XXXIV: No Todos Podemos Tomar Buenas Decisiones

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Siempre que algo podía ser arruinado, lo arruinaría, yo misma y sin ayuda, eso era algo que había aprendido desde muy pequeña

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Siempre que algo podía ser arruinado, lo arruinaría, yo misma y sin ayuda, eso era algo que había aprendido desde muy pequeña. La mayoría de mis metidas de pata no me molestaban, estaba acostumbrada a ellas, y honestamente, las personas a mi alrededor estaban mentalmente preparadas para lidiar con eso. Sólo había habido dos veces en la vida en las que realmente había tenido que cargar con mis errores, y como bien decía el dicho, la tercera era la vencida. Viana sería el error que terminaría de arruinarlo absolutamente todo.

Cuando éramos niños, Elián se enamoró de una chica de la ciudad, o al menos se sentía tan enamorado como puede sentirse un chiquillo de ocho años. El problema era que yo también me había enamorado... de la misma chica. Era difícil porque Eli no dejaba de hablar de ella, a pesar de que nunca habían cruzado palabra y nunca lo harían; ella era la hija de un lujoso relojero, y nosotros éramos unas simples crías de taki, pero eso no lo detenía de pedirme cada día que cruzáramos el muro para mirarla a través de la ventana de la tienda de su padre. No me iré por las ramas, pero las cosas se pusieron feas entre él y yo cuando los celos se hicieron insoportables; dejamos de hablarnos un par de semanas y evitábamos cruzarnos por la calle. Eventualmente volvimos a ser amigos y él dejó de mencionarla, siempre pensé que él imaginaba que estaba celosa de él, y jamás lo corregí.

El segundo error había sido pretender que estaba embarazada, lo que también había causado que Eli y yo nos peleáramos. Me preguntaba si este último error terminaría con una pelea tan grande que me quedaría sin él y sin Viana. No, ni siquiera podía decírselo, y no tenía nada que ver con pelear, lo cierto es que eso podría manejarlo, pero ¿la vergüenza? ¿Como podía decirle que me había enamorado de alguien con quien no tenía absolutamente ninguna posibilidad? No sólo estaba esa porquería de la Luna y la Estrella representando la energía masculina y femenina, y todas esas estúpidas reglas sobre cuándo y con quién debíamos casarnos, si no que yo ya estaba casada y Viana iba a casarse en menos de un mes, ¡y no sólo eso! No, señor, además ella era una princesa, la princesa de un reino que prohibía la magia, y yo era una suerte de fenómeno mágico barato con agallas. ¿Cómo... cómo se me había ocurrido pensar que era una buena idea desnudarme frente a ella y entrar al agua? ¿¡En qué estaba pensando!? En nada en realidad, sólo en ella y en su cuerpo moreno y curvilíneo, iluminado por la luz multicolor del vitral y salpicado de gotas de agua... Estrella, sabía que era una idiota, pero no sabía hasta qué punto.

Ni siquiera estar en el agua estaba haciéndome sentir mejor.

Lo peor de todo es que me sentía aún más tonta por quejarme, cuando la gente a mi alrededor tenía problemas más graves. Para empezar, no era yo la que me estaba casando con semejante imbécil, y tampoco era a mí a quien la estaba acosando un enemigo poderoso con acertijos y magia oscura. Bueno, sí, lo del cuervo ensangrentado en la tina todavía me traía preocupada, pero había decidido olvidarlo porque seguía sin tener idea de quién podría haber sido, y me valía más ocuparme de asuntos que si tenían solución.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora