𝟎𝟎𝟒.

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— ¿Pero qué has hecho?— escupe exasperada. Sabe que no debe levantar el tono de su voz sin importar qué, pero aun así lo hace. Le tiene el suficiente aprecio a la de hebras turquesas como para dejarle pasar la metida de pata, pero el miedo que le recorrió el cuerpo es mas grande como para sentarse y dejar que se vaya.

—Oh vamos, si no las enviaba yo, tu jamás ibas a hacerlo— admitió. Sabe que tiene razón pero nunca lo admitiría, masajea con cuidado el tic nervioso en su ojo y las palabras de su amiga resuenan en su mente.

Inhala y exhala varias veces como para relajarse lo suficiente, y la observa ponerse inquieta sobre su silla.

«Cuenta hasta diez Soo» le dice su subconsciente.

— Contigo no tiene caso molestarse. Así qué ¿qué hacías en mi habitación? — le cuestiona con la mirada. Observa como YoungMi hace un intento para nada disimulado de acomodarse en su lugar y se encoge de hombros, sonriéndole de manera nerviosa.

«Maldita curiosa» solo por esa ocasión le daría la razón a su subconsciente.

Siempre le había resultado molesto que entraran a su habitación, más si lo hacían sin pedir permiso y golpearan la puerta con la pared, dañando a ambas. El solo pensar como ponía sus pies dentro de su espacio de escape, que miraran todo con curiosidad, que se acercaran y abrieran todos los cajones habidos y por haber, las cajas que estaban arriba de su armario lejos de la chusma; que cambiasen el lugar de todas las cosas y llenaran de manchas los vidrios de los recuadros colgados en las paredes y-

—Y-yo estaba buscando los auriculares. Si eso, pe-pensé que eran cartas para tu familia, no p-para Hong Joong.

Deja de pensar en las futuras crisis que le darían de saber que algún intruso invadiera su lugar y la vaga respuesta de su roomie, la inquieta no por ser incomoda o vulgar, si no que le resultaba estúpido que buscara sus auriculares en su habitación, sabiendo que Sophie tiene una obsesión con el orden y la limpieza.

Cada cosa tenía su lugar designado con un papel de color escrito.

Sin orden, habría caos y el pánico se desataría en su mente.

— Su nombre está escrito en la cara superior del sobre. Sabes bien que mi familia sólo me habla para preguntar si ya les transferí dinero —inhala sonoramente, tratando de retener las lágrimas y pestañea varias veces. Odiaba cuanto le afectaba hablar sobre ellos— Para ellos ya no existo.

Al menos para su madre, pues su padrastro siempre la recibía gustoso cuando hablaban a través de mensajes de texto, o videollamadas.

«Vete a cumplir ese sueño estúpido que tienes». Le dijo su madre la última vez que la vio, justo en las puertas del aeropuerto, drenándole toda la emoción que habitaba en su cuerpo dejándole un amargo sabor en la boca. «No lograras nada, solo harás el ridículo», murmuró uno de sus hermanastro la noche antes de irse.

¿Qué hizo mal para merecer eso? Tan solo quería salir de ese ciudad llena de envidiosos y gente chismosa, en donde debía esforzarse en fingir algo que no era, quería salir de allí y conocer el mundo, gente nueva, lugares nuevos, aventuras extraordinarias. Lugares extravagantes sacados de los mejores libros de ficción que solía leer para dejar de escuchar los gritos y las peleas.

«No tienes talento, deberías rendirte. Y preocuparte por cosas mejores, como la Universidad» le traicionaba su subconsciente cuando caía en la dura realidad de cara, sin ningún tipo de preparación y/o aviso previo, nada. Se tiraba sin paracaídas rogando que con algo de suerte cayera en algún lugar suave y esponjoso, como los mundos que solía crear en su mente; no en el duro pavimento, áspero y lleno de grietas que resultaba ser a veces la realidad.

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒 𝐓𝐎 𝐇𝐎𝐍𝐆 𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆 || 𝐊. 𝐇𝐎𝐍𝐆𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora