Capítulo 7; Clases de vuelo

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Pov Julie Eaglewhite

La primera semana de clases había pasado volando. A las mañanas desayuno, después clases hasta el mediodía, donde almorzabamos en el Gran Comedor. Jamás en mi vida, aún antes de mis siete años, había tenido tanta comida enfrente mío. Siempre se trataba de racionar en Windlocked Orphanage, por lo que varias veces me había ido con hambre a la cama. Los primeros días no comí mucho, pero cuando me di cuenta de lo diferente que era a ese lugar, empecé a disfrutar mucho más de la comida. A la tarde teníamos más clases, y alguna que otra hora libre de estudio. Me gustaba pasar tiempo en la biblioteca, todos los libros que había ahí eran desconocidos para mi. Hermione solía acompañarme junto con Luna, pero normalmente ambas usaban el tiempo para estudiar. Yo no. Me interesaba tanto como ellas las cosas que aprendíamos en clase, pero como nos hacían escribir y leer a mi se me simplificaba recordar la poca materia que habíamos pasado en esta semana.Yo tenía la suerte y ventaja de tener memoria fotográfica así que podía recordar casi todas las que leía y escribía. En Windlocked Orphanage, al cumplir los siete años, te enviaban a un pequeño colegio que había en la localidad de Kingham, para que aprendas a escribir y leer, tanto como matemáticas y ciencias, para que seamos de utilidad en el orfanato. Yo solía aburrirme a montones en el colegio, porque las cosas que enseñaban eran muy básicas. Al comienzo pensaban que era problemática, y que tenía problemas de concentración, pero terminaron por darse cuenta de mi memoria fotográfica y me subieron de curso.

En fin, hoy era viernes, y era la primera clase de vuelo en escoba con la profesora Hooch. Estábamos en el comedor almorzando, Hermione hablaba sobre diferentes técnicas de vuelo y Luna comía en silencio mientras la escuchaba. Charlie Brown, una chica de primer año, contaba anécdotas sobre cuando su papá hizo que ella se subiera a una escoba por primera vez, a los dos años. Para que decir que la cosa no terminó muy bien. Yo escuchaba riendo, preguntándome cómo habría sido si mi infancia también hubiera sido normal. Bueno, en mi caso normal en aspecto muggle, ya que no me había enterado de la magia hasta hace unas semanas. Suspiré. Sabía que no tenía que pensar mucho en ello, pero era inevitable. Me desconecte de la conversación y me di vuelta, buscando una cara conocida entre el mar de sombreros y capas. Emma comía en silencio, tampoco parecía estar de muy buen humor. Era increíble como a veces podías sentirte de mal humor por ningún motivo, arruinando todo tu día. Iba tan bien... Antony hablaba, como no, con Harry y un chico corpulento, Oliver Wood si no me equivocaba. Y por último Valentine, quien aguantaba la conversa de Pansy Parkinson, una chica no muy agradable que le hacía ojitos todo el rato a él y Draco, con cara de querer suicidarse. Me miró en buscó con la mirada y ejecutó una palabra con los labios: ¡Ayuda! Yo sonreí ligeramente, parecía que todos habíamos caído en una especie de monotonía, echando a perder nuestro día. Valentine pareció darse de mi cara decaída, ya que me miró interrogativamente. Yo me encogí de hombros con un suspiro y él asintió. Miró donde Emma, quien también parecía tener pensamientos negativos. Hizo una mueca dando a entender que ese no parecía ser nuestro día. Tenía razón. Los platos se retiraron de la mesa, mostrando que ya era hora de dirigirnos hacia los campos de entrenamiento. Casi no había comido, no tenía hambre. Antony, Emma, Valentine y yo nos juntamos a la salida como solíamos hacerlo todos los días después de una comida. No hablamos, pero el silencio no era incómodo. Nunca lo era.
Llegamos al campo de Quidditch, donde la profesora Hooch nos esperaba con dos hileras de escobas apoyadas contra la fina hierba. Nos indicó que nos pusiéramos al lado de una escoba y prestaramos atención. Por más que no tenía el mejor ánimo desde el almuerzo, sentía curiosidad sobre esta clase, Sabía que no sería como el resto. Jamás había volado en mi vida, ni siquiera en avión. Con mis papás solíamos viajar en tren, auto, en incluso a caballo, pero nunca en avión.
La profesora era delgada, con pelo corto gris entrecanado, sin embargo no aparentaba más de cuarenta años. Se paró frente a todos nosotros y empezó a hablar con voz firme
-Bienvenido a la clase de vuelo. Puede que algunos de ustedes ya se hayan subido a una escoba en su vida, otros pueden que no. No se asusten ante la posibilidad que de su inexperiencia haga alguna diferencia, pues no lo hace. La escoba los tratará a ustedes según como ustedes la traten a ella, así es que presten atención, porque si llegan a hacer un error, puede terminar muy mal para ustedes. Bueno, ¡comencemos!
Acto seguido nos explicó cómo cuidar de la escoba, limpiarla y arreglar sus cerdas. Después de media hora de largo pulir sin parar, por fin llegó el momento de subir a la escoba. Nos pusimos a un lado de esta, y la maestra nos ordenó que pusiéramos nuestra mano hábil estirada a nuestro lado, para que después dijéramos "fuerte y claro" la orden: ¡Arriba! La escoba de Antony salió volando hacia su mano, al igual que la de Valentine. Casi todos los de segundo año lo lograron sin problemas, ya que ya habían aprendido lo mismo el año pasado. La mía se movió en el pasto, se levantó unos centímetros y volvió a caer. probé una vez más. Lo mismo, pero esta vez subió más limpiamente. Claro, yo me había encargado de su limpieza la última media hora, ella solo me estaba devolviendo el favor. La tercera vez, la escoba llegó a mi mano rápidamente. Se sentía bien. A mi alrededor, varios seguían intentando. Charlie Brown lo logró unos segundos antes que yo, parecía que la influencia de su padre le había servido. Emma también lo logró con una sonrisa orgullosa de sí misma.
Estuvimos practicando unos minutos más, hasta que la profesora dio por hecho que ya todos lo hacíamos bastante bien, y nos dio las instrucciones para subirse. Pie izquierdo aferrado a la escoba, pie derecho manteniendo el equilibrio en el suelo, cabeza mirando al frente, ambas manos agarrando el palo y tranquilidad. Sobre todo esto último. Nos dijo que le ordenemos a la escoba subir unos metros, mientras que la maniobramos con el cuerpo. Nos pidió que no nos alejáramos demasiado del grupo, ya que podía ser peligroso.
- Hace unos años, un niño de Gryffindor creyó que podía ser mejor que la escoba, y le ordenó que subiera lo más alto posible. El niño terminó en el lago como comida de las criaturas que habitan ahí. - algunos se miraron horrorizados - Lo lograron sacar, por suerte, pero nunca volvió a ser el mismo... Nadie sabe por qué. En fin, no suban muy alto y no se alejen mucho.
Miré el cielo azul sobre mi cabeza, no podía esperar a volar. Y no lo hice. Saqué el pie derecho de el suelo y lo aferré al igual que el izquierdo a la escoba. Subí unos metros y di una vuelta entera a la cancha. Me sentía muy bien volando. La altura pareció influir en mi estado de ánimo, ya que dejé atrás mi mal humor, me sentí libre. Ya no quería volver al suelo, ahora empezaba a entender porque los miembros de este deporte tenían algo parecido a la fiebre por Quidditch. Empecé a subir más, atenta a no irme muy lejos. Desde ahí arriba escuchaba los comentarios de la profesora de vuelo, pero esto valía la pena el regaño que me estaba ganando al volar más alto de lo supuestamente debido. Desde la altura en la que estaba se veía el castillo y la cancha de quidditch iluminada por el sol, dando una preciosa vista. El bosque prohibido se extendía a mi derecha, junto con una interminable cadena de montañas blancas.
Seguía eufórica por esta nueva experiencia. Valentine daba piruetas y giros presumiendo delante del curso, sin ninguna mala intención. Se acercó a mí con una sonrisa de superioridad, a la vez que yo terminaba un simple giro en el aire con una sonrisa.
-¿No te dije que era increíble?
- Sí, tenías razón, por primera vez en tu vida. - dije sin aliento, sin dejar de sonreír- No voy a repetir eso, así es que disfruta mientras puedas. ¡Los trucos que haces son increíbles! Tampoco creí que diría eso...
- Ah, eso. No es nada. Es sólo para entretener a mis admiradores- se excusó con un tono de superioridad, pero a mi no logró engañarme con esa excusa.
-¿No será que lo haces para presumir ante Emma, verdad?- lo piqué alzando una ceja.
- No. ¿Por quién me tomas? Jamás le haría eso a Parkinson, el amor de mi vida-dijo él, señalando dramáticamente a la chica que volaba unos metros bajo nosotros.
Gruñí con desaprobación, mientras miraba a la pelinegra que nos observaba enojada sin ningún disimulo. No parecía contenta con el hecho que hablara con él.
-Si la he visto mirándome, no se quita de encima tuyo. No se ni porque se fija en ti. ¿Qué vió en tí?
-Pues para el resto del mundo soy una persona realmente atractiva Eaglewhite. ¿Dónde están tus gustos?
-Muy lejos de ti Lestrade.
-Entonces me voy a hablar con una dama que si aprecie lo que ve.-dijo y se fue a hablar con Emma quien reía volando en espirales.
Sonreí viendo como ambos parecían llevarse bien. Bueno, sonreí más que nada ante la vista de Valentine enamorado. Di un giro en el aire más, soltando un grito eufórico, que fue atrapado por el viento. Respiré el aire fresco de aquella tarde, mientras el sol bajaba cada vez más. Esa calma era extrañable. Todos esos años parecía haber vivido bajo presión, como si todas mis emociones hubieran estado oprimidas bajo un gran peso. Por unos segundos ese peso desapareció, haciendo que me sintiera más liviana. Por unos segundos. Sentí un fuerte golpe en mi costado derecho, algo duro había impactado contra mis costillas. El dolor hizo que soltara mis manos y mis piernas de la escoba, y en una milésima de segundo, me encontraba cayendo. El impacto me había enviado lejos de mi escoba, no había manera que la alcanzara. Arriba mío, pude ver la cara sonriente de Pansy Parkinson. Había llegado tan lejos como para atacarme como un torpedo, todo a causa de la envidia. Grité en busca de ayuda. La profesora estaba abajo, ayudando a un estudiante de primero, no había modo que me oyera. Grité más fuerte, mientras el piso se acercaba cada vez más. Estaba a pocos metros del suelo cuando alguien pasó volando abajo mío. Me agarró de la cintura con un brazo y me subió a la escoba. Era Valentine, quien me había visto caer. Me aferré fuertemente a él mientras decendíamos suavemente al suelo. Mis manos temblaban, mi cuerpo entero temblaba. Había llegado justo a tiempo. Enterré mi rostro en su hombro, asimilando lo que había pasado. Iba a matar a Pansy Parkinson. Emma se acercó corriendo a nosotros apenas tocamos el suelo. Me abrazó fuertemente y me preguntó si estaba bien sin parar. Yo solo asentí, aún respirando agitadamente. Después, Emma se acercó a Valentine y lo abrazó, dándole las gracias con un beso en la mejilla. Él se sonrojó y ella también, al darse cuenta de lo que había hecho. Dios, esos dos eran tan tiernos, me gustaría que se besen y ya. Antony parecía pensar lo mismo, ya que negaba la cabeza divertido mientras Valentine balbuceaba.

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Aprovechando la cuarentena para actualizar...
Ya van surgiendo la enemistadas. Esta nos recuerda mucho a Harry y Draco, pero como son amigos... Bueno, luego van a cachar más de eso.

~ Las Locas

El Heredero de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora