿Sabes algo sobre la hija del alcalde? —le preguntó el Duque a Eleonor luego que Peter terminara su relato.

—No mucho —respondió la rubia actriz —la he visto un par de veces, es una joven muy atractiva... ahora que lo recuerdo es bastante coqueta y ha sido titulares mas de una vez en la secciones de sociales del New York Times. —Richard, tenemos que hacer algo, no podemos permitir que esa muchacha se salga con la suya.

—Por su puesto que lo haremos —respondió el Duque —Peter haste cargo de ese asunto, busca hasta debajo de las piedras si es necesario, quiero un informe completo sobre Scarlet Robinson en mi escritorio lo mas pronto posible, donde estudió, si tuvo algún novio y que tipo de relación mantuvieron..... todo, necesito saber todo sobre ella, cualquier detalle de su vida, por muy mínimo que sea.

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