XXXIX: El Impulso De Salir Corriendo

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Cuando Lily abrió la puerta, yo llevaba despierta un buen rato

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Cuando Lily abrió la puerta, yo llevaba despierta un buen rato. Apenas había amanecido, y casi ni había notado el paso de los colores en el cielo, porque la última vez que me había fijado, estaba de ese azul intenso que me recordaba irremediablemente a los ojos de Bo. ¿No era irónico? Comenzar el día de tu boda pensando en otra persona no parecía ser precisamente un buen augurio.

Lily puso la bandeja del desayuno a mi lado en la cama y me saludó apenas, tan tímida como cuando la habían traído por primera vez a jugar conmigo en uno de los salones de actividades que Selma había preparado en el segundo piso. Fue directo a abrir las ventanas, y no pude evitar notar que caminar parecía costarle, como si no estuviera acostumbrada a los tacones que había llevado los últimos cinco años.

—¿También tuviste una mala noche? —le pregunté para iniciar la conversación. El té de lavanda estaba desabrido, endulzado con azúcar en vez de miel. ¿Qué le ocurría?

Detuve la taza a medio camino cuando se me pasó por la cabeza la idea de que esta era su forma de protestar. Tenía sentido, ella me había revelado su gran secreto y me había llamado por mi nombre, era posible que hubiera imaginado que desde ese momento nuestra relación cambiaría. Vaya, incluso la había invitado a venir conmigo a Chiasa como una amiga, y en cambio por días seguí tratándola como siempre lo había hecho. Me avergonzaba lo poco considerada que estaba siendo, pero tenía que ser honesta; quería un último día de normalidad. Unas horas más de pretender que todo seguía como siempre, que mi vida no había cambiado y seguiría cambiando desde el momento que puse un pie fuera del terreno real, y si debía mantener a Lily como mi doncella por lo que quedaba de ese tiempo, pues lo haría. Ya podría disculparme más tarde, luego de que todo hubiera terminado. Le prometería que ser mi dama de honor sería el fin de su rol de doncella, y el comienzo de nuestro rol de amigas. Quién sabe, quizás incluso un día tendría la suerte de que me pidiera hacer lo mismo por ella.

—Un poco —contestó sin mirarme—, señorita.

—Creí que ahora me llamabas Viana —le hice notar. No se me había pasado por alto que se había sentado en uno de los sofás, y no a los pies de la cama como siempre lo hacía—. ¿Por qué no te sientas aquí? Me ayudaría un poco de compañía.

Se levantó sin decir nada y se sentó a mi lado, cuidadosa de no ponerse demasiado cómoda. No pude resistirlo, no necesitaba más estrés del que ya tenía. Estaba ya a punto de explotar y las aves ni siquiera habían terminado de cantar todavía.

—¿Ocurre algo, Lily?

—No, señorita, es decir, Viana —se disculpó—. Sólo estoy nerviosa por el día de hoy, no quisiera equivocarme en algo y arruinárselo. Sé lo importante que es que todo salga a la perfección.

Casi reí de alivio. Conque era solamente eso.

—Ay Lily —exclamé quizás con demasiada alegría—. Tú jamás te equivocas, e incluso si lo hicieras, nada puede hacer que este día sea peor de lo que ya es —bromeé, pero no pareció gustarle la broma; tenía los labios tan apretados que apenas podías verlos.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora