Capítulo Tres

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—¿Seguro que funciona? Recuerda que sólo es en los alrededores.

—Puff, por supuesto, mis bebés saben hacer su trabajo —Sam le contesta al rubio que le mira teclear el dispositivo instalado en su antebrazo, monitoreando los pequeños droides esféricos que envió como apoyo en su búsqueda—. Nos ahorrarán tiempo. Ahora tomémonos un descanso que mis pies me están matando.

—Sólo llevamos un día y medio.

—No te burles Bucky, "super soldados" inmunes al cansancio —se queja quitándose la bota para masajear la planta de su pie.

—A veces olvido que no tienes el suero —Steve se disculpa sentándose en una roca, descuelga de su cintura el portador de agua hecho de tela para beber de ella.

Decide acompañarlos sentándose en el tronco que ocupa Sam. Se instaura el silencio entre ellos dejando escuchar los animales silvestres de aquella zona, huele a humedad y el terreno es lodoso, con una aura de misterio tras la pared de árboles gigantes cubriendo cualquier rayo de sol hacia el piso. Muro de vegetación que no cruzan por seguridad explorando sólo en los límites.

—¿Qué es lo que más extrañan de su mundo?

Steve lo saca de sus pensamientos y se da cuenta que lo está mirando fijamente.

—No te ofendas Cap, pero la comida apesta.

—Si, la comida no es lo fuerte —el rubio ríe dirigiendo una rápida mirada al más joven y regresar sus azules al castaño—. ¿Tú, Buck?, aparte de la comida —le pregunta directamente mientras se acomoda la coleta amarrando los cabellos rebeldes sobre la frente.

—Wakanda —suelta sin pensar porque es lo único viable que puede decir, también piensa en Brooklyn, el de los 40s, cosa que ya no existe, así que sólo Wakanda.

—Es cierto, ese lugar es sensacional —Sam le apoya.

—¿Qué hay? —Steve demanda con voz más que curiosa y Bucky no encuentra razón el por qué de repente le interesa lo que hay en Wakanda.

—Más bien que no hay... —Wilson termina de amarrar sus agujetas— ...una ciudad escondida con lo último en tecnología, naturaleza y gente extraordinaria, sin olvidar que son excelentes guerreros, le pueden patear el trasero a cualquiera.

—Vaya...

—Así es Cap, es de lo mejor —Sam pausa para beber un poco de agua de su garrafón, lo cierra cuando su dispositivo empieza a chillar y a palpitar con una luz amarilla—. Tenemos agua —se levanta tratando de ubicar las coordenadas que sus droides le dictan—, y no estamos lejos, a menos de dos kilómetros hacia el poniente —señala con la vista y empieza avanzar sin realmente esperarlos.

Ambos le siguen poniéndose de pie. Steve le ofrece agua mientras caminan detrás del Capitán más joven, la acepta deteniendo sus pasos para beber grandes tragos, el recipiente del rubio conserva el agua fría por más tiempo.

—Gracias —se limpia la boca con el antebrazo y le devuelve el envase con la mitad de llenado. Steve se lo cuelga de nuevo en su cinturón, se acerca dándole tiempo de apartarse, cosa que no hace y entonces se besan, casual y rápido, no como anoche, más bien, como lo hicieron en la mañana, como lo hace una pareja al darse lo buenos días o al menos eso cree.

—Vamos —Steve se aparta para empezar a caminar y alcanzar a su amigo a unos cuanto metros más adelante.

No tardan mucho en llegar a un río de agua dulce formado por una barranca. Un lugar accesible y al vez resguardado por la misma basta vegetación. Steve realmente sonríe dejando ver su alegría y alivio.

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