En el mismo instante que lo descubrí, no pude evitar ponerme a llorar. Sean le restaba importancia justificando que sería algo temporal, ya que veía luces y sombras.
Aún así, no se lo merecía. Él no.
En un momento dado, observé como Cora se dirigía al lugar donde descansaban las cenizas de Nathaniel, percatándose de algo. Recogió un objeto del suelo, mostrándonos una especie de caracola blanca.
—Es verdad, existe—dijo la sirena verde mientras la inspeccionaba con asombro.
Recordé entonces que en el libro de las sirenas había un pequeño apartado dedicado a esas aparentes caracolas mágicas.
—Dios mío—expresó una voz familiar, proveniente de la entrada del ya derruido imperio. Ahí fue cuando Amanda y Hayley entraron en la sala principal y vieron nuestro estado.
Devastadas, en todos los sentidos.
Nuestras respectivas abuelas nos abrazaron y empezaron a llorar, pero Heather y yo no sentíamos ni padecíamos.
—Lía, has sobrevivido y vencido al mal—dijo mi abuela a la par que me sujetaba la cara con sus manos—Estoy muy orgullosa.
Ella notó enseguida que algo no iba bien al notar mi mirada indiferente y triste, y antes de que cuestionara nada ya lo adelanté yo.
—Sean está prácticamente ciego.
Ambas se quedaron de piedra al dirigir sus ojos a los del muchacho, de un azul gélido como una triste noche de invierno.
—Yo encontré esto—mencionó Cora, enseñando la extraña caracola.
—No me lo puedo creer—Amanda la cogió cuidadosamente, como si de un tesoro se tratase—Una pena que solo le quede un deseo.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté curiosa.
—Hay dos caracolas de los deseos: una buena y otra mala. Esta caracola con tres deseos hubiese sido negra, con dos gris y finalmente con uno, blanca. Obviamente, el deseo solo se le es concedido a alguien de la familia OdavLam.
—¿Y dónde está la caracola que nos pertenece a nosotras? —se manifestó Heather con un tono ansioso.
—No lo sé, cariño. Es la primera vez que veo una en setenta años.
—O sea que...—expresé algo dubitativa—Sean es el que debe pedir el deseo.
Amanda asintió, dirigiéndose hacia él y posándosela en sus manos—Así es.
Me parecía tan obvio su deseo que ni siquiera me atreví a preguntarle. En el momento que empezó a moverse sin aparente rumbo, supe que me había equivocado.
La escena transcurrió en silencio, y hasta que no encontró el moribundo cuerpo de Amber no se detuvo. Él se agachó y la cogió de la mano, que lucía realmente pálida.
Un nudo se formó en mi garganta al entender su verdadero propósito, del que nadie más se dio cuenta hasta que finalmente se pronunció, rompiendo así el hermético silencio que danzaba por la sala.
—Deseo que vuelvas a ser un bebé, para así cuidarte como te mereces y que no vuelvas a convertirte en alguien que nunca debiste ser.
Miraba a todas mis compañeras, a quienes se les caían las lágrimas al tener sentimientos encontrados. Sean había renunciado a su deseo por su hermana, convirtiéndola de nuevo en un bebé para que tuviese una vida mejor que la anterior.
De repente, una especie de cápsula dorada rodeó el cuerpo de Amber, que se quedó levitando unos segundos hasta que se transformó en algo diminuto, acabando en los brazos de Sean. Al mismo tiempo, la luz de la cápsula se iba desintegrando junto con la caracola, dejando así un hermoso y pequeño cuerpo que parecía haber sido traído por los ángeles.
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Aguas Profundas (AS#2)
FantasíaTras desvelarse la identidad del enemigo, las sirenas deberán estar más juntas que nunca y no podrán fiarse ni de su propia sombra. Nuevas aventuras, amores y personajes te acompañan en esta entrega. ¿Pero, qué pasará cuando se descubra algo inespe...