Nota del autor (7)

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No quiero extenderme demasiado en estas aclaraciones, pero tampoco sería correcto omitir algunos hechos, posteriores al hecho que inspiró el microrrelato, ya que no es mi intención ocultarle al lector las verdaderas dimensiones de lo que en ese momento estaba viviendo gran parte de la humanidad.

Lo que ocurrió a fines del mes de julio, aunque no influyó en la redacción del microrrelato, merece al menos una breve mención, dado que ese día (no recuerdo la fecha exacta), la puerta principal se abrió delante del anciano y algo entró a la casa, algo que nunca antes había estado allí, o que tal vez sí había estado alguna vez: era, en cierta forma, un gato. Tenía forma de gato, incluso tenía algunos rasgos que me hicieron recordar la lúgubre fisonomía de Barrabás. Pero no era Barrabás. O al menos, no parecía serlo: sus ojos eran horriblemente rojos, y sus garras eran tan temibles y grandes como las de un león. Algunas regiones de su cuerpo estaban desprovistas de pelo, y en otras el pelo abundaba desmedidamente.Era como la grotesca caricatura de un gato, que se abalanzó sobre el pobre anciano, tirándolo al suelo.

Yo me encontraba, en ese momento, como todos los días, buscando alimento en el living, cuando fui sorprendido por el estruendo de la puerta que el animal prácticamente arrancó del marco.

Corrí hacia la madriguera y me refugié en ella. Escuché un ruido infernal de platos, muebles y demás objetos que se rompían. El anciano gritaba, y luego un profundo y dilatado silencio se apoderó de toda la casa.

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