Preludio

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- ¡Vallanse al puto carajo!

El joven corría a todo lo que sus patitas podían dar, aunque no le bastaría por mucho tiempo puesto a que le comenzaba a faltar el aire y su costado comenzaba a doler.

Como odiaba su condición física en momentos como ese.

No le molestaba como era, no le haría nunca caso a sus comentarios tan de la chingada que siempre le decían, el era perfecto.

Aunque ser más atlético no le vendría tan mal cuando era perseguido por una bola de estudiantes (sus compañeros de clase).

Ser acosado durante toda la escuela media no  fue suficiente para él al parecer.

No, también tenía que sufrir en la U.A, lo que era el paraíso soñado para muchos se estaba convirtiendo en el infierno para él.

Apenas un mes, ¡Un maldito mes y ya odiaba y repudiaba a toda la clase 1-B!

Maldita sea la vez que logró entrar a esa institución, maldito sea el momento que se encontró con Monoma Neito.

Entro a uno de los cubículos del baño, cerrando rápidamente, por el momento estaba a salvo.

Apenas cerró la puerta soltó un pesado suspiro, tendría que subirse para evitar ser descubierto.

Se dio la vuelta notando que no estaba sólo.

Un chico peliverde de pecas lo miraba entre sorprendido y asustado.

Estaba en la taza del baño haciendo sus necesidades, con los pantalones abajo. Cubrió su parte íntima, su rostro estaba completamente rojo.

- ¡Está ocupado!

Grito con la voz temblorosa.

El cenizo también comenzó a sentirse avergonzado y su rostro se tiño de rojo.

- ¡Tu tienes la maldita culpa por no cerrar la jodido puerta!

- ¡Estaba cerrada!

- ¡Pero no con seguro!

- ¡Pudiste haber tocado!

- ¡Pues estaba abierta!

Escuchó pasos, era una multitud.

- Esos malditos bastardos

Susurro.

- Bueno, disculpó su imprudencia, estoy algo ocupado así que ¿podría salirse?

No, ya no había tiempo.

- No puedo

- ¡¿Eh?!

- Cállate te van a oir y me van a encontrar

El chico de esmeraldas entendió la situación, tomo la mano del ceniza y lo jalo hacía él sentandolo en sus piernas, claramente cuidando que su intimidad no le rozara y causará incomodidad.

- ¿Qué mierda haces?

Le colocó un dedo en los labios callandolo.

Le mostró una expresión sería, bastante intimidante.

- Shh

- ¡Gooorda! ¡¿Dónde estas?!

Los pasos se acercaban a su cubiculo, escuchaba los fuertes latidos del peliverde.

- ¡Gorda sal de ahí!

Dijo uno de los tipos mientras pateaba la puerta de donde estaba.

- ¡Esta ocupado! ¡No me sale el brócoli!

Dulce Donde viven las historias. Descúbrelo ahora