XXIII: Es Porque Piedras Trae

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Todo pasó muy rápido

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Todo pasó muy rápido. Un instante tenía los ojos sobre el camino y al siguiente Bo estaba cayéndose del caballo, y casi al instante se prendió fuego.

Se prendió fuego porque su esposo la tocó. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos jamás lo habría creído, pero la llama salió de su mano y cuando Bo se desmayó, él volvió a tocar el fuego y este desapareció entre sus dedos como si lo estuvieran succionando.

Y luego se volteó en busca de ayuda, y sus ojos se quedaron fijos en mí, como un animal cuando sabe que será cazado y está esperando por la última oportunidad para escapar. Había olvidado que yo estaba allí.

—¿¡Qué pasó!? —preguntó la señorita, que se había acercado corriendo al escuchar el escándalo—. ¿Se encuentra bien?

Su voz sonaba cargada de angustia, pero no tanta como la que el soldado tenía en el rostro.

Por favor, podría jurar que lo oía decir. Por favor.

—No lo sabemos, señorita —apuré, sin detenerme a pensar en que era la primera vez que le mentía—. Puede haber sido una chispa, el caballo se encabritó, todo ocurrió muy rápido.

El soldado, Elián, me dedico una sonrisa ambigua. No pude sonreírle de vuelta, pero tampoco importaba, porque se había vuelto de inmediato a ver a su esposa, a quien le humeaba la camisa y le sangraba la mano profusamente.

—Necesito llevarla de vuelta al palacio, su alteza —rogó. Por la sien le caían gotas de sudor.

—Claro que sí. Hiro, por favor, ayuda a este soldado a cargar a la moza.

La señorita había dejado de lado las formalidades al parecer sin darse cuenta, lo que había sorprendido al Príncipe. Esperó un segundo más de lo que hubiera sido prudente para acercarse a ayudar a Elián, seguramente esperando que la señorita Viana se retractase. Podía ver por qué estaba confundido, no era tarea de un príncipe encargarse del personal, mucho menos de un empleado de una casa noble ajena y en una tarea en la que se esperaba que hiciera uso de su fuerza física y de la que saldría mugriento y sudado, pero era obvio que la princesa no se había detenido a pensar antes de pedírselo. Esperaba que esto no le trajera demasiados problemas con su padre, pues ya lo estaba pasando bastante mal.

Tan pronto nos acercamos al palacio, el Príncipe se excusó para ir a cambiarse. La princesa le lanzó una mirada de desaprobación, pero él había estado más preocupado de revisar la mancha de sangre en su chaqueta. Elián cargó con ella el resto del camino, y me sorprendió ver que su cuerpo parecía no pesarle nada, ya que caminaba con tanta ligereza como siempre. Recordé como en la noche nos había ayudado a entrenar, y aunque él no lanzó ningún cuchillo, era evidente que tenía los mismos conocimientos que ella. ¿Dónde se habrían entrenado? ¿Tendrían que ver con... con el incidente del lago?

Inmediatamente rechacé la idea, ninguno de los dos era Chas. Elián habría destacado mucho con su piel morena, y aunque Bo era pálida y eso la hacía resaltar entre los demás Arceses, sus ojos eran muy grandes y redondos para que alguien hubiera podido confundirla. Además, estas personas provenían del reino, pues sólo los habitantes del segundo anillo podían contraer matrimonio bajo la bendición de los Astros, y Bo llevaba puesta una sortija.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora