XIX: Decisiones Cuestionables

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Pasé la mañana en cama, convencida de que, si me levantaba, la noche anterior sería una realidad y no sólo un sueño borroso y de dudosa veracidad ocurrido entre ciclos de sueño. Pero el cuchillo estaba allí, en la funda de mi almohada, así como lo había estado la sangre en el edredón antes de que Selma se lo llevara dudando sobre la historia que le había contado, en la cual mi último periodo me había tomado por sorpresa y mi cama había terminado pagando las consecuencias.

Después de traerme el almuerzo, Selma se fue a pasar la tarde con las costureras, quienes ya estaban trabajando duro en mi vestido de novia, y otros trajes para las diferentes ceremonias a las que tendría que asistir. No tenía hambre, así que me pasé alrededor de una hora jugando con el trozo de tarta de verduras con crema de limón mientras Lily tomaba de mi sopa y comía el pan con mantequilla de maíz que me habían traído.

—Ya lo decidí —dije dejando caer el tenedor sobre el plato—. Aceptaré su oferta.

Lily me lanzó una mirada como esperando a que le diera más detalles, pero como no lo hice, tuvo que preguntar.

—¿Señorita? —dijo con tacto.

—¿Puedes guardar un secreto?

—Siempre guardo sus secretos, señorita —respondió ofendida. Estaba siendo injusta y lo sabía, no tenía ninguna prueba de que Lily alguna vez hubiera contado mis secretos, pero necesitaba asegurarme.

—Podría morir si alguien se entera, Lily —dije medio esperando que eso sirviera de disculpa.

—Lo entiendo, señorita, y prometo no decir nada a nadie. Pero si es un secreto tan grande, ¿está segura de que puede contarlo?

—Necesito sacármelo de adentro —rogué, sabía que era una pésima idea, pero ¿cómo podía quedarme con eso ahí en el pecho? Además, si de verdad quería pasar tiempo aprendiendo a usar el cuchillo, iba a necesitar que Lily cubriera por mí.

—Pues dígame —dijo Lily sosteniendo mi mano—. Si puedo ayudarla en algo, lo haré.

—No sabes cuánto me alegra que digas eso.

Le conté todo, como esta chica había entrado esa primera noche, la forma en la que me había amenazado con el cuchillo, el regalo que me había dejado bajo la almohada, su intento de escapada, mi intento de apuñalarla, su mano chorreando sangre, su oferta de entrenamiento, absolutamente todo. Fue extraño, pero no me sentí mejor luego de hablar con Lily, con mucho una especie de culpa por no haberla ayudado a detener el sangrado, y por ni siquiera haber preguntado su nombre.

—Debe pedir que refuercen las medidas de seguridad, señorita—fue lo único que Lily dijo luego de contarle la historia.

—Espera, ¿en serio es eso todo lo que vas a decirme? —pregunté, incrédula. Lily suspiró.

—Mi intención era alarmarla lo menos posible —explicó—. Pero la verdad es que es un asunto muy serio, no me explico cómo pudo llegar hasta aquí, y me preocupo por su seguridad. La muchacha que describió suena inestable, y no sólo eso, sino también peligrosa. No pretendo ser irrespetuosa, pero creo que no es una buena idea que acepte su oferta. Es más, debería procurar sacarla del palacio cuanto antes.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora