Dejo un par de bolsas en el suelo, no está tan sucio como esperaba y la otra vez que vine no me fije en si había suciedad o no.
Sarah llega corriendo a abrazarme.
–¡Es genial! –exclama contenta–. ¡Me encanta este lugar, es mejor que el teatro!
–¿Verdad? –digo sonriendo.
–Y está mucho más limpio –opina Joe, quitándose la mochila de los hombros y tirándola al suelo.
Leo y Simon se encargan de desempaquetar sus pocas pertenencias en la habitación que comparten. Todos se han instalado en la parte de arriba porque la planta inferior era alguna especie de local y no hay habitaciones abajo; los dueños debían vivir aquí arriba y vivían de lo que fuera que vendían en la planta baja.
Sarah y Joe tienen sus respectivas habitaciones ya que son los más mayores y necesitan su propio espacio, y Zack se instalará en la que ahora nos encontramos.
–Sacad los sacos de dormir –les digo a Joe y a Sarah– y organizad vuestras cosas, mientras tanto yo iré a ver si hay agua en el baño.
Ambos asienten y se marchan a sus respectivos cuartos para desempaquetar cosas.
Entro al único baño que hay, es una mierda que tanta gente deba compartirlo, pero al menos compruebo que sí hay agua y se podrán duchar y lavarse los dientes cuando quieran, es más de lo que podían decir en el teatro.
Vuelvo a la habitación de Zack y saco sus pertenencias de su mochila para ayudarle, él está encargándose de cambiar la cerradura de la puerta que hay abajo para que los antiguos dueños no puedan entrar en caso de querer volver, que lo dudo. El pobre ya hace suficiente con irse a trabajar de lunes a viernes y le gustará encontrarse con sus cosas ordenadas. No es que tenga muchas pertenencias, pero posee las suficientes como para que la habitación tenga un toque más cálido y hogareño.
Al cabo de un rato, el chico de cabello castaño con el que he compartido muy buenos momentos entra sacudiéndose las manos en su jerséi.
–La cerradura ya está cambiada –me informa, y pasea su vista por el lugar–. Vaya, ha quedado genial, ¿por qué te has molestado?
Se aproxima a mí y besa mi cabeza con ternura.
–Un poco de ayuda no te viene mal –declaro sonriente.
–Gracias.
Sus manos empiezan a deslizarse por mi figura y sus labios atrapan los míos en un beso delicado, a lo que yo respondo tomando su cuello con mis manos para profundizar el beso.
–Te he traído una cosa –susurra cerca de mi boca.
Mete una mano en el bolsillo trasero de sus pantalones y, acto seguido, pasa las manos por detrás de mi cuello para colocarme un collar. Agacho mi cabeza y agarro el dije de un sol plateado que cuelga de mi cuello. Es inmensamente bonito y, aunque no creo que sea caro, es perfecto y me ilusiona como si costara dos mil doláres.
–¡Me encanta! –afirmo emocionada, y me abalanzo para besarle otra vez–. Es precioso..., muchísimas gracias.
–No hay de qué –sonríe él–. En cuanto lo vi me recordó a ti.
–¿A mí? –repito confusa.
–Eres un sol, Thais –dice–. Sin ti viviríamos en una total oscuridad, tú iluminas nuestras vidas..., iluminas mi vida.
Noto que algo en mi interior se estruja por la emoción que me causan sus palabras. Zack y yo nunca hablamos de ser novios, de hecho, acordamos que tener sexo no estropearía nuestra increíble amistad, pero no puedo evitar pensar que es un amor. Zack, siempre tan bueno y agradable, se ha molestado en regalarme algo así de bonito pese a que no tenemos los recursos suficientes.
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Caricias Salvajes © (Trilogía Salvajes #1) A La Venta En Librerías
Teen FictionLa suerte nunca ha estado conmigo, el asesinato que presencié es la prueba de ello. Me encontré en el momento equivocado a la hora equivocada y ¿qué iba a hacer? Exacto, acudir a la policía. El caso es que soy un testigo primordial para encontrar al...