Como he aclarado en varias ocasiones, mi intención era, a través de estas notas, explicar el origen de mi texto, el cual puede reducirse a un solo acontecimiento, ocurrido el 31 de marzo del 2020. Pero fueron muchos los eventos que se sucedieron desde esa fecha, y si el lector está interesado en conocerlos, puede seguir leyendo estas notas.
Porque, además, ¿cómo sería posible discernir entre los eventos fundamentales y los secundarios? Quizá desde mi punto de vista, el acontecimiento del 31 de marzo fue importante, pero pudo no haberlo sido en el engranaje de sucesos que se desencadenaron desde esa fecha, o incluso antes. Y haré una observación que podría servir de ejemplo para lo que estoy intentando explicar : el anciano. Hasta ahora me he referido a él como si su vinculación con mi texto no fuera significativa. Quizá no lo es, desde muchos puntos de vista, pero, por ejemplo, hay un pasaje en mi microrrelato en el que se alude a la mano izquierda del protagonista. No sé si el lector recordará que, en ese pasaje, se dice que la mano tenía, para el protagonista, una especie de voluntad propia, o que él la veía como si perteneciera a otra persona. Y ésa era la impresión que me había causado precisamente la mano izquierda del anciano, cuando por primera vez la observé con detenimiento, con una infrecuente atención, a principios del mes de septiembre, cuando el caos ya se había desatado en el mundo.
Yo había notado, en algunas ocasiones anteriores, algo extraño en esa mano, pero, dado que todavía la existencia, al menos dentro de las paredes de esa vivienda, transcurría con relativa normalidad, yo no estaba en ese entonces preocupado por los rasgos misteriosos o proféticos que pudieran manifestarse en ese lugar. Ni siquiera sospechaba que se desataría, meses después, una catástrofe, por lo que esa coloración verdosa en la mano izquierda del anciano me resultó un detalle irrelevante. Y tampoco le presté demasiada atención a esa especie de tela que colgaba de esa mano y que también la envolvía parcialmente. Pensé, a lo sumo, que podría tratarse de una venda y que esa coloración de su piel se debía a un hematoma o a alguna clase de enfermedad superficial.
Nunca imaginé que, en realidad, se trataba de un pedazo de piel que se estaba desprendiendo de su mano, y que no sólo su mano, sino todo su cuerpo, comenzaría luego a experimentar ese desprendimiento.
