X: Úneteles

58 12 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La mañana había sido un caos. O al menos, tanto como era posible en una casa como la nuestra, donde el orden y la disciplina tenían un papel protagónico.

Mis padres me habían ordenado preparar mi bolso hacia una semana, pero eso no impidió que mi madre lo desarmara para revisar todo por última vez. Sospecho también que estaba escondiendo algún dispositivo por el cuál comunicarnos.

Sospechar. Esperar. Básicamente son lo mismo.

Mi padre me llevó al piso de abajo a dar unos últimos golpes, dijo que no tenía la seguridad de que pudiera seguir entrenando mientras cumplía con mi trabajo en el palacio, pero tenía la impresión de que, a su manera, se estaba despidiendo. No pocas veces mi padre me había llevado a entrenar sólo los dos, pero no era la falta de mis compañeros lo que lo hacía ver todo tan triste, sino que, por primera vez, estaba viendo el salón de entrenamiento como lo que realmente era: un sótano con sacos de harina, bolsas con rocas, y cuerdas apiladas por aquí y por allá. Me sentí como un niño pequeño que jugaba a ser guerrero, pero que en realidad no tenía idea de a qué se estaba enfrentando. Por primera vez, las dudas de Bo me invadieron también a mí.

—Papá... —comencé mientras daba un golpe al saco que habíamos colgado del techo.

—Golpea más fuerte y más al centro, Elián.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Si eso va a hacer que vuelvas a tener la cabeza donde debe estar...

Lo ignoré, sabía que no había ningún problema con los golpes que estaba dando. Era él quien estaba distraído, y eso sólo logró preocuparme más.

—¿Estamos seguros de lo que estamos haciendo?

—¿A qué te refieres? —me preguntó, pero su mirada era de advertencia. Debía proceder con cuidado.

—Ya sabes... es sólo que, no hemos tenido instrucciones muy precisas, y... bueno, no sé cómo podría prepararme para algo que no comprendo.

—Así es. No lo comprendes. Por el momento sólo debes acatar ordenes, y confiar en que los mayores sabemos lo que estamos haciendo. Las instrucciones llegarán a su debido tiempo, y no creo que haga falta recordarte que estas son personales. Eso quiere decir, que no debes compartirlas con nadie más. Tampoco quiero oír que estás buscando contactarte con otros o metiendo las narices donde no te incumbe.

—Ya lo sé, no lo haré.

—Estoy hablando en serio, Elián. Ya mucho estamos dejando al azar asignando tareas tan importantes a adolescentes como tú.

—Soy un adulto —le recordé—, y he cumplido con mi entrenamiento.

—Eres un niño, y harás lo que se te diga. No quiero más cuestionamientos. No me hagas arrepentirme de enviarte.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora