XXX: Visiones Tras La Ventana

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Fue tan sólo un instante, pero fue suficiente para que me fallaran las piernas.

Elián reaccionó de inmediato, sujetándome justo a tiempo para que no me golpeara la cabeza. Lo escuchaba hablándome, preguntándome si estaba bien, pero no podía responderle, mi cabeza y mi boca no conectaban. Esta vez había sido demasiado potente.

Ocurrió como las otras veces, sólo bastaba un estímulo, una chispa, y las visiones se disparaban. Esta vez había sido el roce de manos, cuando los dedos del príncipe sujetaron los de ella, se apareció su figura frente a mí, cubierta de sangre y chillando mientras alguien qué no podía distinguir la cargaba sobre sus hombros. Esta vez no lo vi dentro de mi cabeza, sino que directo frente a mí, difuso como el reflejo en una ventana, y me dejó una impresión tan fuerte que las piernas dejaron de sujetarme.

—Lily, ¿estás bien?

Esta vez si logré enfocar a Elián, se había arrodillado junto a mí y sujetado mi mano. A nuestro alrededor se aglomeraba un pequeño grupo de invitados, y aunque no era probable que me hubiesen reconocido, agradecí mucho el llevar un antifaz, porque no habría soportado las habladurías que rodearían a la señorita y a mí misma cuando los otros empleados se enteraran.

—Sí —logre decir. Tenía un fuerte dolor de cabeza que no me dejaba hablar con tranquilidad—. Necesito descansar.

—¡Lily!

La aglomeración había llamado la atención de la señorita, quién llegó corriendo seguida por el príncipe, que lucía igual de molesto que cuando Bo se cayó del caballo.

—¡¿Qué te pasó?! —me preguntó, pero lo pensó mejor y se dirigió a Elián, angustiada—¿Qué le pasó?

—No lo sé, su alteza —apuró él—, se desplomó. Quizás está muy cansada, ha estado trabajando mucho. Si me lo permite, la llevaré al hospital.

—¡No! —conseguí decir—. Por favor no, tan sólo quiero ir a mi cuarto.

—Te acompaño —ofreció la señorita—, si quieres podemos ir al mío. Elián, ¿me ayudarías a llevarla?

Antes de que él pudiera responder, el príncipe Hiro tomó a la princesa por la mano y le murmuró algo al oído, cuidadoso de que nadie pudiera oírlo.

—Pero... —le respondió ella, a lo que él negó con la cabeza. La señorita me miró con culpa, pero no estaba en condiciones de tranquilizarla, por suerte, Elián volvió a entrar en escena y no se ofreció a llevarme personalmente a mi habitación.

—Por favor, procura que le preparen un té caliente, y pide que le avisen a Selma —pidió la princesa—. Necesito que alguien esté pendiente de ella.

—No es necesario, señorita —alcancé a decir, pero ella ya había dado el asunto por zanjado, y el Príncipe Hiro se apuró para sacarla de allí. No era asunto mío, pero cada vez me gustaba menos ese hombre para desposar a la señorita, ¿cómo podía haber pensado que era un galante romántico?

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora