Por la ventana entran los rayos cálidos del sol, iluminando los pies de Afrodita. Abre sus ojos y desliza el tapete bordado, que estaba sobre ella, hacia un lado de la cama. Voltea a un lado y observa la puerta entreabierta. Es un día común en el Palacio.
Afrodita toma una hebilla con la que sostiene su melena, toma un vestido y se lo prueba. Sin observarse mucho busca con su mirada inquieta un libro. Un libro rojo que encuentra al lado de su cama. Sonríe. La paz que le genera leer libros está constantemente en su mente. La aparta, en parte, de aquella sensación de pesar y olvido, de curiosidad por recordar su vida en la adolescencia.
Solo recuerda a Zeus diciéndole: "Eres una Diosa artesana, del pueblo por lo que tu lugar está entre las demas cortesanas. Ve y haz lo mejor de ti."
Bien, al menos los libros la acompañaban. Las demás cortesanas parecian ignorarla.
-Creo que hoy será un nuevo día - Se dijo Afrodita.
Se dirigió al salón exterior, el cual tenía grandes ventanales con vista directa a los jardines del Palacio.
- ¿No es hermoso? - se preguntó, mientras esbozaba una sonrisa.
Tomó fuertemente su libro con una mano y con la otra se apoyó para subirse a la ventana. Era su lugar favorito para leer.
Los cerros dorados a lo lejos reflejaban siembras de trigos, lagos celeste reflejaban el cielo matutino y flores de distintos colores rodeaban y crecian en el invernadero. Afrodita respiró profundo, no se cansaba de ver esto cada mañana.
Abrió las páginas y en eso la multitud de Diosas y cortesanas comenzó a amontonarse en las ventanas.
-¿Qué...es todo esto? - preguntó Afrodita.
-¡Miren! Es el Príncipe, vino desde su última batalla a Palacio.
Afrodita no podía creer que habían interrumpido su momento especial con la lectura. Solo deseaba poder salir. Pero la cantidad de chicas le impidió bajarse de la ventana.
-Tú no deberías estar aqui.
En ese momento se hizo un silencio incomodo. Afrodita se dio la vuelta y observó la mirada fija de una de las Diosas, Atenea.
Parecía imponente con su armadura que marcaba bien su figura. Su cabello oscuro atado en lo alto de su cabeza y sus ojos, fieros ojos que te apuñalaban el alma con un puñal cristalino.
Era claro, Afrodita entendió que esas palabras eran para ella. Sabia que había perdido la memoria de su vida, de su niñez y parte de su adolescencia. Y entonces solo habia crecido con lo que le dijeron que era, una cortesana. Tal vez era lo suficientemente insignificante como para estar allí.
-Debería retirarme - Pensó Afrodita.
En eso, siente la mano firme y gruesa de alguien sosteniéndola. Abre asustada sus ojos mientras un sudor frío le recorre las mejillas.
Voltea a ver y era un hombre trepado en la ventana, tenia la mirada azul y profunda, era una mirada casi familiar, casi conocida..
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Ares & Afrodita: Nacimiento Órfico
FantasíaLa historia jamás contada sobre el verdadero origen de los Dioses legendarios Ares y Afrodita. La verdadera historia no es como te la han contado y ésta se remota hace millones de años antes de la creación del universo.