¡Maldita sea! Grité.
Sonó la alarma, lo que significaba que tenía que levantarme para mi primer día de colegio. Muy molesta y con sueño, me senté en la cama. Caminé lentamente hacia la ducha para refrescarme antes de bajar a desayunar. Enjaboné mi cabello con shampoo, apliqué mi crema de enjuague, y después de 10 minutos, finalmente salí de la ducha. Desenredé mi pelo y me lo sequé con el secador. Tenía bastante tiempo, por lo que siempre pongo mi alarma a las 6:00 a.m., así que no importaba lo que tardase.
Agarré un labial rosado y lo pasé por mis labios. No me gusta maquillarme para ir al colegio, así que eso fue rápido. Me até el cabello en una coleta y fui a buscar mi outfit para el día. Elegí una remera blanca con la inscripción "Believe in Love", unos chupines negros y unas chatitas. Me miré en el espejo y ya estaba lista para bajar a desayunar. Tomé un café con leche y agarré unas tostadas con mermelada del plato. Justo cuando iba a darle un mordisco a mi tostada, sonó el timbre. Fui a ver quién era y vi a Brenda, mi mejor amiga.
Me había olvidado por completo de que hoy ella había dicho que me pasaba a buscar, así que no pude terminar de desayunar. Agarré mi mochila y fui junto con Brenda hacia su auto. Había mucho tráfico, por lo que nos demoramos 15 minutos en atravesarlo para llegar al colegio. Cuando llegamos, fuimos directo a dirección para pedir los horarios. Brenda y yo nos alegramos al saber que teníamos las mismas clases. La directora, de mal humor, nos dijo que fuéramos rápido, ya que el timbre había sonado.
Cuando llegamos al salón, entramos rápidamente. La profesora nos miró con mala cara por llegar tarde y nos dijo que nos sentáramos. Ambas buscamos un lugar para sentarnos juntas, pero fue imposible. Brenda se sentó junto a Carol, una chica muy callada que nunca hablaba con nadie, y yo tuve que sentarme con Kate, la oxigenada. No soportaba a esa chica; siempre estaba presumiendo de lo linda que, según ella, era. La profesora decidió empezar el primer día de clases haciéndonos copiar cuatro hojas de nuestros cuadernos. Genial, ya nada podía ponerme de peor humor.
Sonó el timbre y Brenda y yo fuimos corriendo al comedor del colegio para comer algo. Teníamos 15 minutos antes de la próxima clase. Estaba por terminar mi comida cuando apareció Kate diciendo:
—Me voy a sentar YO con la mosquita muerta de Carol, porque a vos no te aguanto, ¡mugrienta!
Quise levantar mi mano para darle una cachetada, pero mi amiga me detuvo y me dijo que no valía la pena. Kate pegó media vuelta y se fue. Se me había ido el apetito, así que me dirigí al salón. Miré el horario que me había entregado la directora y me di cuenta de que teníamos economía. Genial, pensé yo, la materia con la que más problemas tuve el año pasado. No lograba entender nada en economía, odiaba esa materia.
Estaba recostada sobre mis brazos cuando escuché una voz masculina decir "Buenos días". Levanté la mirada y... ¿ese era el profesor de economía? Era hermoso, y se me escapó un suspiro. El profesor me miró y me dijo:
—¿Está usted bien, señorita?
Me sonrojé enseguida y respondí:
—Sí, estoy bien.
—Muy bien, entonces empecemos con la clase. Mi nombre es Dylan Scott y voy a ser su profesor de economía. Cualquier duda que tengan, me la dicen en clase, y después de hora me quedo ayudándolos.
Estaba tan entretenida mirando a mi sexy profesor que no me di cuenta de que me estaba pidiendo que pasara al frente a resolver una ecuación. Sentí cómo me ruborizaba cuando le pregunté si estaba bien y él estaba mirando mi trasero. Me señaló una parte de la ecuación y me dijo que la tenía que corregir. Pero, ¿cómo iba a arreglarla si no la entendía? Me quedé pensando y finalmente me rendí. Le dije:
—Profesor, no entiendo esto.
Todos empezaron a reírse y a tirar papelitos hacia adelante, pero el profesor dijo:
—¡Silencio! Tonto no es el que pregunta para saber, sino el que no pregunta por miedo a quedar como tonto. Zoe, te vas a quedar después de clase para que te explique lo que no entiendes.
Me quedé pensativa acerca de lo que había pasado, y no pude evitar recordar cómo el profesor, mi guapo profesor, me había mirado el trasero. Cuando sonó el timbre, me levanté para irme, pero escuché una voz que me detuvo.
—Te tienes que quedar para que te explique.
Muy nerviosa, fui a sentarme en un banco, pero él me dijo:
—Ven a mi escritorio, no muerdo.
Me levanté y fui hasta su escritorio. Le dije:
—Ya sé que no muerde, profesor. No le tengo miedo.
Una voz en mi cabeza me dijo: "Tus piernas temblorosas no dicen lo mismo."
—Deberías —dijo él con una voz seria y seductora.
—Mejor me voy. ¿Me puede explicar en la próxima clase?
—Okey, es una pena. ¿Quieres que te acompañe?
Miré hacia afuera y estaba lloviendo.
—Si no es mucha molestia, sí, por favor.
—Para nada, ven, vamos a mi auto.
Subí a su auto y fuimos yendo por donde yo lo estaba guiando, hasta que en un momento tomó otra calle.
—¿Qué hace, profesor?
—¿No dijiste que no tenías miedo? Yo te dije que te llevaba, pero no te dije dónde ni para qué.
Me asusté con sus palabras. No era una chica que le tenía miedo a los hombres, pero admito que a él sí le tenía miedo.
Él estacionó su auto y se desabrochó el cinturón. Se acercó a mí y me susurró suavemente al oído:
—No tiembles, no soy malo, al contrario.
Una lágrima cayó por mi rostro. Al verla, él se alejó de mí y se dispuso a manejar nuevamente. Me llevó hasta mi casa y me dijo:
—Adiós y perdón por lo de hoy, no fue mi intención ponerte incómoda.
Bajé de su auto, entré en mi casa, miré la hora y vi que eran las 8:00 p.m. Subí hasta mi cuarto para ponerme el pijama y bajar a cenar.
Cuando terminé de cenar, le di un beso a mi mamá, a mi hermano y a mi papá, y me fui hacia mi cuarto para dormir. Me acosté bajo las frazadas y cerré mis ojos, cuando de repente sonó mi móvil.
—Hola.
—Zoe, soy yo, Brenda. Perdón por la hora, pero quería decirte que mañana tenemos que ir de compras. A la noche, hay un chico de la escuela que va a hacer una fiesta de bienvenida y dijo que estaban invitados todos los del colegio. ¿Qué dices, vamos?
—Perfecto, gracias, chau.
Antes de que pudiera decir algo, Brenda colgó. Por eso la quiero, pensé.
Me puse a escuchar un poco de música y a revisar mis redes sociales, ya que mañana no tenía clases y se me había ido el sueño.
Fui cerrando mis ojos lentamente hasta que me quedé dormida.
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Quemada por la pasión
Teen FictionEsta es la historia de Zoe una adolescente de 17 años que se enamora de su profesor de economía Dylan Scott de 28 años. Ella odiaba el colegio hasta que lo conoció a el, un sexy y apuesto hombre dispuesto a llevarla al mismo cielo con solo acercarse...