Infectado

103 7 5
                                    

Es un hombre canoso, muy alto. Todas las tardes entra en la habitación y se acerca a mí, para observarme detenidamente. Luego se retira, sin decirme nada, como si yo fuera un objeto inanimado, una escultura, o como si no hubiera nadie en esta camilla.

Me gustaría preguntarle algo, pero desde que la bacteria entró en mi organismo no puedo hablar. El doctor le comentó, hace algunos días, a uno de los enfermeros, que seguramente la bacteria estaba en el aire y que yo la aspiré, conduciéndola accidentalmente hacia mis pulmones, donde ahora, supuestamente, está alojada. También le dijo que había un punto rojo junto a mi pupila izquierda, y que ese punto crecía, diariamente, lo cual era producto de la reacción de mis células ante la presencia de esa bacteria, aunque ni siquiera el médico estaba seguro de que fuera una bacteria.

Pero no soy el único infectado. Desde que aquel resplandor plateado invadió el cielo nocturno, y ese meteorito impactó contra el suelo de una de las granjas de Missouri, muchas personas se encontraron, de pronto, en esta situación. Lo cual agrava el problema, porque la bacteria, o el virus, o lo que sea, ni siquiera es de este planeta y no existen por lo tanto métodos humanos con los que se pueda combatir a la entidad. Sí, así la llamaron, porque nadie sabe exactamente qué es: "la entidad".

Aunque el nombre no me preocupa, sino ese punto rojo. ¿Hasta cuánto va a crecer? Además, el problema que tengo en mi mano, precisamente mi mano izquierda : movimientos involuntarios, contracciones. A veces me cuesta controlarla, como si perteneciera a otra persona. O como si otra persona estuviera creciendo dentro mío, apoderándose gradualmente de mi cuerpo, y sometiéndolo, poco a poco, a su voluntad.

Porque ¿a qué se debe que no pueda hablar, y ni siquiera mover con facilidad la boca? No tengo ninguna lesión en esa parte del cuerpo. Tampoco se me han detectado lesiones cerebrales, según le comentó el doctor al enfermero. ¿Hay algo, o alguien, que no quiere que yo hable?

No quiero pensar demasiado, pero algo en mí ha cambiado radicalmente, y lo más llamativo son esos paisajes tenues que suelen aparecer en la habitación y que no parecen pertenecer a este planeta. Yo sé que no están allí, que son como sueños, pero se repiten: territorios desérticos, rojizos, con algunas regiones montañosas y algo, que se parece a la luna, pero que tiene un color azulado, asomándose por detrás de esos promontorios.

¿Es el planeta Marte? Las imágenes empezaron a dibujarse muy lentamente en la habitación, cada dos o tres días, pero últimamente lo hacen con mayor frecuencia y mayor claridad, y permanecen durante más tiempo en la habitación, levitando inexplicablemente, con una cierta transparencia, aunque también, últimamente, están perdiendo esta cualidad.

También siento, frecuentemente, una inexplicable y súbita necesidad de deshacerme del doctor, o de aquel enfermero: de alejarlos de mí, de arrojarlos por la ventana de la habitación, porque simplemente no los tolero, o porque, de repente, sus aspectos me aterran, como si fueran seres desconocidos, provenientes de otra galaxia o de otro planeta.

La forma de mi propia mano, que reposa sobre el colchón de la camilla y está adherida al conducto del suero, también, en algunas ocasiones, me resulta completamente irreconocible.

Sospecho que la "bacteria", o lo que sea, ya no está en mis pulmones, sino en mi cerebro. Porque yo he sentido, en estos últimos días, algo que se arrastraba desde mis pulmones hasta mi cráneo. Algo que, obviamente, no se movía como una bacteria, ni como un virus, sino como un gusano.

Y también he sentido una presión en mi ojo izquierdo, como si aquello que se movía dentro mío, o algo surgido de ello, quisiera salir al exterior a través de la cavidad que ocupa esa parte de mi cuerpo. Aunque en realidad son varias las zonas de mi organismo en las que he sentido que algo presiona, o se desliza, lo cual me hace pensar que la "entidad", de alguna forma, ha comenzado a reproducirse dentro mío.

Ya no es sólo una. Son muchas, y quieren salir. Caminan dentro mío como una hilera de hormigas, y a veces siento que esa hilera se rompe y las hormigas se dispersan, histéricas, desorientadas, corriendo hacia todas partes. Siento sus pequeñas y veloces patas recorriéndome por dentro.Ya no se arrastran como gusanos. Ahora caminan. Quieren salir, y es comprensible. Quieren alcanzar la luz, la libertad. En cualquier momento me saturarán. Explotaré como un globo y todos estos seres desconocidos se dispersarán en el aire, y acaso, antes de morir, mis ojos puedan verlos por primera vez.

Me atemorizan, sí, pero también me intrigan, sobre todo cuando de pronto se detienen, y adquieren una siniestra e imprevista expectativa. Permanecen todos en esa quietud, como esperando algo, y luego reanudan con la misma brusquedad sus recorridos a lo largo del interior de mi cuerpo.

Y también, en ciertas ocasiones, forman círculos. Aquella sensación, que suele corresponderse con la que produciría un grupo de insectos que caminan en fila, se divide en dos o más sensaciones "circulares", algo que me provoca la idea de una especie de danza ritual, de ceremonia de guerra. Luego, los círculos se unifican, nuevamente, en una hilera, o simplemente se desbaratan en una multitud de sensaciones que se expanden hacia diversas direcciones.

No sé qué son. Sólo siento su constante cosquilleo. Van y vienen, tal vez buscando una salida...

Pero no quiero pensar demasiado.

InfectadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora