Capítulo 19 - El nuevo orden

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"Nos anclamos a los recuerdos, dándonos cuenta de lo felices que éramos sin saberlo"












—¡Lía! —Amanda abrió la puerta del gran dormitorio, dándome el último aviso—¿Quieres bajar el volumen?














—¿No vale ya ni escuchar música clásica? —le reproché, frunciendo el ceño.

—Estamos de reunión, te lo pido por favor.

Acto seguido, cerró de un portazo y parecí entender la amenaza. Paré el fonógrafo pero tampoco me arrepentía de lo sucedido, ya que aquello era lo más emocionante que me podía pasar en veinticuatro horas constantemente encerrada.

Como bien indica la última palabra, mi vida se había reducido a estar en una cárcel tras el incidente. Solo se me permitía ver a las demás princesas-sirenas en los plenos, aunque tenía la suerte de ver algo más a Heather y Cora por la cercanía de los reinos.

De todas maneras, nada era como antes. 

A medida que iban pasando los meses, seguía teniendo fe en que pasase algo que nos dejase volver a tierra. Pero en cuanto cumplí los diecisiete, habiendo pasado ya un año, perdí todo tipo de esperanza.

—Imaginaos como estoy yo, que no tengo ni buena relación con mi abuela—nos comentaba Cora en lo poco que podíamos estar juntas—A ninguna nos gusta esta vida, pero no podemos remediar nada.

Recordé en ese preciso momento que la reunión, en la que estaban las reinas y exreinas, era para inaugurar de una vez por todas el reino blanco, que se había estado construyendo a lo largo de ese año.

Durante ese tiempo, Zoe se quedó viviendo en mi reino y se convirtió en mi hermana pequeña. Gracias a ella, tenía algo más de interacción social, y que se fuese no me era de gran ayuda.

Y como si la sirena blanca me hubiese leído la mente, abrió de par en par mi puerta—¡Lía! ¡En nada me mudo!

—¿Cuándo? —le pregunté con aparente indiferencia.

—Mañana—contestó con pena, quedándose desamparada en la puerta.

Al no esperarme esa repentina respuesta, mi aparente indiferencia se tornó en lo que quería reflejar de verdad: una profunda pena. Zoe notó que me pasaba algo, y sin decirme nada más, me vino a abrazar por detrás.

—Yo también te voy a echar mucho de menos, Lía—expresó con la voz medio rota—Has sido como una hermana mayor para mí.

Nunca me había gustado llorar delante de la gente, pero no pude evitarlo. Además, así aprovechaba para soltarlo todo de una vez.

—Tranquila—dijo mientras me tocaba suavemente el cabello—Me han contado que ahora el reino está mucho más cerca de vosotras, ¡por lo que seremos prácticamente vecinas!

—Me alegro mucho, de verdad—le contesté, apartándola un poco para darle un beso en la mejilla.  Al poco, se fue a jugar con unos amiguitos que había hecho, dándome cuenta de lo feliz que lucía.

El ying y el yang.

Quien me iba a decir que esa felicidad plena sería efímera para mi hacía un año. Me atrevería a decir que yo fui a la que más le costó adaptarse, por no querer aceptar el hecho de que no podíamos volver a la superficie. A raíz de eso, fui obligada a madurar precozmente y por supuesto no seguía siendo la misma, ni mis compañeras tampoco.

El hecho de estar encerradas y reducir nuestra interacción social tenía una explicación, y era que así evitaban que las seis princesas nos juntásemos para armar un complot y escaparnos.

"Medidas de prevención".

Y hasta que yo no lo parecí entender, no relajaron esas medidas. Hacía un mes, nos permitieron salir de los reinos con previo aviso y con un tiempo limitado.

Una vez a la semana, me reunía con Heather y Cora para hablar como en los viejos tiempos.

—¿Algo interesante que comentar? —preguntó la sirena verde mientras hacia piruetas en el agua.

—Mi abuela está pensando en adoptar como mascota un caballito de mar—replicó Heather rodando los ojos—Al menos así me entretengo.

—¿Y tú, Lía? —cuestionó Cora.

—Zoe se marcha mañana a su reino—contesté apretando los labios—Hablaré con las piedras a partir de ahora en mi casa.

—¿No hablas con tu abuela? —preguntó Heather con extrañeza.

—Lo justo y necesario. No hay mucho de lo que hablar.

Ellas asintieron, dándome la razón.

—Por cierto, tengo entendido que Sean está recuperando poco a poco la vista gracias a un tratamiento—reveló la sirena rosa.

—Dejó secundaria y el equipo de surf, ¿no? —inquirió Cora, a lo que Heather asintió—¿Sabías esto, Lía?

Algo había escuchado pero no presté mucha atención porque no quería pensar en la vida terrestre—Me suena.

En ese momento, Cora nos avisó de que quedaba el tiempo justo para volver, así que nos despedimos. En mi camino de vuelta, observé a lo lejos como Zoe jugaba con sus amigos los delfines y otros animales acuáticos.

Sonreí para mis adentros, dándome cuenta de que justo estaba pasando por delante de la cámara del olvido. La antigua puerta había sido sustituida por una reja, así que posé mis manos en el frío metal, recordando mi mente aquel trágico momento de hace un año.

Mi media sonrisa se había tornado en una de tristeza, y no pude evitar apretar con fuerza mi perla azulada, rogando inconscientemente que se acabase la pesadilla.

Antes de seguir mi camino, observé de nuevo el arquitrabe de la fachada, el cual seguía luciendo aquella expresión en latín que en su día desconocía.

"Omnia incipit tamquam finire"

Tras ser obligada a aprender latín en la realeza ese año, descubrí el significado de ese extraño lema. Literalmente, significaba "todo empieza como un final".

Sin embargo, mi abuela prefería interpretarlo como "todo empieza igual que acaba", aunque no estaba yo muy segura de que eso fuese verídico.

—Cosas de tu tatarabuela Olive—contraargumentó Amanda—Mandó tallar esa frase en su época, pero nunca supimos la razón. 

Aguas Profundas (AS#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora