Un banquete de dulces y desayunos especiales vistieron la mesa del comedor a la mañana siguiente, la señora Burke y mi madre, habían preparado todo para que al bajar vestida con mi suéter blanco ajustado y mi corta falda negra, pudiesen recibirme cantando el cumpleaños venezolano y luego el ruso, (en la mañana cantábamos esos, y en la noche: el de España y el de Polonia).
Agradecí abrazando a los Burke y a mis padres, pero Jhoney no estaba.
—¿Dónde está Jhoney? —pregunté con mucha curiosidad.
—Está con sus amigos de internet, salió hace poco. —me informó la señora Burke.
—¡Oh..!
Decepción. Se le había olvidado mi cumpleaños. Tal fue mi expresión de desconcierto que el padre de Jhoney me animó a abrir una caja de parte de ellos, con una sonrisa que merecía abrí el regalo y era un corbatín de seda, me gustaba mucho así que me lo puse y repartí besos entre los padres de Jhoney.
Luego mi madre me dijo que mepusiera una ropa más deportiva, iríamos a una clase de boxeo, cosa que no era algo que esperaba, pero necesitaba.
Imaginé el saco de boxeo como la cara de Jhoney, y el entrenador debía separarme del saco porque si no, me lastimaría, era tal el enojo guardado porque él sabía que era mi cumpleaños, solo no quería comprometerse a decírmelo.
—¿Estás bien? —mi madre preguntó cuando tomamos una pausa.
—Jhoney sabe que es mi cumpleaños y no me ha dicho nada. —saqué mi celular del bolso para revisar si me había enviado algún mensaje de texto.
—Tranquila, tú. —se rió. —Ya te lo va a decir ¡Que no es el fin del mundo!
Suspiré y el entrenador reanudó la sesión de golpes al saco. Cuando salimos del gimnasio, mi papá nos estaba esperando con una caja de donas y corrimos hacia él para arrebatarle la caja y comer las donas como animales, estabamos cansadas y con hambre de calorías.
—¡Cómo mola la dona de frambuesa! —exclamó mi mamá mientras se atragantaba de donas y nos subíamos al auto.
—¿Cómo estuvo la clase? —preguntó mi papá.
—Pues, tu hija se ha puesto como un toro con ese saco. —bromeó.
—Bromeas...
—¡Que sí! Casi se lastima.
—Ten cuidado, Elizabeth. Esos sacos te malogran las manos.
—Sí, papi... —dije con un fastidio más grande que el cielo.
Respiré hondo y esperaba que al llegar a casa Jhoney me regalara algo gigante, confesara que soy su Julieta sin un final trágico, le dijera a mis padres y alos suyos, y que cenaramos debajo de la noche estrellada, tomando moet y comiendo pizza de camarones. Que nos besáramos y desvistieramos lento y rítmico. Que me hiciera suya. Que las estrellas guardaran nuestros gemidos al aire libre. Que me amara y apreciara como yo a él.
Habían varios globos dorados y rosados en toda la sala, flores silvestres en jarrones de cristal, luces estroboscópicas, cuatro fuentes de chocolate, mi comida favorita en una mesa gigante y un gran "Feliz Cumpleaños 16" de globos blancos de helio en la pared. Quedé estupefacta, no podía hablar ni quitar las manos de mi boca. El triste estar de la casa se convirtió en un lugar precioso, solo para mí.
—¡Feliz cumpleaños, otra vez! —los señores Burke salieron de sus escondites.
—¡Gracias! —susurré, me sentí tan emocionada que mis cuerdas vocales se silenciaron. Volteé aver a mis padres y los abracé, ellos también habían hecho eso.
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Hasta los huesos // #PGP2020
FanfictionElizabeth es una adolescente reprimida que al conocer al joven Burke, intenta dejar aquella personalidad distante para acercarse a él pues queda totalmente anonadada ante su encanto. El joven Burke aprovecha de su inocencia y juega con ella pero al...