XXXVIII: Finalmente, Un Poco De Acción

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La cuenta regresiva había comenzado

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La cuenta regresiva había comenzado. Después de varias noches apenas pegando ojo, por fin me sentía tranquila. Era extraño, tenía corazón acelerado y la expectación por las nubes, incluso ya podía comenzar a sentir ese subidón de adrenalina que tanto me gustaba, era esa misma inquietud constante lo que me mantenía calmada. Los días anteriores, en los que tenía que quedarme quieta esperando, habían sido lo más difíciles. Especialmente porque en el último tiempo me había acostumbrado a pasar tiempo con Viana, y estos últimos días me había sentido más sola que nunca, sobre todo porque Elián había estado muy ocupado practicando con su fuego para prestarme atención.

No estaba arrepentida de todo lo que le había dicho, pero quizás sí un poco de la forma en la que se lo dije. Supongo que a nadie le cae en gracia que otro venga y saque a relucir los defectos que tenemos. Y sinceramente creo que tampoco escogí el momento adecuado para decírselo, pero por el momento no podía hacer nada. Tendríamos que esperar a estar fuera de las murallas del palacio para poder hablar.

Si es que todo salía bien, claro.

—Bo, ¿estás escuchándome?

—No —dije sacudiendo la cabeza. Elián frunció el ceño, debía haberme estado hablando por un buen rato—. Estaba pensando en otra cosa, ¿qué pasa?

—¿Por qué no solo hablas con ella y ya? —se quejó con un suspiro—. No puedes darte el lujo de estar distraída en este momento.

—No creo que sobre todo el estrés de la boda necesite que encima vaya yo a molestarla. Hablaré con ella después —aseguré, dándole un mordisco a una de las manzanas del balde de los caballos—. ¿Qué estabas diciendo?

Eli suspiró, y se tragó su respuesta junto con un largo sorbo de sidra. También él había estado sufriendo de noches interminables, y se le notaba: estaba algo pálido y con ojeras bien marcadas. Incluso el buen humor que había estado mostrando los últimos días comenzaba a desvanecerse.

—Te preguntaba cuáles caballos vamos a escoger.

—Pues me llevaré a Bimbo —dije naturalmente. Si íbamos a robar caballos, más me valía llevarme a mi amigo equino conmigo—. Tú puedes escoger el que quieras, excepto ese negro de allá, que tiene muy mal humor. Para Viana tomaré una yegua, son mucho más amables que los machos, y su anatomía es más parecida a la de harpa. Llevémonos la blanca, es la más obediente —dije después de una pausa para considerarlo.

—Vera, ¿quieres alguno en particular?

La gemela de Selma se nos había unido al caer el sol. Al principio nos tomó por sorpresa ya que no fue ella la que abrió la puerta del establo, sino una mujer joven de largo cabello negro sujeto en una coleta alta y apretada. No fue hasta que su cuerpo comenzó a vibrar que caímos en que era ella, quien venía a ayudarnos con el tema de los caballos. Hasta ahora, lo único que había hecho era sentarse a fumar un cigarrillo mientras yo cepillaba por última vez a los animales y Elián encendía y apagaba fuegos alrededor del establo.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora