25

4K 299 141
                                    

Se me hace raro estar arropando a Leo y a Simon en una de las habitaciones de la planta superior. Joe duerme en el que fue mi dormitorio durante un tiempo y Sarah y yo dormiremos en la que hay al lado de la que me encuentro ahora mismo. Beso sus frentes y les doy las buenas noches antes de salir y cerrar la puerta. A Sarah ya la he arropado, por lo que voy a la planta baja sintiéndome extraña al estar aquí de nuevo.

Estar todos aquí me parece un acto demasiado tierno y humilde por parte de Oliver, jamás pensé que él pudiera llegar a ofrecernos vivir aquí después de saber cómo es. Se me hace raro, pero es gratificante y conciliador al mismo tiempo. Tengo una sonrisa pintada en la cara que no se me borra en ningún momento y cada vez que me cruzo con Oliver siento que mi corazón ruge desbocado.

Llego a la cocina, donde Joe está sentado en una de las sillas bebiendo un vaso de agua mirando a la nada.

–Ya es tarde, Joe, deberías acostarte –le digo, sentándome frente a él.

–Sabes que no me duermo hasta que el sueño me vence.

–Aquí no hay por qué vigilar, estamos a salvo –le digo una vez más, pues no se siente muy tranquilo al estar bajo el techo de un desconocido–. Puedes acostarte tranquilamente.

–No creo que estemos seguros en la casa de un policía.

–Sé que siempre desconfiamos de las autoridades, pero te aseguro que el inspector Keen es bueno, puedes confiar en él.

–¿Cómo estás tan segura? –me pregunta confuso. Sé que intenta creer lo que le digo, pero también en su propio criterio.

–He estado aquí mucho tiempo, Joe –me sincero–. Este tiempo que no he estado con vosotros estuve aquí con el inspector Keen. Vi algo que no debí ver y él fue el encargado de que nada malo me pasara, por eso sé que puedes confiar en él.

Joe frunce los labios y aparta la mirada, sé que está a punto de asentir con la cabeza. Me gusta que piense por él mismo, que sepa diferenciar entro lo que está bien y lo que no o en lo peligroso y lo seguro, y sé que confía en mí palabra.

–Está bien –accede al fin–, si tú dices que no es malo entonces no me preocupo, pero no confiaré en él.

–No voy a obligarte a nada, tú solo te darás cuenta de que puedes confiar en él –digo, y sonrío.

Oliver entra en la cocina sujetando un par de bolsas llenas hasta arriba de comida y las deja sobre la isla. Abre una de ellas y rebusca en su interior hasta sacar una bolsa de chucherías.

–Espero que con esto puedas ser más simpático –le dice Oliver a Joe, entregándole la bolsa de chucherías.

Joe agarra la bolsa de mala gana y la examina un instante.

–Acepto las chuches –dice el niño con seriedad–, pero que sepas que me ofende muchísimo tu comentario.

Oliver eleva las cejas sorprendido y yo sonrío mientras ambos vemos cómo el niño se marcha a la que fue mi habitación.

El inspector frunce su ceño, pero no parece enfadado, sino más bien molesto por la contestación de Joe, y yo sonrío cuando me mira porque no sé qué otra cosa hacer.

–Cómo se nota que le has criado tú –me dice.

Me encojo de hombros.

–Se le enseñó a desconfiar de todos, es normal que sea arisco al principio.

Oliver empieza a ordenar la compra en la nevera y en los armarios y yo le ayudo.

–Tengo una duda importante –su voz suena opacada por tener la cabeza dentro de la nevera–, ¿los niños también roban?, porque si es así voy a tener que esconder varias cosas.

Caricias Salvajes © (Trilogía Salvajes #1) A La Venta En LibreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora