Afrodita Emerge

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Despiertan del sueño profundo los ojos azules y cabellos rubios. Aún no comprende su existencia y empieza descubriendo al ser a quien primero ve, al gemelo con quien se formó, del otro lado de la envoltura.

Ella lo observa curiosamente a traves de sus envolturas. Y descubre un niño blanquísimo de cabello finos y muy tierno. No sabe quién es pero, al ver que están juntos en una misma placenta, comprende que son solo dos almas gemelas.

Pero el niño no despierta. Sigue dormido envuelto. Sigue creciendo y desarrollandose pero no abre sus ojos soñadores.

- Ojalá pueda verlos -dice Afrodita.

Y dándose vuelta, rompe su envoltura y sale del cascarón, dejando solo allí a su compañero de alma gemela.

Sus pies delicados tocan el suelo y levanta su mirada a los cielos y en sus ojos reflejados estaban todo el universo con sus estrellas, galaxias y planetas. Todo era hermoso a los ojos de Afrodita. Su mirada llena de asombro recorría los cielos.

Pero más asombrados estaban todos aquellos dioses que la veían por primera vez. Las diosas miraban con calidez a la nueva niña. Y los dioses no dejaban de hablar entre ellos lo que veían.

Algunas mujeres le trajeron vestiduras de fina seda y oro y adornaron a Afrodita con una alta corona dorada.

Sus vestiduras era delicadas a la vista de todos pero eran tan fuertes como una armadura.

De pronto ella volteó a ver a su compañero que aún había dejado dormido. Y sólo alcanzó a ver que un hombre alto y con insignia de guardián lo llevaba a un lugar secreto donde nadie podría llegar ni ver.

Afrodita lo siguió. Hasta que perdió el rastro. Pero impulsada por su corazón siguió y siguió caminando montes y valles, lagos y estanques. Pasaron horas, días y noches; pero Afrodita no se cansaba y seguía sin cesar en busca de su alma gemela.

Perdió la noción del tiempo y no se dio cuenta de que ella ya había crecido y se había convertido en una hermosa señorita. A pesar de pasar por las aguas ella no se detenía a observarse porque pensaba solo en encontrarlo a él.

Su corazón latia fuerte. Y se detuvo al llegar al pie de una cabaña oscura y descuidada.

Vio al hombre guardían y supo que por fin había llegado pero aún no veía a su anhelado. Aguardó en la puerta y esperó el descuido del guardían y no encontró mejor manera que romper la puerta con una patada. Afrodita estaba decidida.

Solo rogaba que el guardián no haya escuchado el estruendoso ruido de la puerta al romperse. Iría a buscar a su alma gemela cueste lo que cueste..

Ares & Afrodita: Nacimiento ÓrficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora