- Barrabás, Barrabás...
Una voz lejana, escalofriante, quebradiza, como una rama que temblara en el viento invernal, bajo el peso de un manto de escarcha y a punto de romperse.
-Barrabás, Barrabás...
La palabra se repetía, diabólicamente, en la desolación del living.
¿Me había librado finalmente de la bestia? ¿Pero por qué el anciano continuaba llamando a su mascota? ¿La veía todos los días, como lo hacía durante los años previos a la última conversación que mantuvo con el doctor Clarke? ¿Acaso la estaba viendo en ese mismo momento? ¿Acaso él también estaba siendo víctima de ese proceso mental que llevó a Daysi a la irrealidad?
Durante más de dos meses, yo no había visto a Barrabás, pero el anciano, durante todo este tiempo, continuaba invocando su nombre, con esa voz que todas las noches me provocaba un escalofrío que recorría todo mi cuerpo.
