Capítulo X. Bochornosa verdad

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Dudé mucho, pero acepté. Solo quería besarme en una cama matrimonial.

Nos recostamos y él fue directo a mis labios, bajó su mano a mi pecho y manoseó a su gusto por sobre la tela de mi camisa, con el solo toque de sus dedos los escalofríos se dispararon.

Comenzó a desabotonarla lentamente hasta bajar su cabeza y dar pequeños besos por sobre mi bracier, me estaba prendiendo en llamas y no controlaba mis gemidos ante el solo roce de sus labios pequeños sobre mis pechos pequeños.

Se deshizo de mi bracier y fue donde chupó mis pezones con sumo deseo, me daba el placer que necesitaba.

—Jhoney... —gemí halando sus rizos dorados.

—Dime, reina...

—Me vuelves loca... —articulé finalmente y él solo volvió a besarme.

Una parte de mí se sentía extraña haciendo esto, jamás pensé que un chico como él se fijaría en una chica como yo, introvertida y aburrida. Pero por alguna razón se fijó en mí, me hacía sentir sexy y menos niña.

Seguimos besándonos hasta que escuchamos una puerta abrirse y voces de lejos, él se separó un poco y me miró alarmado, no nos movimos estabamos paralizados.

—¡Ya llegamos! ¡Trajimos donas!

La voz de mi madre nos activó y comencé a ponerme rápidamente el bracier, mientras Jhoney intentaba buscar un escondite.

—¡A las cortinas! —le susurré nerviosa poniendome la camisa floreada y abotonandome con la velocidad de flash adquirida por la adrenalina.

Él corrió hacia la ventana y se cubrió con las cortinas oscuras. Me levanté de la cama y mi padre entró.

—¿Qué haces aquí?

—Me estaba probando unas prendas de mi mamá, no le digas. —inventé una mentira, jamás me había salido una tan rápido.

—Está bien, no le diré ¿Quieres ir a cabalgar? Quiero hablar contigo. —dijo con una sonrisa extraña que me congeló hasta los huesos.

—¿Qué hice? —pregunté asustada.

—Nada, solo quisiera hablar contigo.

Asentí levemente y salimos del cuarto, cerré la puerta para que Jhoney supiera que ya nos fuimos. Bajé con mi padre y salimos hacia el establo, lo ayudé a ponerle las sillas de montar a dos de los caballos: Karol y Roland.

—¿Te gusto ir a ese santuario? —preguntó mientras ajustaba la silla en Karol.

—Uhm... si, no fue tan genial como el mirador pero... estuvo bien.

—Estuvo bien porque no vas muy seguido a la iglesia, tu madre y yo estabamos en paz ahí y nos sentimos muy conectados.

—No voy a la iglesia porque no la necesito. Si quiero hablar con Dios lo hago en cualquier lugar o cuando yo quiera... no tengo un horario riguroso ni me maltrato con azotes cuando hago algo malo.

—Tienes la misma actitud que tu madre. —se rió y me ayudó a montarme sobre Karol. —Tengo miedo de que crezcas tan rápido, es decir... has cambiado mucho en unos días y eso me descoloca.

—Papá, algún día tenía que crecer...

Él se montó sobre Roland y ambos salimos del establo.

—Solo quiero que sigas con tu pureza, siempre tierna y amorosa como siempre, eres mi pequeña y siempre lo serás, ahora que cumpliste 16 años me estoy dando cuenta de que en unos años te irás de la casa y explorarás por tu cuenta, y yo no estaré en la mayoría de los planes que harás. —su tono era triste e intentaba que la voz no le temblara.

Me sentí mal por ocultarle que ya no era la pequeña que él conocía y tenía la ligera sospecha de que él sabía lo wue pasaba entre Jhoney y yo por esta charla, pero mi padre siempre me malcriaba con regalos y me consentía mucho cuando era una niña. Era normal que se sintiera así de abandonado y era normal que yo me sintiera horrible por no ser sincera... ¿Pero cómo le diría que me gusta Jhoney y que me ha pervertido? Si le digo eso mata a Jhoney y luego me deshereda, el hecho de que le diga lo que siento por Jhoney conllevará a preguntarme más cosas y vigilarme más. No se lo diría aunque me carcomiera la vergüenza.

—Papi... aunque pienses que no estás en mis planes. Claro que lo estás. Cada acción que hago tiene que ver contigo, porque me criaste bien y siempre te amaré pase lo que pase. Aunque en varios años tú seas un viejo cascarrabias.

—Era justo lo que necesitaba oír.

Seguimos cabalgando, dimos unas vueltas por las tierras de mis abuelos y hicimos carreras hasta cansarnos.

Fue un lindo extraño día y el siguiente a ese fue aún más raro.

Estaba en el estudio configurando la página web de los cuentos, sentada al frente del escritorio de mi abuelo que daba hacia la ventana, entonces escuché una precipitación, miré al frente y estaba lloviendo; pensé repentinamente en Jhoney, estaba fuera con sus padres y mi padre, paseando por El Médano. No había prestado atención hace unas horas, hablaban del lugar a donde irían cuando yo estaba tratando de disimular mi mirada en el joven Burke, estaba exquisito con esa camiseta blanca y cuando fue a servirse un poco de agua se le cayó el vaso encima y su camiseta se volvió transparente dejandome ver su abdomen plano.

—Elizabeth... —escuché a mi madre detrás de mí y me giré aún lúcida con ese recuerdo en mi mente, traía dos jugos. —¿Todo está bien entre tú y Jhoney, no?

Ay, Dios.

—Sí... ¿Po...por qué? —intenté no lucir nerviosa pero claramente se notaba.

—¿Estás enamorada? —se acercó y me dio el jugo con una sonrisa gigante.

Me atrapó ¡No puede ser!

—¿De qué hablas?

—Elizabeth, no soy idiota. He visto como lo miras y hoy te delataste mucho más. —se rió y se sentó en un sillón cerca de mí.

—Mamá, no se lo digas a papá, por favor... —le rogué.

—Está bien, no le diré. —tomó un sorbo del jugo y luego hizo una mueca. —Ni siquiera me gusta la guayaba ¿Por qué me iba a gustar ahora? ¡Ugh! —hizo una pausa. —¿Ya puso su muñequito en la casita?

—¡Mamá! —le exclamé incrédula y tomé del jugo. Tampoco me gustaba la guayaba y dejé el vaso en el escritorio.

—¿Qué? ¡Jhoney parece de ese tipo! —exclamó como si no tuviera nada de malo que ella lo dijera.

—Es por eso que no quiero decirle a papá...

—¿Ya lo hiciste con él y no me lo dijiste? —se enojó.

—Mamá. Eres mi mamá y por más que te sorprenda tú serías la penúltima persona a la que se lo comentaría.

—Lo sé. —suspiró y se reclinó. —Pero dime.

—No lo hemos hecho. —rodé los ojos. —Solo... me toca y ya... ¡Ay! ¡Esto es muy raro!

—Bueno, no vamos a seguir hablando de esas cosas, pero quiero decirte que si lo van a hacer un día de estos, usen protección, su placer es tu placer y tu placer es su placer, ambos tienen que buscar hacer feliz al otro durante ese momento íntimo y lo más importante es que debe estar preparada, no tienes que correr.  —se levantó y agarró los vasos de jugo. —Ahora, vamos de compras. Tienes muchas pantis de abuelita.

—¡Mamá! —le regañé.

—¿Quieres espantarlo?

—Si él puede hacerme un oral en un establo no se espantará jamá... —me tapé la boca rápido, se me escapó.

—¡Madre mía! ¿Me estás tomando el pelo?—exclamó riendo escandalosamente.

Merezco estrellar mi mano mil veces contra mi frente, metí la pata hasta el fondo.

...
Hola, quiero saber sus opiniones sobre Natalia, la madre de Elizabeth. 😅
Las leo 👀😂🥰

Hasta los huesos // #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora