1

12.5K 468 384
                                    

He corrido mucho, en muchísimas ocasiones; para llegar a tiempo a alguna parte, para no perder el autobús, jugando al escondite cuando era niña, para escapar de la policía.., pero jamás había corrido por mi vida.

El corazón se me sale por la boca mientras siento que mis pies no aguantan más, siento como si miles de agujas se clavaran en las plantas de mis pies y como si mis pulmones se llenaran de piedras con cada respiración, pero no puedo detenerme, no quiero hacerlo. Si freno, si detengo mis pasos, si dejo de huir, él me va a encontrar.

Las calles que siempre me parecieron gigantescas ahora me resultan agonizantemente estrechas. Hay demasiadas personas transitando los lugares y caminando como si nada pasara esta noche y noto que mi horror no puede ir a peor. Todo el mundo me mira como si estuviera loca, como si mi carrera hacia salvar mi vida no tuviera sentido. Ellos no son conscientes de lo que ocurre y no puedo fiarme de nadie, nunca he podido hacerlo.

Las piernas me duelen una barbaridad y el pecho me arde por lo agitada que tengo la respiración. No se a quién demonios recurrir, no sé qué debo hacer, nadie puede ayudarme, nadie puede saber lo que acabo de presenciar. Sin embargo, mientras corro con el corazón en la boca para salvar mi vida, sé que tengo que ir a la policía, son los únicos que podrán hacer algo.

Soy consciente de que nadie debe saber lo que he visto, pero la policía es mi única opción ahora. Nunca me gustó la autoridad y creo que es una pérdida de tiempo, que no sirven para nada, en cambio, ante esta situación sé que ellos son los únicos que podrían ayudar..., no a mí, sino a esa pobre chica a la que acabo de ver cómo asesinan.

Abro las puertas de la comisaría bruscamente, estoy nerviosa y asustada, y me importa una mierda si el ruido de las puertas contra las paredes molesta a alguien, ahora mismo estoy al borde de desmayarme.

Corro hacia el mostrador con el horror pintado en mi cara. La chica que detrás de la ventana me observa asombrada. Mi respiración choca contra el cristal, provocando que el vaho se impregne en ella y las piernas me tiemblan tanto que creo que no soportarán mucho más mi peso.

-¡Una chica...! -la respiración me falla-. ¡Acabo de ver cómo asesinan a una chica! -grito alterada, horrorizada ante la escena que he presenciado hace apenas quince minutos.

-Cálmese, señorita -me pide con serenidad.

-¡¿No lo entiende?! -bramo-. ¡Acabo de ver morir a una chica! ¡¿Qué narices hace ahí sentada?!, ¡vaya a avisar a su superior!

-Relájese primero.

-¡¿Es usted idiota?! -grito mirándola con desprecio-. ¡Le estoy diciendo que acabo de presenciar un puto asesinato!

-¿Qué ocurre aquí?

La voz familiar de un hombre a mis espaldas hace que me dé la vuelta. Pedro, el comisario, está detrás de mí. Su enorme barriga, su bigote entrecano y su calva siguen siendo igual a la última vez que nos vimos. Me observa con una mirada de reproche, y sé que me la merezco, pero ahora mismo no quiero hablar del pasado, solo necesito que algún incompetente agente me preste un poco de atención.

-La señorita ha entrado gritando -le informa la mujer detrás del mostrador.

La dura mirada del comisario se intensifica.

-¡Esta mujer es una incompetente! -grito, aunque sé que no debería, pero estoy tan alterada que me da igual-. ¡Acabo de decirle que he presenciado un asesinato y ni se ha inmutado!

Las imágenes de lo ocurrido me enervan y me hacen querer vomitar, pero contengo las ganas para poder explicar lo ocurrido.

-¿Dónde ha ocurrido? -me pregunta el comisario, pero algo en su expresión me dice que no me cree.

Caricias Salvajes © (Trilogía Salvajes #1) A La Venta En LibreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora