Capítulo Nueve

336 31 26
                                    

Abre los ojos antes de que la alarma del móvil. Bucky refunfuña girado sobre la cama, son las seis de la mañana, sonríe aventado el móvil a los pies porque han sido seis horas de sueño, mucho mejor que los días pasados.

Se queda mirando el techo de la habitación, no va a negar que lo extraña, su cuerpo y su mente siguen entorpecidos ante el recuerdo, una semana apenas, donde las primeras noches fueron fatales con las realidad -soledad- golpeándolo. Realidad de mierda, piensa.

Resopla antes de levantarse, toma los pantalones del día anterior importándole poco, una playera que ve por ahí y las botas de siempre. Va a al baño y se mira al espejo quitándose las greñas del rostro, se lava la cara y nota como la barba empieza a crecer, y antes de que concientice, ya está de nuevo en la habitación abriendo el buró para sacar el pequeño paquete envuelto de piel. La desenvuelve y Bucky acaricia con suma delicadeza aquella navaja que le regaló el gladiador. Bucky aprieta los labios en una mueca como si hubiera probado limón de lo más amargo guardándola de nuevo en el cajón. No tiene caso lamentarse, y tampoco está para sus ridiculeces y mariconerías, Sam lo está esperando y prefiere llegar dos horas antes que quedarse ahí a seguir hundiéndose en la miseria de lo nunca va a ser.

*

Suprime un gruñido cuando Sam llega con Steve. ¿Por qué mierda está aquí? Ya no tiene ningún deber, Steve debería estar en cualquier otro lugar rehaciendo su vida menos aquí, vistiendo una gorra azul y lentes de armazón grueso, y Bucky se pregunta si la gente es tan ingenua para no darse cuenta, pero cuando Steve camina entre las personas de ese pequeño restaurante como si nada es cuando Bucky recuerda que "aquí" Steve Rogers está muerto, e incluso hay un memorial en su honor en Central Park.

—Llegaste temprano —Sam se sienta frente a él aceptado la carta que la mesera ofrece.

—Cinco minutos —miente dando un sorbo al café frío, y mira de reojo al rubio que toma asiento junto a Sam.

—Buenos días, Bucky.

Steve saluda primero con ese tono cálido y eso, por mucho que lo quiera negar, le causa cierto revoloteo, y el pie que había estado moviendo insistivamente contra el piso para en ese mismo instante.

—Buenos días —le sale y Steve sonríe como siempre le ha hecho. Bucky se termina su café amargo de un gran trago. Desde que regresaron no se habían vuelto a ver. No quiso quedarse en cualquier lugar que tuviera que ver con ellos, Steve, Sam o lo Vengadores., y durante toda esta semana se ha quedado en cuatro diferentes lugares cerca de Nueva York.

Los minutos pasan más amenos después de ese simple saludo, como si un gran bloque se hubiera quitado de su espalda dejándole más ligeros los brazos. Entre ellos no hay más cruce de palabras directamente y Sam hace la función de intermediario, Bucky, hasta ahora, puede sentir un poco de compasión por su amigo y por eso se limita a dar cortas opiniones sobre el tema que abordan. Sam está problemas con el gobierno para seguir portando el escudo. No está de acuerdo con ciertos "lineamientos" que el gobierno quiere imponer al nuevo Capitán América. Además "el Soldado del Invierno" sigue siendo un nombre poco amistoso para el gobierno de América y Falcon, para su desgracia, está de su lado. Bucky prefiere callar ante la culpa que aún carga en el brazo izquierdo.

—Hoy me pidieron reunirme con ellos.

—Tienen a alguien más ¿verdad? —Steve pregunta.

Sam se deja caer por completo al respaldo soltado el aire—, lo conocí hace poco.

—El escudo es un símbolo para la gente, no para el gobierno.

Steve, hombros tensos y sus rasgados endurecidos, está molesto, no con Sam, eso Bucky lo puede intuir.

Lost On YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora