La Guerra de los Cielos

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Sus pies, sus hermosos pies. Tocaban el suelo gris cuyas cenizas yacían en lo profundo de la tierra, y la tierra se inundó de ríos y mares. Todo lo que sus pies tocaban era inundado de abundante agua, pero Afrodita jamás se sumergía, mas a ella las conchas acudían para servirle de barca. Afrodita había bajado a la tierra en su intento de conocer el mundo. Curiosear antes de casarse con quien había llenado de flores su singular existencia.

Caminaba entre las ciudades observando esto y aquello, gente y ciudades, pero algo en ella su corazón afligía

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Caminaba entre las ciudades observando esto y aquello, gente y ciudades, pero algo en ella su corazón afligía. Los animales sufrían de hambruna y se volvían contra las ciudades, como quien reclamando en ayuda, como quien pide devuelta su espacio, su hogar.

En ese momento se escuchó murmullos entre la multitud, hablaban del fin, pero muchos ignoraban las señales que oscurecían el cielo de los días.

Cuando de pronto, los ojos de Afrodita se iluminaron de fuego, aquel que emergía de las profundidades de la tierra. Las ciudades comenzaron a correr y a esconderse pero no había escondite. Y ella, Afrodita, atónita, destrozada, había llegado con la ilusión de poder disfrutar de la tierra. Ahora solo veía caos y desesperación.

Puso en marcha su regreso al Olimpo, dirigiéndose a paso lento pero seguro.

Grande fue su sorpresa cuando unas garras la sujetaron de su brazo derecho

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Grande fue su sorpresa cuando unas garras la sujetaron de su brazo derecho. Dirigió la mirada a una pequeña criatura de ojos saltones y rojos, con grandes cuernos puntiagudos, de cuerpo recubierto de pelo y casi antropomorfo. Aquel intentando arrastrarla, más ella no se movía.

Entonces Afrodita se dio cuenta de que no había uno, sino dos, tres, miles de criaturas como aquel ascendiendo como plagas de las profundidades de la tierra. Allanando los hogares y llevando a las almas a su perdición.

Aquel ser la soltó, la miró fijamente y dio un paso atrás.

-¿Quién eres tú?- preguntó

-Alguien a quien no vas a poder llevar- respondió Afrodita.

La criatura salió corriendo, devolviéndose a su escondite subterráneo. Entonces ella se dirigió hacia las escalinatas que aparecieron delante de ella como si alguien le hubiera dado una luz de salida.

Subió y se encontró con un gran puente abierto y vio que una mujer con sus dos hijos estaban delante de ella. De pronto vio cómo el puente se cerraba para dar paso a la mujer. Quien al llegar junto a sus pequeños, la ropa les cambiaba y las reblanquecía por completo. Eran almas libres.

Afrodita se apresuró a también cruzar el puente mientras éste se mantenía cerrado pero al instante el puente se abrió, dando paso a un cañón de profundidades misteriosas y escalofriantes. No entendía, qué había pasado. Levantó su mirada hacia el otro lado del puente buscando para sí una respuesta y se encontró con dos hombres vestidos de un blanco deslumbrante. Uno de ellos, el de la izquierda, levantó su mano en señal de espera.

El cañón comenzó a cerrarse, dejando a Afrodita la posibilidad de cruzarlo tranquilamente. Y al hacerlo sus vestiduras reblanquecieron y brillaron con ella.

Entró y vio a un enorme salón, todos vestidos de blanco, arreglaban y limpiaban el lugar. Todos ellos parecían saber qué hacer. Así que Afrodita ayudó, tomó un pañuelo y lustró los vasos de cristal mientras pensaba:

-Es bueno volver a casa, pero..no esperaba que el inframundo nos declarara la guerra.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una sombra, se percató y se dio vuelta.

-Amor...

El príncipe no podía con la felicidad que contenían sus ojos, tomó las manos de Afrodita y se quedó admirando los dulces ojos de su princesa.

Pero, el destino es a veces amargo..

Una flecha atravesó una de las ventanas del salón en menos de lo que se podían percatar. El príncipe no dudó en ponerse delante de Afrodita y cayó al suelo. Afrodita gritó, llorando al ver el rostro pálido de su amado; rostro que desaparecía ante sus ojos, como desvaneciéndose en el aire de un sueño roto, de un sueño agrio.

 Afrodita gritó, llorando al ver el rostro pálido de su amado; rostro que desaparecía ante sus ojos, como desvaneciéndose en el aire de un sueño roto, de un sueño agrio

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Entonces se acercó uno, tomó a Afrodita de su rostro empapado y le habló con firmeza:

-Tienes que ser fuerte, él ya se fue...a una mejor vida.

¿Qué hay después de una muerte en el cielo? ¿A qué cielo se supone que irías? ¿Simplemente te desapareces y ya? ¿Dejas de existir incluso en el cielo? La confusión la invadió, su corazón latía más fuerte y Afrodita se desmayó..

¿Qué hay después de una muerte en el cielo? ¿A qué cielo se supone que irías? ¿Simplemente te desapareces y ya? ¿Dejas de existir incluso en el cielo? La confusión la invadió, su corazón latía más fuerte y Afrodita se desmayó

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Ares & Afrodita: Nacimiento ÓrficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora