𝟎𝟎𝟐.𝟏.

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— ¿El correo había llegado y no dijiste nada?—me cuestiona el mayor, sentado como modelo de revista en el sofá con el control del televisor en mano. Cualquiera que lo viera diría que está a mitad de una sesión de fotos en pleno salón por su postura de no ser por el pijama de patitos que tenía puesto. Ni que hablar de sus pantuflas.

— ¿Me compraste algo? ¡Oh, hyung no tenía por qué hacerlo! Es un hyung tan considerado...—el cuarto mayor de entre nosotros, entró sonriendo tan ampliamente que me enmudeció por completo. YeoSang se acercó decidido a quitarme la bolsa que tenía pero fui más rápido y la oculté detrás de mi espalda.

—Es un regalo que me llegó de parte de los fans—la voz me salió muy baja, casi imperceptible que no habrían escuchado nunca, Yeo me mira seriamente, como casi mirando a través de mi alma y sonríe nervioso—, podemos ir el fin de semana a comprar las cosas que te gustan—susurre para que solo el escuchara. Asintiendo se fue, como si no hubiera hecho el ridículo hace unos instantes.

—Escuche la palabra regalo y quiero que me lo den—entró San con su peluche en mano, haciendo la vista gorda a SeongHwa quien lo miraba mal por mojar todo el pasillo. Vuelvo a explicarle lo mismo que a Kang, y se retira desparramando más agua con un puchero en sus labios.

—A veces pareciera que te olvidas que en esta casa no puedes mencionar "regalo" o "comida", porque si no vienen todos los niños alborotados y desordenan la sala—menciona una de las tantas reglas que impusimos cuando decidimos vivir todos juntos—. Deberás comprarles algo realmente bonito para el final de la semana si quieres que sean disciplinados toda la semana.

—Esos mocosos van a dejarme en quiebra.

—Pero amas consentirlos—murmura vencedor. Suelto un bufido y me despido con un beso en su mejilla, para luego subir a mi habitación.

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«Anhelo que seas mi todo, y yo ser tu mundo lleno de sueños, dónde esta chica pueda hacerte sonreír, incluso en momentos más complicados y tristes.

No quiero que te vayas, incluso si te pido que lo hagas, suplicaré para que no lo hagas.»

No sabía porque había empezado a retener el aire, desde que me arme de valor y la curiosidad estallo en todo mi cuerpo decidí abrir esa bolsa para sacar la primera carta que databa con fecha de hace unos días atrás.

Cuando llegue al final, ahogué un grito para nada masculino y colapse en el colchón expulsando todo el aire sin parar de sonreír como estúpido. Sintiendo como mi mandíbula cosquilleaba y mi pecho también, me sentía tan feliz.

De la emoción comencé a patalear mientras arrugaba la carta contra mi pecho, pronto todas las sábanas y almohadas, junto con los peluches que me gusta abrazar salieron volando a todas partes siendo testigos de mi acto de adolescente hormonado.

— ¿Debo llamar a un psiquíatra o a un sacerdote?— dejo de patalear y observo estando de cabeza a la silueta de MinGi mirarme como si estuviera loco, parpadeo despacio y procedo a acomodarme lo más rápido que pude, aunque terminé cayéndome de la cama y golpeando mi trasero—. Por ahí escuche que los fans le regalaron algo.

Asiento, acomodándome mejor en el suelo de modo que mi zona golpeada no doliese tanto, lo veo caminar tranquilo hasta donde estaba teniendo mi momento de felicidad y agarrar la carta, pasando su mirada del papel hacia mí y de nuevo hacia el papel.

—Uhm, interesante. ¿Reacciona así por esto? De haber sabido que le gusta este tipo de cosas, yo mismo le habría escrito cientos de ellas— murmura dejando caer el papel sobre las blancas sabanas, y me mira para después giñarme un ojo.

—A cualquiera le emociona que le envíen cartas Gi— respondo intentando no darle tanta importancia al asunto, aunque todavía estaba con las emociones a flor de piel.

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Había pasado una semana.

Y aún seguía en un estado un tanto sensible, había leído y releído cientos de veces aquella carta que hizo que mi corazón diese un vuelco y necesitaba más. Hasta me la sabia de memoria, palabra por palabra, letra por letra, párrafo por párrafo y creo que estaba a una neurona disfuncional de caer en la desesperación de no recibir otra.

Anhelaba por más.

O tal vez, solo tal vez, estaba exagerando. Se podría decir que nunca en mi corta y monótona vida había recibido tal gesto, al menos no desde el debut no me había sentido así de querido, que alguien anhelara tenerme en su vida y admitiera sin pelos en la lengua que quería pasar el resto de su vida junto a mí.

Hacía que me sintiera lindo y deseado. Me creía capaz de levantarme de la comodidad de mi cama, ponerme el outfit más extravagante que tuviese a disposición y saliera a dominar el mundo, pero no lo hice. Más bien aguarde pacientemente a que llegara más, hasta puse en un sillón cómodo cerca del balcón aguardando a que llegara una lechuza con la correspondencia entre sus garras.

—Si espera una carta Hogwarts, ríndase que ya lo he intentado y no ha pasado nada— dijo WooYoung cuando entro a mi habitación –sin tocar como siempre– y me vio desparramado en el sillón sufriendo de una posible insolación por lo fuerte que estaba el sol ese día.

Quería ir al estudio y componer hasta que se me acalambraran las piernas de tanto estar sentado y me ardiesen los ojos por el brillo de la computadora pero mi cerebro me advertía que me quedara ahí, en ese rincón, esperando.

¿Qué cosa debía esperar? No sé, tal vez a que me hiciese uno con ese sofá. Un fósil.

—Suficiente. Vamos a la sala de práctica, debes mover ese trasero que estando ahí sentado no resolverás nada— espetó SeongHwa, tirando de una de mis piernas hasta dejarme en el suelo en la misma posición rara en la que estaba en el sofá—. ¿Qué es lo que te pasa, Joong? Tú no eres así, nunca te quedas quieto, hasta podría decir que eres peor que un nene de preescolar con sobredosis de azúcar.

—Creo que dependo emocionalmente de una hoja de papel—murmuro ignorando de sus quejas de anciana amargada mientras rebusca en mi armario algo que se viera decente.

—Encima de flojo, raro. ¿Con que otra cosa me saldrás ahora, eh?

— ¡Hyung, hyung! ¡Al fin llegó! ¡Ya me llegó la carta de Hogwarts!— los menores de la casa entraron azotando a la pobre puerta con una papel –claramente impreso– entre sus manos, mire al mayor masajearse sin disimular el tic en su ojo y suspirar, listo para romperle las ilusiones a cualquiera que respirara y pensara.

—Qué hayas buscado la carta y la hicieras imprimir, no cuenta WooYoung—le recrimina sin piedad.

— ¿Pero quién lo hirió?—responde dolido, poniéndose una mano en su pecho arrugando el papel en el proceso.

—No me pagan lo suficiente para aguantar a pura gente sensible, así que desaparézcanse ahora—ordena haciendo gestos con sus brazos, sacando a todos del cuarto que es cuando al fin reacciono y comienzo a reírme de toda la situación.

Ya se me había pasado el vacío que sentía por no tener otra de esas cartas entre mis manos.

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒 𝐓𝐎 𝐇𝐎𝐍𝐆 𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆 || 𝐊. 𝐇𝐎𝐍𝐆𝐉𝐎𝐎𝐍𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora