𝟎𝟎𝟏.𝟑.

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April, 2019.

El avión despega del asfalto y puede suspirar mientras se desabrocha el cinturón.

Mira el pequeño cuadernillo que sobresale de su bolso mal cerrado y muchas ideas abordan su cabeza enrulada, se da cuenta de lo precipitada que fue al enfocarse solo en su canto y baile no en aprender el idioma oficial.

Observa como el Sol la despide con sus últimos rayos junto con las nubes, quienes se apartan dejándole ver el basto océano mecerse de un lado a otro. Conecta sus auriculares al móvil y su canción favorita la acompaña en su travesía, mira hacia otro lado con curiosidad sobre los demás pasajeros y la mayoría yace dormida en sus asientos, excepto un peludo perro que la mira con sus grandes ojos mieles.

La vibración en su móvil, la hace pegar un brinco en su lugar.

Mamá.

«Pronto te darás cuenta de que lo que

estás haciendo, solo es por puro capricho»

19:40 PM

Mamá.

«No eres nada sin nosotros»

19:41 PM

Apoya su cabeza sobre el marco de la ventana, observando las nubes hasta que cae dormida.

Unos toquecitos en su hombro le cortan su momento de inconciencia y hacen que abra con pesadez sus ojos para ver a unos grandes ojos mieles mirarla con compasión. Es el peludo perro que la miraba desde el regazo de su dueña, acaricia su cabeza entre sus orejas oyendo al animal lloriquear ante su tacto.

— ¿Crees que fue una buena idea irme hasta el otro extremo del mundo solo para hacer algo que creo que verdaderamente es a lo que estoy destinada a hacer?—le pregunta entre susurros al can, quien posa una de sus patas en su brazo que descansaba en el posa-vasos del asiento—. Dios si eres tú, dame una señal.

El pequeño animal ladea su cabeza sin entender a lo que el humano frente suyo le dice, vuelve a subirse en sus patas hasta tocar su hombro y lame una de sus mejillas sacándole un par de risillas a la chica.

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Señores pasajeros por favor abróchense los cinturones, estamos a punto de aterrizar en el Aeropuerto de Incheon...—anuncia una de las azafatas por el intercomunicador. La mayoría de los pasajeros se despiertan al escuchar el pitido emitido por la interferencia, otros por las pequeñas sacudidas del avión a causa de turbulencias.

Sophie se despierta después de golpearse la cabeza con la ventanilla. Sobándose ligeramente la cabeza, mira a su alrededor desorientada hasta que ve el cartel luminiscente, que hace que se abroche el cinturón.

Mira a través del cristal como empezaban a descender, el basto y calmo océano siendo reemplazado por los grandes edificios y el interminable asfalto. Esos dos días encerrada le empezaban a pasar factura en sus piernas y trasero que ya no sentían.

Truena su cuello y espalda de manera tal que la niña que se encontraba a tres asientos distantes del suyo la miran con asombro e intenta hacer lo mismo pero no le sale. En cambio hace ruiditos con su boca para hacer de cuenta de que también ella puede.

Busca al pequeño perro peludo que estaba con ella cuando descendió pero no lo encuentra. Suspira y dobla sus dedos, escuchándolos crujir y eso la relaja.

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—Sophie, ella es Young Mi—dijo Jae Sang, la morena mira con curiosidad a la fémina que esta frente suyo, observándola con indiferencia. El señor Choi le había hablado de ella en todo el trayecto desde el aeropuerto hasta su hogar, además de asegurarle que serían su nueva familia en lo que se adaptaba a su nuevo entorno.

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒 𝐓𝐎 𝐇𝐎𝐍𝐆 𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆 || 𝐊. 𝐇𝐎𝐍𝐆𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora