Capítulo 2

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Había transcurrido una semana desde aquel incidente en la discoteca de la protagonista de esta historia. Una semana donde había forjado una pequeña amistad que cada vez ambos chicos se hacían confidentes uno del otro.

Anaju le había dicho al cordobés en muchas ocasiones que le debía algo, pero no se le ocurría nada que le pudiera compensar con lo que había hecho él.

—Voy a ir a por un café, ¿quieres tú otro?—preguntó Hugo, ya que se encontraban en la hora del desayuno.

—Si por favor, si puede ser uno cargado, como siempre—.

A Anaju no le gustaba mucho el café, pero desde que ese grupo de chicos estuvieron a punto de violarla, la chica tenía pesadillas por la noche. Siempre tenía el mismo sueño. Se encontraba en un callejón sola, y se le acercaban cinco encapuchados sin rostro, y poco a poco la acorralaban hasta que la agarraban y ahí despertaba la morena. Después de tener esas pesadillas, no podía volver a conciliar tan fácilmente el sueño.

Hugo subió con los dos cafés a la sala donde ellos dos trabajaban. Le dejó a la chica su café encima de la mesa de ella.

—Gracias—murmuró la joven.

Después de ambos tomarse sus respectivas bebidas comenzaron a trabajar en silencio, hasta que Anaju decidió preguntarle algo al chico.

—Hugo—él no le respondió, y ella supuso que estaba centrado en sus quehaceres laborales—¡Hugo!—dijo ella más alto para que le escuchara.

—Dime Anaju dime, que me quieres matar ya o algo quilla—.

—A ver, tú... cuando has tenido una experiencia en tu vida un tanto desagradable... ¿después de esa experiencia tienes por un largo tiempo pesadillas cuando duermes?—.

El andaluz se le quedó mirando fijamente. Ya comprendía porqué ella pedía desde que él había llegado esa bebida que tanto le había expresado que no era muy partidaria de beberla. No conciliaba bien el sueño cada noche desde que le ocurrió aquella anécdota un tanto desagradable.

—Ahora lo entiendo todo—es lo único que contestó él.

—¿Ahora entiendes qué?—.

—Pues que en esta semana me has dado el por culo diciéndome que no te gustaba mucho beber café, pero luego en cada desayuno de aquí te veía que te tomas y te tomabas un café cargado e incluso algunos días café solo—hizo una pausa el chico para pensar en cómo expresar de l manera más clara y precisa aquello que tenía en mente decirle a su compañera de trabajo— o sea, duermes mal por las noches y por eso pides café. No es porque te entusiasme beberlo o desayunarlo, si no que tienes desde que ocurrió aquello pesadillas. ¿Cierto?—.

—Lo has clavado, pero quiero que me respondas. ¿A ti cuando te ha ocurrido algo desagradable has tenido pesadillas por un tiempo relacionadas a ese suceso?—.

—Claro Ana... bueno, lo siento por haberte llamado así, supongo que te molesta—.

—No pasa nada, me puedes llamar Anaju, Ana, Ana Julieta, Julieta, o como me dicen algunas de mis locas amigas, Jujitis—.

—Vale, menos mal. Por un momento he pensado que te sentiría mal. Bueno, contestándote a tu pregunta, más o menos en esta semana te estoy conociendo, y fijo que te estás sintiendo vulnerable y estás harta de ello. Normal, a mi también me sucedería. Yo cuando le saqué el carnet de conducir, fui con el coche de mi padre a Sevilla con mi amigo, y bueno... regresando por la noche a Córdoba, por la carretera me topé con un conductor que estaba borracho, y bueno... tuvimos un accidente. El coche de mi padre quedó destrozado, yo por suerte solo sufrí una contractura en el cuello y en la espalda, pero mi amigo por un mes, se quedó en coma. Yo en aquel tiempo me sentí muy culpable, aún sabiendo que yo no había tenido la culpa en aquel accidente. No podía dormir ni una noche, y si lo hacía era en el hospital, con él, a su lado, esperando a que alguna mañana cuando me despertara él también lo hiciese. Así que no te preocupes, porque todo el mundo tiene pesadillas con lo que le ha ocurrido en el pasado. Y no miento si digo que alguna noche me he despertado sobresaltado de esa pesadilla, porque es la misma. No cambia—.

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