OLIVER
El líquido ámbar del vaso cada vez se ve más inquieto, o quizá soy yo, no lo sé, el caso es que no deja de dar vueltas.
Mi mente ebria mira hacia la izquierda donde la despampanante rubia está sentada acariciando mi brazo y diciéndome cosas sucias y subidas de tono al oído, cosa que hace que mi amiguito se despierte, pero mi cabeza de arriba no está muy por la labor porque prefiere ahogarse en alcohol.
No sé a qué hora he llegado y creo que esta es la primera vez que estoy en este bar porque nada de los muebles y la decoración me suena, pero tampoco le doy muchas vueltas al asunto.
El mareo que siento es reconfortante para aliviar mis insistentes y molestos pensamientos, todos referidos a una sola cosa, a una mujer, concretamente. Quiero mantenerla a salvo a pesar de que no tengo ninguna obligación con ella, pero no sé cómo obtener esas pruebas que Ronnie Clarkson tanto quiere.
Mi mente divaga e imagino que estoy en mi cama acostado con Thais a mi lado durmiendo profundamente. Yo la acaricio con suavidad y ella se remueve sobre el colchón sin abrir los ojos. Mis manos viajan por su piel desnuda y encuentran ese punto tan sensible entre sus piernas, entonces ella despierta por los movimientos de mis dedos y nos fundimos en un beso acalorado antes de que me abalance sobre ella para hacerle el amor...
¿Hacerle el amor? Joder, sí que estoy borracho.
Vuelvo a la realidad y me centro en la rubia que agarra mi brazo y lame el lóbulo de mi oreja. Parece estar muy ansiosa por que me la folle y mi polla está totalmente de acuerdo, pero no sé si por ella o por la imagen de Thais que acabo de tener en mi mente.
La mano de la mujer se posa en mi muslo y algo dentro de mí pide que suba un poco más arriba para liberar la presión que tengo bajo los pantalones. Pongo su cabello detrás de su oreja y ella sonríe de manera provocativa antes de atrapar mis labios con los suyos.
Mi espalda choca contra el respaldo del banco en el que ambos estamos sentados y me dejo hacer por ella. Dejo que toque mis pectorales y abdominales bajo la camisa que llevo, dejo que su lengua se enrede con la mía y busco más contacto con ella, por lo que paso mi brazo por detrás de su cintura y la atraigo más a mí mientras me dejo llevar.
En realidad estoy en ese punto de la ebriedad en el que prácticamente no siento sus labios sobre los míos, casi ni siento sus manos sobando mi cuerpo con deseo y tampoco estoy muy seguro de lo que estoy tocando. No sé si toco su hombro, su teta o su oreja porque estoy demasiado ido mentalmente. Mi cuerpo está sentado sobre el banco de este bar con una preciosa chica rubia que me soba por todas partes y un trago de whisky sobre la mesa, pero mi mente está muy lejos. Mi cerebro no deja de pensar en esos ojos azules de mirada intensa ni en ese menudo cuerpo al que tan acostumbrado estoy ya. No dejo de imaginarla gritándome, insultándome y sacándome de quicio. La veo claramente, está ahí, de pie con los brazos sobre sus caderas mientras me grita que tiene responsabilidades, mientras me grita sandeces y me insulta diciéndome que sólo soy un cuerpo de infarto.
Sonrío como un idiota.
–Joder, Thais, cómo te he echado de menos... –susurro al borde de la inconsciencia.
Las caricias sobre mi pecho cesan y ya no siento que tengo a alguien pegado a mí.
La mujer rubia me observa con el ceño fruncido y se cruza de brazos cuando separo la espalda del respaldo para alcanzar el vaso que tengo delante.
–¡No me llamo Thais! –medio grita rabiosa mientras alcanzo el vaso.
Miro el líquido dándome cuenta de que el que se mueve demasiado soy yo y no el vaso.
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Caricias Salvajes © (Trilogía Salvajes #1) A La Venta En Librerías
Ficção AdolescenteLa suerte nunca ha estado conmigo, el asesinato que presencié es la prueba de ello. Me encontré en el momento equivocado a la hora equivocada y ¿qué iba a hacer? Exacto, acudir a la policía. El caso es que soy un testigo primordial para encontrar al...