Capítulo 1: "Yo solo hago mi trabajo, avergonzarte."
"Recuerda volver a las 7, o nunca más te dejo salir a jugar". La voz de su madre rondaba en la cabeza de la niña de 8 años.
Ella corrió por todo el barco para llegar a tiempo a su camalote, se había retrasado por estar jugando con la niña canadiense que había conocido ayer, sumando que se acabó de perder.
Era un barco enorme y la familia Jones estaba disfrutando de este costoso crucero que se había ganado por solo raspar con una moneda un papel, de esas raspaditas que si salen 3 monedas ganas. En síntesis era un crucero que iba por las cálidas aguas de Brasil, el cual duraba dos semanas, y había personas de todos los países.
Dobló en una esquina de un pasillo y chocó con un niño.
―¡Oye! Estaría genial que te fijes por dónde vas.―gritó este. Qué niño malhumorado.
―Lo siento, iba demasiado rápido. Mis padres me matarán.
―Pero rompiste la bolsa con el pez raro que conseguí.―se lamentó mirando al suelo, que estaba mojado y había un pececito tratando de vivir en el suelo.
―Toma esta pulsera, tal vez puedas conseguir otro con ella... cuesta bastante, creo.-la linda niña le entrego una de sus pulseras. Esta tenía una chapita dorada que tenía grabado la frase "No te hundas", luego era una cadenita dorada muy linda con un dije un un ancla. Aunque se viera costosa, esa pulsera no lo era; y él se dio cuenta. Lo único es la importancia que le iba a dar Nicole a esa pulsera con el tiempo, pero en aquél momento... nada importaba ya que no lo entendía.
―Oh gracias, pero toma este chocolate... yo también venía distraído.-le entregó él, desconfiado, un chocolate que sacó de su bolsillo. Ella lo tomó sin saber exactamente que hacer y se fue corriendo. Muchos dicen que los niños niños son lo más inocente que hay, pero cuando en su cabeza tienen ideas instaladas por terceros malignos... nadie se salva.
―Y ahí fue cuando su amiga me desobedeció otra vez... Háganle caso a sus padres cuando les decimos "no acepten dulces de desconocidos", estuvo toda una semana con dolor de estomago ―habló mi mamá, mientras todos mis amigos se reían.
―No puedo creer que estés contando esto―me quejé de brazos cruzados.
―Oh linda, soy tu madre y solo hago mi trabajo, el cual es avergonzarte.
―¡Esa no la sabía Nicole!-rió a carcajadas Jessica, mi mejor amiga.
Era mi cumpleaños numero 18 y mis dos mejores amigos vinieron a visitarme a mi casa, mi mamá nos acompañaba con su famoso té que siempre nos da y contaba historias vergonzosas para mí. Por ejemplo esta: ese niño me había envenenado y nunca más lo volví a ver o siquiera recordar. Me había olvidado de los hechos sucedidos, hasta el momento en el que mi mamá me lo recordó a mi y se lo informó a mis amigos. Dos por uno.
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¡Que no soy Cenicienta! [EN PROCESO DE EDICIÓN]
HumorElla para todos era una cenicienta... con una mezcla de blancanieves, quizá.