Capítulo Trece

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Bucky parece recuperar aquella adicción a los labios del rubio, no era el mismo Steve, pero son los mismos labios. Es difícil de explicar, no es el mismo sabor, ni son los mismos besos pero sigue siendo la misma jaula dorada.

Ama la timidez de su Steve, primero pregunta con los ojos y después procede con aquella caricia tan divina. Bucky deja que explore a su tiempo, y Steve poco a poco va tomando más confianza, baja por su cuello hasta los hombros, reparte besos por la frente y nuca, no pasa mucho par que lleguen besos fogosos en los que Bucky desea más y se tiene que conformar con mezclar sus sabores. De cualquier modo, los besos de Steve es como si lo curaran todo de repente.

Lo que odia es que todos se dan cuenta de ese gran paso.

Sam es el amigo molesto quejándose de todo lo que tuvo que pasar. Enumera un listado con los dedos, y lo que más le llama la atención a Bucky es cuando menciona cuando fueron perseguidos por el gobierno ante la oposición a los acuerdos de Sokovia.

Okey, si entendió bien, él influyó a que Steve no haya firmado tales acuerdos. Se está fastidiando, no le ve el caso de remover heridas que ya han sanado, o tal vez esta exagerado, porque tanto Sam y Sharon se ven relajados, si, quizás solo sea cosa de él que se lo está tomando todo muy a pecho, demasiado personal, pero de solo pensar en esos días donde Steve estuvo con él, donde de cierta forma lo eligió, y después, decide irse a pasado, es algo que aún le genera cierto nerviosismo.

—Ya basta, Sam —Steve interrumpe, pero no hay molestia, mas bien, Steve le está viendo de reojo y ha notado su incomodidad.

—Que tu culo sea perseguido por la mayoría de las naciones, no es divertido.

Sharon ríe en voz alta, mirando por el retrovisor sus caras patéticamente sofocadas.

Bucky ha cruzado los brazos en signo de enojo. Pocas veces tiene ganas inmensas de estrellarle el puño a Sam y esta vez es una de ellas.

*

Ya se está haciendo normal que los cuatro convivan fuera de misiones. Para Bucky ya no es extraño ir por unas hamburguesas con Sharon, las rutinas por las mañanas con Sam y Steve, o las cenas los fines de semana en el departamento.

Es una sensación extraña pero no ajena, como un sentimiento fantasma de hace mucho tiempo antes de la guerra.

Es difícil, lo sigue siendo, pero ver que aun puede haber algo; familia, estabilidad; algo que ambos añoraban de cierta forma, pero al final, todo se sumergió en el frío hace tanto tiempo, aquella ilusión vuelve a resurgir bajo una nueva noción. Steve es su familia, siempre lo ha sido, aquellos lazos que lo unen a él forman la línea que comparten ahora.

Y siente una completa plenitud y calma cuando ambos simplemente disfrutan un café por las tardes lluviosas.

*

Cuando Bucky regresa de la rutina matutina, Steve sigue en el piso mirando por la ventana, brazos cruzados, mirada distante, ida en algún punto. Bucky pensó que se trataba del caso de Zemo, pero ahora que es un "aliado" y las cosas pintan bien, lo que está manteniendo a Steve abstraído es otra cosa.

Prefiere no presionar y pasan el día de lo más casual o al menos es lo que intenta, sin embargo, es cuando va tomar una ducha, regresa por la toalla al cuarto, la cuelga sobre el hombro, voltea y ve por el reflejo de la pantalla a Steve sentado en la sala jugueteando con algo entre los dedos. Llama mucho su atención el nerviosismo con que mueve las manos, y el cómo se desconecta nuevamente del mundo.

Bucky, preocupado, se acerca cauteloso como felino silencioso. La cosa es que, siente que se le va el alma cuando reconoce aquellos objetos.

—¿De dónde los sacaste? —no puede evitar preguntar desde su lugar. Steve, sentado de espaldas, salta del sillón al escucharlo.

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