XV: Juegos Con Cuchillos

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Llevaba toda la tarde estudiando Chas cuando de pronto, la puerta de mi estudio se abrió lentamente y alguien se escabulló dentro, cerrándola con cuidado de no hacer ningún ruido

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Llevaba toda la tarde estudiando Chas cuando de pronto, la puerta de mi estudio se abrió lentamente y alguien se escabulló dentro, cerrándola con cuidado de no hacer ningún ruido.

No. No 'alguien', ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —demandé, lamentando por primera vez que Selma no estuviese allí para manejar la situación.

Sus ojos se abrieron como platos, pero tan sólo por un segundo. Se recompuso de inmediato, y con prisa cerró el pestillo tras ella. Al voltearse, sacó un cuchillo de debajo de su camiseta. No un cuchillo como los que se usan en la cocina para cortar el pan, no, era un cuchillo de verdad, con una hoja de cuarzo corta y filosa que brillaba burlescamente bajo la luz de la lámpara.

—No te muevas -me advirtió. Su voz era más aguda de lo que me imaginaba—. Tengo muy buena puntería.

Mi cuerpo se paralizó de inmediato, levanté las manos como había visto hacer en el teatro, y aguanté la respiración, pensando que una simple respiración podía resultar en el cuchillo enterrado en mi pecho.

La chica se acercó despacio, todavía apuntándome con el cuchillo. Me miraba, pero no me veía realmente; su mente parecía estar muy lejos de allí. Aún así, mi corazón se detuvo en el momento en que deslizó la hoja bajo mi mentón, y lentamente me levantó la barbilla con ella.

—Princesita... -comenzó. La frialdad en su voz me dio un escalofrío—. ¿Cómo te iría sin tu preciosa lengua?

La miré suplicando, no, por favor, te lo ruego. Se inclinó hasta poner sus ojos a la altura de los míos; eran tan azulados que casi resultaban transparentes, sus pupilas se contraían y expandían como si estuviese intentando enfocarme.

—¿No te gustaría eso, verdad? —dijo con una mueca burlesca—. A mi tampoco. Me gusta jugar con mi cuchillo, pero no que se manche, ¿si me entiendes? ¿Te parece si hacemos un trato?

Asentí como pude, con el filo aún bajo el mentón. En ese momento, alguien giró la manilla desde afuera, debía ser Lily, que había ido a preparar té. En un abrir y cerrar de ojos, la chica se posicionó detrás mío, apoyando la hoja del cuchillo contra mi garganta.

—¿Señorita? —llamó Lily desde afuera.

—Dile que espere —me indicó la intrusa, susurrando de forma amenazante en mi oído.

—Un segundo, Lily —contesté con la garganta hecha un nudo—. Ya voy.

—Si le dices a alguien de esto —continuó—, vendré durante la noche y te abriré la garganta.

¿Entendido?

Asentí otra vez.

—Voy a estarte vigilando —me amenazó antes de retirar el cuchillo. Luego corrió a la ventana y se colgó de ella.

Estábamos en un tercer piso. Me tragué las lágrimas y fui a abrir la puerta.

***

Selma me despertó temprano la mañana siguiente alegando que había mucho que hacer antes de la llegada del príncipe. Apenas había pegado ojo la noche anterior, pero fui sin quejarme hacia mi cuarto de baño, donde Lily me había preparado un baño caliente con aceite de lavanda.

Cuervo de Cuarzo (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora