Epílogo

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Después ese fatídico día, todo pareció encontrar su sitio. Nunca antes se había respirado tanta tranquilidad en mi casa y los mares al fin estaban en paz. Había veces que me costaba asimilar que todo había acabado y que podía seguir con mi vida, aunque siempre atendiendo a las responsabilidades de princesa sirena. Seis meses después, Sean quiso hacer un reencuentro y presentarnos a la pequeña Irene. Siempre pensé que fue un acierto el que la llamase diferente a Amber, de tal manera que no habría ninguna vinculación con su pasado.

Mientras esperaba en la puerta de mi casa a Heather, recibí una llamada de ella.

—Lía, ¡perdón por no avisarte!—la escuchaba correr fatigada por la calle—Me quedé a dormir en casa de Ethan y llego tarde, no me esperes y vete yendo.

—De acuerdo, no tardes—contesté con tranquilidad, aunque al final me salió una medio sonrisa.

A pesar del tiempo que pasase, había cosas que nunca cambiaban. Se dice pronto, pero Heather y yo nos habíamos conocido hace cuatro años, cuando todavía éramos unas crías. Seguí caminando, vislumbrando el soleado día en Perth y estando agradecida de poder disfrutar aquello.  Aquel año encerrada en el mar me hizo darme cuenta de muchas cosas, y una de ellas era exprimir cada momento como si fuese el último. Al fin y al cabo, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Después de un rato, llegué al barrio de Sean y llamé a su timbre, abriéndome Sean con una resplandeciente sonrisa. Acto seguido, nos abrazamos. Las demás ya estaban allí, incluso Zoe, y parecían estar en una interesante conversación ya que no se percataron de mi presencia.

—Os veo entretenidas—las sonreí, y en cuanto me escucharon se levantaron a abrazarme. 

—Dios mío, cuanto tiempo—me dijo Sydney con algo de pena. Le miré a los ojos y parecía haber estado llorando. 

—¿Ocurre algo?—arqueé una ceja. Ellas se miraron entre todas y vi como Tanya tensaba la mandíbula.

—No es nada, es que Sydney es muy sentimental—miró hacia arriba, intentando disimular una aparente tristeza—De hecho, son buenas noticias.

Nos sentamos todas en el sofá, a la espera de que me contasen lo que estaba sucediendo. 

—Tanya y yo nos vamos a mudar con Erik y Keko a Melbourne—la rubia miró hacia abajo—La universidad de allí es una de las mejores del mundo y...

—No os tenéis que sentir mal—argumenté con fortaleza—Es normal, vamos a cumplir dieciocho años y a empezar nuestra vida como adultas—la agarré de la mano, no hablando más por el nudo en mi garganta.

—¿Qué tenéis pensado estudiar?—preguntó Heather mientras se comía un polo de fresa.

—Diseño—replicó Tanya—Sydney está entre Medicina o Psicología—todas asentimos, viendo las grandes metas que se proponían alcanzar.

—Es increíble hasta donde hemos llegado—incluyó Cora, que se había cortado el pelo por los hombros y lucía más madura que nunca—Estoy muy orgullosa de todas nosotras.

La pena nos invadía por dentro, y justo cuando íbamos a explotar en lágrimas, Zoe saltó con su noticia—Bueno, yo solo quería deciros que tengo novio—anunció con una sonrisa picarona.

Nuestra reacción, lejos de ser desmesurada, solo nos hizo darnos aún mas cuenta del tiempo que había pasado.

—Siempre seguirás siendo la pequeña—respondió Heather medio emocionada—Nuestra hermana pequeña. 

—Más le vale que te trate bien, o sino tendré que hablar con él—comentó Tanya para añadir un poco de gracia al ambiente.

En ese momento, vimos como Sean entraba en el salón con una niña de ojos azulados. Tenía una piel de porcelana y un cabello marrón casi azabache. Irene era inconfundible. 

Aguas Profundas (AS#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora